Capítulo 3: bendito tequila.

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Alexis nunca había sido gran fan de las fiestas.

A veces pensó en llamarse así mismo un introvertido, pero jamás se le dio mal hablar con los extraños o lidiar con ser el centro de atención. Sabía que era una persona demasiado carismática y sociable, pero con una batería social bastante reducida para el gusto de su energético (autodenominado) mejor amigo Roier. Simplemente le gustaba tener su propio espacio, elegir sus propias amistades y estar en silencio cuando necesitaba pensar. Él elegía los momentos en los que quería ser el alma de la fiesta y cuando necesitaba encerrarse en su caparazón.

Es por eso que ahora, mientras se encontraba en su habitación a solas (ya que Roier se había ido al cuarto de Aldo y Osvaldo a esperarlo), no sabía qué demonios ponerse para ir a la dichosa fiesta. Porque para empezar él ni siquiera tenía ganas de ir, pero debía darle un poco de razón a Roier en que necesitaba salir, que le diera el aire fresco y despejarse un poco. Al final escogió unos jeans de mezclilla oscura que eran sus favoritos y una sudadera negra con decoraciones en amarillo y azul, al igual que una gorra verde porque después de la ducha su cabello no estaba queriendo cooperar mucho.

Ah, y su traje de SpiderMan debajo de todas sus capas de ropa. Simplemente porque tenía un mal presentimiento y él siempre le hacía caso a sus sentidos.

¿Se sentiría como un pollo rostizado por el resto de la noche? Sí. ¿Pensaba arriesgarse a que algo pasara y él no pudiera intervenir? No.

Se vio al espejo una última vez, acomodándose el cabello por detrás de sus orejas para despejarlas, dejando un par de mechones delante, y después de ponerse perfume y colgarse la cadena que le había dado su mamá y que jamás dejaba su cuello, salió del cuarto para ir con los otros tres inútiles que últimamente hacían de su vida un chiste.

—¡Eh! Hasta que por fin llegas, ¿no te decidías qué color de sombra ponerte, princesa? —se burló Osvaldo (o Mariana, como por alguna razón que sobrepasaba sus conocimientos lo habían comenzado a nombrar sus amigos), en cuanto abrió la puerta.

Quackity se le quedó viendo a los ojos durante dos parpadeos, y después se giró para regresar por el pasillo hacia su habitación.

—¡Ey, era broma, ven acá! —Mariana alargó su extenso brazo hasta donde estaba y lo tomó por el hombro, para arrastrarlo de regreso al cuarto y cerrar la puerta detrás de ellos.

Alexis cayó sentado en una cama al lado de Roier y este le sonrió, medio en disculpa por la actitud de Mariana y medio en burla por toda la situación.

—Estás bien chiquito y manipulable —se burló, y Quackity le pegó un puñetazo en el hombro, dejando salir un poco de su fuerza—. ¡OYE! No es mi culpa que Dios te hiciera chiquito.

—Por lo menos no compensó mi falta de inteligencia con altura extremadamente estúpida como con ustedes dos. Porque yo sí tengo un poco de cerebro.

—Ay, ya, Quackityyy. No te enojes, chiquito —se quejó Roier, rodeándolo con un brazo por los hombros y atrayéndolo a su pecho. Alexis hizo un mohín de desagrado, encima le estaba enchuecando la gorra, pero había aprendido que entre más quieto se quedara y menos se quejara, más rápido Roier lo dejaría en paz—, eh... chiquito como en... un apodo cariñoso. No como en más bullying para ti.

—Chiquito tienes el...-

—¡BUENO! Ya vámonos, ¿no? —gritó Aldo poniéndose de pie, aplaudiendo para llamar su atención y tomando su celular de su buró—. Se está haciendo tarde y el club se atasca.

—¿Club? —preguntó Alexis, poniéndose de pie también y jalando a Roier para que se levantara.

—Sip, es como una disco antigua que abrieron a unas calles. La remodelaron y ahora parece una especie de ¿antro? Pero con onda retro y todo eso.

Quackity: a través de nuestros corazones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora