Capítulo 4: ansiedad.

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Cuando Alexis despertó al día siguiente, con las sábanas calientes contra su cuerpo y los ronquidos de Roier cantándole muy cerca de los oídos, se preguntaba solamente 2 cosas en constante bucle mientras veía al reluciente techo blanco que tenía pegados unos cuantos posters de su compañero de cuarto en su lado de la cama.

La primera era:

¿Por qué mierda estoy dormido en la cama del estúpido de Sebastián, y no en la mía?

Y la segunda:

¿Qué carajos hice anoche?

Ciertamente se acordaba con una incómoda y desesperante cantidad de detalles de lo que había hecho la noche anterior. Dios se habría apiadado demasiado de él si las cantidades industriales de alcohol que bebió le hubieran pegado aunque fuera un poco a su organismo y le diera la típica amnesia de borracho. Incluso una jaqueca o la llamada "cruda" que seguramente tendría Roier cuando despertara sería más que bienvenida. Se merecía tener un maldito castigo por la grandísima cantidad de estupideces que había hecho anoche. Se merecía una cruda física que no lo dejara pararse de la cama por tres días (además de la moral que ya lo atormentaba desde que abrió los ojos) y así tendría una excusa suficientemente buena para no ir a clases o salir de su habitación y no tener que cruzar palabras o miradas con Rubén.

Roier le colocó un brazo por encima del pecho y se acurrucó más en su hombro, llenándole la playera del pijama de su asquerosa baba. El castaño tenía también una pierna plácidamente subida por encima de sus muslos, y se aferraba a él como el cliché del koala en un huracán aferrándose al último pedazo de bambú que quedaba en la naturaleza (¿sí era bambú lo que comían los koalas? ¿O eran solamente los pandas?) (¿Los pandas también se aferraban con su vida a las cosas y el dicho debería de cambiar?) (¿Debería él de aferrarse como koala a la poca dignidad que le queda y mudarse a Indonesia para comenzar una nueva vida donde no tuviera que volver a ver a un hombre alto, guapo, de sonrisa preciosa, ojos surreales y labios tan suaves que se moría por volver a devorar?) (¿Debería dejar de pensar en esos jodidos labios por al menos más de cinco segundos antes de caer más rápidamente en la locura?) (¿Debería morir? Sí, morir se veía como una buena opción. De cualquier modo, ya había subido y bajado del cielo anoche después de haber tocado con sus agrietados y delgados labios los rojos y tan suaves del otro hombre...).

Roier roncó como si su pulmón hubiera sufrido un colapso de sus funciones y lo sacó muy efectivamente de su burbuja ansiosa. Quackity suspiró y se pasó las palmas (como pudo por encima de los brazos de Roier) por el rostro, soltando un gran suspiro cuando sus manos llegaron a las raíces de su cabello. Puede que se estuviera ahogando en un vaso de agua, él ciertamente siempre se ahogaba incluso en la más microscópica gota y la terminaba convirtiendo en un tsunami, pero no podía dejar de lado esta asfixiante sensación que no le soltaba el pecho que le decía que haber besado a Rubén había sido un tremendo error.

Tenía miedo de salir de estas cuatro paredes, del reconfortante calor de las sábanas, del tranquilizador tono beige de su pintura y de los ronquidos poco armoniosos pero ya habituales de su compañero de cuarto, solo para toparse con Rubén y tener que afrontar lo que había hecho, porque...

Luego de eso, ¿qué?

¿Qué se supone que debía de hacer? ¿O de decir? ¿Se supone que debería de hacer algo? ¿Había significado algo más allá del simple acto del beso? (de los besos) Obviamente no había sido su primer beso, pero se había sentido preocupantemente como la primera vez de algo que aún no lograba identificar.

Sin embargo, tenía más miedo de salir de esas cuatro paredes, del calor de esa cama que no era la suya, y de los incómodamente pesados brazos de su mejor amigo solo para...

Solo para...

Solo para darse cuenta de que Rubén no se acordaba de nada. De que a él sí le había pegado la amnesia alcohólica y se le había borrado toda la memoria de esa noche. O peor aún, que se acordara pero le dijera que no había significado nada. Que había sido un juego, un pequeño reto personal, una cosa del momento. O que había sido un error.

Que muchas gracias, pero que no lo volviera a mencionar. Que lo olvidara y que tirara el recuerdo en la papelera.

Que se olvidara del que seguramente había sido el mejor momento de toda su extraña existencia.

En fin, no ganaría nada además de tronarse los dientes de estrés y un dolor de mandíbula por el resto del día si le seguía dando vueltas a todo esto.

Era sábado, así que no tendría clases en todo el día y tenía en teoría todo el fin de semana para bobear (si ignoraba la pequeña pila de tarea que lo miraba intensamente desde la esquina de su escritorio). Lo mejor sería que saliera a despejarse, y que pasara lo que tuviera que pasar. Alexis era una persona ansiosa, sí, pero le molestaba mucho dejar que su ansiedad lo manejara, así que normalmente lograba reunir el valor suficiente para pararse de la cama y dejar que el mundo o el destino simplemente le arrojaran las cosas en la cara; sin embargo, creía que eso le costaría un poco más de trabajo en día de hoy, pero por algo debía empezar.

Tomó el brazo de Roier con una mano y lo despegó con mucho trabajo de su cuerpo, dejándolo sin delicadeza encima de su propio rostro y contemplando cómo ni con eso se despertaba. Apartó también su pierna de una patada y se sentó en la cama, estirando sus articulaciones y volviéndose a preguntar en qué momento terminó metido en la cama de Roier y no fue a dormir en la suya.

"—... te juro por Dios que si vuelves a agarrar mi cabello una vez más, te corto la mano —bufó Alexis, mientras metía con algo de dificultad la llave de su habitación en el pomo de la puerta con la mano izquierda, ya que con la derecha estaba sosteniendo absolutamente todo el peso de Roier (y no era broma, el cabrón era alto y pesaba seguramente alrededor de ochenta kilos si los músculos en sus brazos y muslos eran una señal) con el brazo que le había pasado por debajo de los hombros.

—¿Q... qué t-tieneee? —le murmuró Roier, o al menos creé que eso intentó, porque más bien le gritó en el oído—. Esss muy, muy su- suave —dijo con algo de dificultad—, es como... como estarte acuri- acariciando el... el gatito —finalizó. Alexis alzó una ceja en su dirección y finalmente giró el pomo para poder abrir la puerta y meter a Roier a trompicones en la oscuridad de su habitación. El castaño analizó brevemente sus palabras y después negó con la cabeza repetidamente, haciendo que gracias a su movimiento su cuerpo se tambaleara hacia la derecha y Alexis apenas y lo alcanzó a agarrar después de encender la luz del cuarto—. Qu- quiero... quise decir... que es como un cat... cato- mierda. Como acariciar un- un gato. Eso —corrigió, para después desplomarse contra la cama de Alexis.

—No, no, no. Nada de eso —dijo el pelinegro, como si estuviera regañando a su perro por cagarse en la alfombra—. Tú tienes tu propia pinche cama, sácate a la chingada —le reclamó, señalando sin éxito hacia la otra cama individual, porque Roier estaba ya abrazando su propia almohada como si fuera su amante de ocho años.

El tipo ni siquiera se había quitado aún los zapatos, o la chaqueta. Ni siquiera tenía los jodidos pies bien subidos al colchón, porque aún yacía la mitad inferior de su cuerpo colgada de lado en la cama.

Alexis se pasó una mano por el rostro y suspiró, tomando sus cabellos de la raíz mientras analizaba a su estúpido amigo.

Cuando salieron del antro ni siquiera estaba la mitad de ebrio de lo que estaba ahora. Roier lo había encontrado después del incidente, lo había jalado de la manga y lo había arrastrado hacia donde estaban sus demás amigos (Aldo y Osvaldo) para tenerlos en grupo y llamar a un Uber que los pudiera regresar al campus. En ese momento, Alexis no podría jurar que se veía completamente sobrio, sin embargo, sí se veía bastante cuerdo; pero después de subir al taxi y que bajara la ventanilla para que le diera aire en el rostro durante todo el viaje, la situación se invirtió. Suponía que fue la adrenalina lo que le había dado sus cinco minutos de sobriedad cuando lo había encontrado con Rubén, pero después de eso simplemente le dio un bajón aún peor. Y vaya que habían consumido alcohol, si las tres botellas vacías de tequila y una de vodka que había visto antes de haberse escapado con Rubén eran algo a tomar en cuenta.

Volvió a suspirar y decidió ponerse la pijama y enjuagarse la cara antes de mover a Roier. También lavarse los dientes era buena opción.

Una vez que estuvo cómodo y se quitó la ropa (y el traje) sudada, le quitó los zapatos y los pantalones a Roier, casi tirándolo de su propia cama en el proceso (y con el tipo ni siquiera emitiendo una mínima señal de que eso lo había despertado), para ponerle con algo de dificultad sus pants del pijama. Después de eso lo enderezó jalándolo por los brazos para hacer lo mismo con su chaqueta y playera, y le puso una sudadera cualquiera que encontró entre su ropa (sabrá Cristo dónde el tipo había dejado la que usaba de pijama) (igual y ni siquiera estaba limpia, pero era lo que había).

Cuando su trabajo estuvo listo y volvió a tirar a un Roier inconsciente sobre su cama, le dio una patada en la pierna. —Maldito aprovechado, quítate de mi cama. Quiero dormir —le dijo. Obviamente no recibió respuesta, así que lo volvió a patear—. Sebastián, en serio, necesito dormir. Vete a tu cama, seguramente está más cómoda —insistió, moviéndole más las piernas con su pie. Cuando escuchó un ronquido salir del otro, lo pateó una última vez dejando salir un poco de su fuerza y le gritó—: ¡SEBASTIÁN!

El castaño se estremeció y se enderezó de golpe, tomándose el estómago un segundo después por las náuseas que le provocó el movimiento. —¿Qué mierda? ¿Qué? ¿Se está... acabando el mundo?

—No. Simplemente vete a tu propia cama y déjame dormir.

Roier negó con la cabeza y se volvió a recostar, con su almohada abrazada contra su pecho; Alexis, indignado, se puso las manos en la cintura mientras lo veía con desaprobación. —N-no puedo. Todo... vueltas. Buena noche.

—Cuál pinche "buena" noche, párate o te paro yo.

Roier le hizo un gesto de pulgar arriba con la mano y Alexis suspiró enfurruñado. Él sólo quería dormir, por amor a Dios.

Tomó nuevamente a Roier por los brazos y lo levantó, empujándolo paso a paso hacia su propia cama. Una vez que lo puso frente a ella y apartó las cobijas, lo tumbó con un último empujón poco delicado y frotó una mano contra la otra, como diciendo "trabajo hecho".

Antes de irse por fin a dormir, se estiró sobre Roier para taparlo con la sábana, pero cuando menos se dio cuenta, el otro hombre lo jaló del brazo y lo recostó a medias sobre él, mientras le acariciaba el cabello y lo apricionaba con los brazos.

—Mi c- catito —suspiró, desacomodándole los mechones y acurrucándose más en su (por fin) propia cama.

Alexis abrió la boca para maldecirlo, o protestar, pero ¿saben qué? Al demonio, pensó. Tengo sueño y estoy harto.

Así que simplemente cerró los ojos y se rindió ante el sueño."

Oh.

Así que eso había pasado.

Negó con la cabeza ante la estupidez que se había vuelto su propia vida y se estiró, tronando sus articulaciones para alejar el sueño y el cansancio. Una vez que se replanteó la idea de encerrarse en su habitación por el resto de la eternidad, suspiró y se dirigió a su cama para sacar su ropa deportiva y salir a correr un rato. A pesar de que por su "condición" actual no necesitaba precisamente ejercitarse o hacer alguna otra actividad que acelerara su metabolismo, sí era una buena fuente para reducir su estrés. Además, el campus tenía un montón de áreas verdes muy bonitas que valía la pena recorrer en la mañana.

Miró la hora en su celular, 8:34 a. m., y luego a Roier, quien seguía placidamente dormido abrazando una almohada a falta de su propio cuerpo. No valía la pena despertarlo para que lo acompañara y se cansara después de los primeros veinte minutos.

