3. Negro

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Los días cercanos al fin del mundo eran muy tranquilos.

Crowley lo sabía, había escuchado todo ese plan de los ángeles por el que Gabriel había sido despedido, no era tonto, sabía que habían pedido a Azirafel que se encargara de ese nuevo plan para destruir el mundo. No entendía porque el ángel había aceptado algo como eso.

"Nada dura para siempre"

Golpeó la pared al recordar esas palabras, miró el hoyo que había creado en el yeso de la pared, suspiró mientras hacía un milagro para repararla. Si fuera su apartamento no le importaría, pero la librería seguía siendo de Azirafel, si este recobraba la razón, no le gustaría ver que algo le había sucedido a su hogar, de por sí ya había hecho mucho para que Muriel no vendiera ningún libro... por suerte al ángel de rango 37 también comenzaban a gustarle los libros, lo suficiente como para no querer venderlos.

Había sido un tiempo desde la última vez que estuvo tanto tiempo en la librería. Si era honesto, al día siguiente de la partida de Azirafel pensó que no podría volver a entrar nunca más, no sabía si Muriel iba a permitir que entrara, pero había entrado como si hubiera sido cualquier otro día, al parecer aún era aceptado dentro de la librería. Pero prefería no estar ahí. Al menos hasta ese día, había entrado después de casi atropellar a la extraña tipa que olía a una molesta combinación de flores y especies y la larga discusión que tuvieron sobre quien había tenido la culpa. Al final, ninguno acepto nada, la extraña mujer solo lo insultó un poco más antes de alejarse por la calle pisando muy fuerte. Por alguna razón esa forma de pisar fuerte se le hacía conocida... había conocido a tantos humanos en el pasado que no era extraño que algunos se parecieran tanto.

- ¡Esta cerrado! – gritó cuando escuchó la campana de la puerta.

- Sí, lo sé – reconoció la voz de la extraña tipa que olía a una molesta combinación de flores y especies a la que casi atropelló con el Bentley. – Este lugar parece que siempre está cerrado ¿cuál es el punto de una tienda si no pretendes vender nada?

- ¿Qué haces tu aquí? ¿Quieres patear mi auto de nuevo?

- Si quisiera hacer eso estaría afuera pateando tu auto y no aquí – era un buen punto, la extraña tipa que olía a una molesta combinación de flores y especies llevaba una caja de madera, en ella sintió el aroma de algunas mezclas de té y la miel, también llevaba esa enorme bolsa de tela que tenía muchos pines sujetos – Eres Anthony, ¿cierto? vengo a dejar una ofrenda de paz... y a presentarme. Soy nueva en la calle, mi tienda es...

- Sí... como sea, mucho gusto – bufó Crowley tomando la caja y empujando a la extraña tipa que olía a una molesta combinación de flores y especies a la puerta de la tienda – ahora vete.

- Muriel tiene razón al decir que eres un gruñón – se giró hacía Crowley – ¿¡Al menos puedes escucharme!?

- No.

Crowley cerró la puerta en la cara a la extraña tipa que olía a una molesta combinación de flores y especies también conocida como la humana de la tienda de té, ella giró los ojos, al menos había aceptado su oferta de paz, así que quizás eso significaba algo bueno después de todo. Volvió a cruzar la calle hacía su tienda, quizás luego tendría tiempo de hablar con el sujeto extraño de los lentes de sol.

Muriel entró a la librería, lentamente, sintiéndose como un invasor. Realmente cada que Crowley estaba en la librería, por más rápido que fuera su visita, siempre le hacía sentir como si estuviera invadiendo su espacio. Quizás lo hacía, esa librería era más propiedad de Azirafel y Crowley que del propio cielo.

- ¿Hola? – saludo Muriel viendo a Crowley en uno de los sillones simplemente viendo a la nada en la oscuridad – uh... sé que... quizás no debería preguntar pero... ¿qué... estás haciendo?

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