Capítulo 2: el... sueño, ¿verdad?

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Quackity definitivamente no era un acosador.

De verdad que no lo era, ¿de acuerdo? No era su culpa tener sentidos sobre desarrollados y un cerebro que hacía solamente su voluntad como si fuera un ser independiente que se divertía haciéndole la vida miserable a Alexis.

Porque, en serio, la maldita cosa debía de enfocar sus sentidos y neuronas en el contenido que estaba viendo en sus materias y no en memorizar todas y cada una de las facciones de un jodido extraño que, por alguna razón misteriosa del universo, era como un poste andante que salía a relucir en cada maldita sala a la que entraba.

Su cerebro simplemente parecía tener una alarma que sonaba como la que prevenía de los malditos terremotos en su ciudad natal cada que vislumbraba tan solo un mísero cabello de ese individuo. Y, de verdad, nunca había odiado tanto sus nuevos sentidos maximizados más que en estos últimos días, donde aún cuando estaba en clase y debía prestar toda su atención, si Rubén pasaba por la ventana de su salón todo su cuerpo en ese mismo instante lo sabía: sus vellos se erizarían, su maldita caja torácica comenzaría un concierto y sus pupilas lo enfocarían como un bendito telescopio tratando de ver cada micropartícula de las ondas solares que la puta estrella que les iluminaba la vida producía.

Pero bueno, el sol no tenía la culpa de sus jodidos problemas.

O tal vez sí, cuando justo en este momento producía un halo de luz alrededor de los cabellos castaños del hombre, iluminándolo como un ser celestial mientras soltaba la carcajada más estruendosa que había oído en su existencia, desviando su atención de lo que su profesor estaba anotando en el pizarrón.

Que les jodan a los derechos humanos, suponía. Su cerebro no los consideraba lo bastante importantes en este momento.

Quackity se estremeció cuando escuchó con total claridad la siguiente carcajada que soltó Rubén, siendo extremadamente ruidosa y extremadamente como con riesgo de un ataque de asma. Era bastante anticlimático, en realidad, que el hombre más etéreo que sus ojos habían presenciado soltara también las carcajadas más extrañas y los chistes más sin sentido e insípidos que había tenido la desgracia de escuchar.

—Doblas, que vale ya, estuvo gracioso las primeras dos veces, pero cinco como que ya sobrepasaron un límite, ¿o no, chicos?

Los otros hombres que estaban reunidos en círculo junto a ellos asintieron, y el castaño se limpió una lágrima que le comenzó a escurrir de un ojo, masajeándose la mejilla por, suponía, sonreír tanto. —Lo siento, perdón. Creo que sólo es el estrés de esta primera semana que me está tocando un poco los nervios.

—Ya, te entiendo, todos nos sentimos así —suspiró un rubio (casi peliblanco) al lado de él. Tenía los ojos verdes y una altura un poco pequeña a comparación de sus amigos—. Esta universidad es más compleja de lo que pensábamos.

—Y que lo digas, tío —se quejó el más pequeño de ellos, que estaba recargado en una jardinera, con una cara de puchero tremenda mientras se jalaba sus cabellos oscuros—. Es la primera semana y ya me están tocando los cojones con sus puñeteros proyectos finales. No sé cómo le hace esa gente que aparte de estar aquí también trabaja o lo que sea. Yo apenas puedo sobrevivir así.

Alexis internamente asintió con su cabeza, mientras volteaba momentáneamente a ver a su profesor para al menos simular que estaba prestando un poco de atención al video de Greta Thunberg que les estaba pasando; estas semanas apenas y había pegado un ojo por la noche, demasiado ocupado escabulléndose de Roier para poder hacer sus deberes de SpiderMan a la hora que el crimen más salía a la luz, irónicamente. Daba gracias al cielo que en estos días todos los incidentes importantes habían ocurrido durante la madrugada (que, claro, aún había ancianas ahí afuera con gatos perdidos y señoras persiguiendo delincuentes que les habían robado la bolsa, pero antes que él ya existía la policía, así que no le remordía mucho en la conciencia dejarlos hacer su trabajo de una buena vez), porque no sabía qué hubiera hecho de tener que huir de clase en medio de la jornada.

Quackity: a través de nuestros corazones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora