Capítulo 1

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Ya hacía tiempo que soñaba con lo mismo, aquel recuerdo que la acechaba hasta en sus pesadillas.
Era algo que ya comenzaba a asustarla, pues no era normal tener el mismo sueño noche tras noche.

Se bajó de la cama, se puso una camisa y unos pantalones y después se calzó con unas botas antiguas que tenía al fondo de su armario.

A continuación, salió de sus aposentos y fue a revisar que sus padres estuvieran dormidos.

Lo que pasó esa noche la dejó traumada de por vida, pues su propio padre intentó matarla.

Aunque no lo consiguió —gracias a los dioses—, pero le dejo una gran herida en el abdomen, que cuando cicatrizó, le dejo una marca de un recuerdo que jamás podría olvidar. Ella odiaba sus cicatrices, y en especial esa.

Desde pequeña siempre había llamado la atención, pero no en el buen sentido, pues su cabello y en general su físico, no le agradaba a nadie.

Cuando se aseguró de que todos estuvieran dormidos, salió por una puerta secreta del palacio y la cerró con mucho cuidado.

Le encantaba salir a pasear por la noche a plena luz de la luna, pues hacía que se olvidara de todos sus problemas durante un rato.

Cerró los ojos y respiró el fresco aire de la noche.

—Por fin un poco de tranquilidad —susurró para si misma.

Comenzó a pasearse por su jardín hasta llegar a un banco, donde se tumbó para mirar las estrellas y la luna.

Últimamente era lo único que hacía por la noche, salir a mirar el cielo después de desvelarse por sus pesadillas.

Adarys solía volver a su habitación, pero esa noche era distinta, esa noche quería quedarse ahí y dormir rodeada de estrellas, y así lo hizo.

—Señorita Fiore, ¿qué hace usted aquí? —preguntó el jardinero despertándola.

—Oh, perdone, debí dormirme ayer mirando el cielo. Ya me iba.

—No se preocupe señorita, sus padres aún están durmiendo y yo no diré palabra.

—Vale, muchas gracias, Maxyn. ¡Que tenga un buen día! —se despidió dedicándole una sonrisa y echando a correr.

Normalmente las damas no corrían, pero si esta dama no aceleraba el paso, su padre la pillaría y no la dejaría salir sola a los jardines de palacio nunca más. Ni siquiera para ver las estrellas.

Además de que llegaría tarde a las lecciones de espada con su madre, lo único que de verdad disfrutaba del día.

Llegó a la puerta secreta y con mucho cuidado la abrió y se dirigió hacia su cuarto.

—Vaya vaya, quién viene de fuera.

Adarys se paralizó hasta que reconoció la voz de su madre.

—Ve y prepárate antes de que tu padre te vea —le dijo formando una sonrisa.

Su madre era la persona favorita de Adarys. Siempre la habia protegido y defendido. Siempre. Era la mejor madre que una pudiera tener.

Le contaba historias entretenidas de seres fantásticos, siempre le recordaba lo única que era, la hacía reír y lo más importante de todo, siempre había estado con ella y jamás la había dejado sola.

La Guerrera De La NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora