El sol del maldito mediodía brillaba como sí la gran bola amarilla se enfocará solo en mí y mi desesperado caminar. Cada cabello pegado a mi frente gritaba mil maneras de asesinar al ser causante de mi piel ardiendo.
Llevaba veintitrés minutos rondando por las calles, sin saber que rumbo tomar, o hacia donde encontrar un nuevo camino que no conociese. Comienzo a entrar en pánico, sin siquiera preguntarme si era debido a mi cercano fracaso o las gotas saladas deslizando en mi cuello. O Ambos lo que era más reactivo.
Porque, es decir ¿Quien no se altera si siente que se derrite ferozmente?.
Comenzamos algo exageradoss...
¿Cierto?
Cómo si el mundo tuviese piedad, veo una tienda, con el logo descriptivo que necesitaba. "Papelería FAR".
Aleluya.
Exhaló con brutalidad.
Ya dentro, siento el choque del refrescante aire del lugar, mi sudor se vuelve frío y respiro con profundidad. Camino directo a una cabeza asomada en un computador, rodeado de un ambiente con paredes azul marino.
— He caminado por todos lados, dime qué tú podrías salvarme - lanzo un grupo de hojas blancas frente al gran computador.
El chico sonríe, una de esas sonrisas simpáticas que te hacen creer que eres agradable.
— ¿Buenas tardes, en qué puedo ayudarte?. – Su voz era un tanto áspera.
— Disculpa, si. Buenas tardes - Digo resaltando un tono discreto de culpa -. Debo hacer copias, para mi jefe, el cual desea esto para dentro de quince minutos. Y es jodidamente sorprendente como no hay ningún lugar para sacar copias, es decir, camine cuatro cuadras. CUATRO CUADRAS!.
Abanico una hoja en mi rostro, siento el minúsculo aire chocar con mi pálida piel.
— Yo te ayudo ¿Sobre qué trata? - dice el chico.
— No tengo idea, no las he leído.
— Bien. ¿Me permites?.
Señala las hojas delante. Asiento. Él chico las toma con delicadeza, leyendo cada una, mueve la cabeza hacia un lado.
— ¿Las quieres a color o blanco y negro?.
— Color, si la llevo de otra manera es posible que me haga regresar y mis ganas de asesinarlo serían más grandes - hago por entendido que mi tono estaba un tanto fuerte.
— ¿Lo odias? - pregunta él haciendo referencia a mi jefe.
-— No, odio caminar desesperada, odio la presión y odio el increíble sol que hace afuera.
— Cierto, este sol está intolerable.
— ¡EXACTO! - exclamó con un gritito. Otra vez fuerte.
El chico simplemente sonríe, enfocado en los papeles. Era guapo, piel morena y cabello tan negro como el color mismo. Una cadena dorada destacó entre su franela gris plata. A simple vista su semblante era serio, como el de una persona que vivía amargada, expresión que desapareció al notar que lo detallaba, curvo sus labios de lado, me miró, junté mis manos apenada y volvió su vista a la computadora.
Para ocultar la incomodidad de lo que parecían mis gritos intencionales camino por el lugar. Respirando con lentitud . Era un espacio pequeño, las paredes repletas de estantes con papeles, cartulinas, carpetas, perfectamente ordenadas. Luces de colores brillaron en las esquinas de las vitrinas, dentro se hallaron lápices, hojas, libretas y una gran cantidad de todo tipo de creyones y pinturas o útiles materiales. Más allá, se dividía en una alta vitrina.
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LO QUE DEJAN LAS GOTAS AL CAER
Teen FictionLa razón de quererlo, fue que nunca hubo una, admiraba su risa o su voz, sus manos o el sabor de su café. Incluso sabiendo eso, nunca existió una razón por la cual lo quería. Su simple presencia iluminaba cada parte de todo en ella, como fuegos a...