Se puso sus AirPods y se abrochó su sudadera hasta arriba, ajustándose también su gorro antes de salir por la puerta. La mañana estaba frezca, pero aún no hacía suficiente frío como para que fuera incómodo correr con short. Salió fuera de su complejo de habitaciones y comenzó a emprender camino hacia los jardines. Corrió durante aproximadamente una hora, dando vueltas por todos los complejos, rodeando los salones de clases y saliendo y entrando de las áreas boscosas, de los jardines y los estacionamientos mientras rezaba para sus adentros por no encontrarse con Rubén. Otra cosa buena de haber sido picado por esa araña, era que su resistencia era increíble, así que después de esa hora y tantos su respiración apenas había comenzado a agitarse. Se detuvo finalmente frente a su complejo de habitaciones otra vez, dirigiéndose hacia los baños comunes para tomar una ducha y quitar el sudor superficial que había llegado a acumular.

A esa hora de la mañana (las 10:08 a. m.), ya había bastante gente despierta para un sábado en la mañana. Y cuando salió de su ducha y se estaba cambiando frente a su locker de cosas, no le sorprendió encontrarse con Aldo. Lo que sí le sorprendió fue el grito con el que dijo: —¡QUACKITY!

Alexis azotó la puerta de su locker y brincó en su lugar, con su toalla blanca aún en la mano secándole el cabello. Lo volteó a ver con cara de susto, relajándose cuando vio quién lo llamaba. —Joder —suspiró—. Casi me sacas el corazón.

—¿Por qué? ¿Estabas pensando en algo o... en alguien? —insinuó, moviendo sus cejas de arriba a abajo de forma perturbadora, Alexis hizo un mohín de desagrado.

—No. Porque no estoy acostumbrado a que tipos locos me griten al oído en un baño.

—No te hagas, pequeño Quackity. Yo sé que estabas esperando a tu noviecito. ¿Qué? No me digas que quedaron de verse en el baño para toquetearse, par de puercos.

Alexis volvió a abrir la puerta de su locker para sacar su cepillo y la volvió a cerrar, viéndolo con una ceja alzada mientras comenzaba a pasarse el cepillo por el cabello. —¿Amaneciste más loquito de lo normal hoy, o qué chingados?

—No —Aldo se cruzó de brazos, indignado—. No estoy loco, pero tú sí porque te andas besando con cualquier tipo en antros sin tener una relación, al parecer.

A Quackity se le atoró el cepillo en el cabello en ese instante y, por la sorpresa, no midió su fuerza al empujarlo y lo rompió. —Mierda —dijo, y suspiró—. Mira, no sé que viste pero... te aseguro que no fue nada.

—Yo no me beso con cualqueira así ni dejo que me agarren mis cositas para después decir que no fue "nada" —Aldo dijo, haciendo comillas con los dedos y volviendo a hacer su baile de apareamiento con las cejas.

—Oye, para empezar, yo no dejé que nadie me agarrara mis "cositas" —lo señaló acusatoriamente con el mango de su cepillo, para después volver a abrir su locker y guardarlo—. En segundo lugar, te estoy diciendo la verdad cuando te aseguro que no fue nada. Y en tercer lugar, no le vayas a decir nada a Roier ¿está bien? No sé si también vio algo anoche, pero seguramente ya se le olvidó, y no quiero que me esté molestando al respecto como ciertas personas.

Aldo suspiró, volviendo a su personalidad más o menos seria que normalmente mantenía con él. —Está bien —acordó—, pero yo nada más te digo que, realmente, yo no me besaría así con cualquiera. Ni creo que alguien que no esté interesado en ti te vería con tal hambre en los ojos —se encogió de hombros, abriendo su propio locker en la hilera contraria y sacando su jabón y shampoo—. Nos vemos al rato, Quacks.

Alexis simplemente asintió y volvió a suspirar, pegando su cabeza al frío metal frente a él, tratando de que las palabras que el pelinegro le había dicho no le penetraran en el cerebro. Había intentado no pensar en el beso desde más temprano esa mañana, y lo logró mientras corría, mientras sentía el aire frío cortándole los pómulos e inhalaba tan profundo hasta que no quedaba oxígeno suficiente en su cabeza para formular ningún pensamiento; pero ahora, que habían más personas conscientes de lo que había pasado, no creía que fuera a ser tan fácil de ignorar.

De cualquier modo, ni en el más profundo de sus sueños, o en la más fuerte borrachera que se pudiera meter, había un solo espacio al que su mente pudiera huir que no tuviera grabado el nombre de Rubén.

Y sin embargo, seguía teniendo un miedo que se le aferraba al estómago ante la idea de volver a verlo.

Salió finalmente de los baños y se dirigió a los ascensores, necesitando ese tiempo extra de calma para pensar.

El resto de su día se basó en despertar a Roier para ir a desayunar algo, acompañar al tipo a la biblioteca para que pidiera unos libros prestados, acompañarlo después a una heladería en la que le compró un helado en agradecimiento por haberlo aguantado el día anterior, regresar a la cafetería a comer y finalmente encerrarse en su habitación el resto de la tarde para terminar su tarea y monitorear un rato la radio policial en busca de algún incidente. Cerca de las 9:00 p. m., escuchó sobre un robo a un banco que se estaba efectuando a unas cuantas cuadras de su universidad, por lo que rápidamente se puso el traje y se balanceó por los edificios hasta salir del campus y adentrarse a las ruidosas calles de la ciudad.

No le tomó mucho tiempo llegar a la escena. Se aseguró de que que su gorro estaba quieto en su lugar y luego se dirigió silenciosamente por las paredes hasta que estuvo a una distancia considerable del banco para poder escuchar lo que sucedía: al parecer, los policías ya estaban rodeando el lugar, con las puertas de sus patrullas abiertas y las pistolas recargadas en los marcos de las ventanas, con ellos arrodillados esperando el momento justo para disparar; por lo que podía escuchar, los asaltantes tenían a dos cajeros adentro como rehenes, esperando que la policía eligiera retirarse por su cuenta para que ellos pudieran salir libremente por la puerta de enfrente. Milagrosamente (o tal vez, debido a que ellos habían planeado ir a esa hora por lo mismo), no había habido clientes dentro del banco cuando comenzó el robo, por lo que los únicos desafortunados habían sido los cajeros en turno y un pobre guardia de seguridad que ni siquiera había tenido tiempo de sacar su arma cuando los ladrones le dispararon en el hombro; según veía, el hombre seguía respirando superficialmente, sin embargo, necesitaba ayuda médica con urgencia, si el charco de sangre que le rodeaba todo el brazo era algo a tomar en cuenta.

El cuerpo del guardia estaba fuera del banco, tirado a los pies de la puerta de entrada cerrada. Por los ventanales podía ver cómo los dos ladrones discutían entre ellos, cada uno tomando a un rehén por el brazo y con las armas siempre cerca de ellos. Estaban muy lejos como para ser una amenaza nuevamente para el guardia, aún así, si los policías o paramédicos mostraban señales de querer acercarse a moverlo a una ambulancia, los ladrones apuntaban sus armas a las cabezas de los rehenes y comenzaban a gritar amenazas, por lo que acercarse para ellos no era una opción.

Alexis analizó su situación; el banco se encontraba en una esquina, por lo que tenía ventanales de ambos lados y era de un estilo colonial, por estar tan cerca del centro. Había un metro aproximadamente de piedra por debajo de los ventanales, por lo que si Quackity era cuidadoso, podría arrastrar al hombre sin que los ladrones se dieran cuenta y podría llevarlo por atención médica.

Se escabulló hasta llegar a la parte trasera de una patrulla, y fue moviéndose lentamente detrás de las otras hasta llegar a una posición conveniente. Se aclaró la garganta para llamar ligeramente la atención de los policías y lanzó una telaraña hacia el zapato del guardia, tensándola y asegurándose de que no se soltaría.

—Ignórenme —murmuró Quackity—. Ni siquiera volteén a verme a mí o al guardia. Sigan en lo suyo y yo me encargaré de sacar al hombre de aquí.

Ni siquiera se molestó en ver qué expresión ponían los policias, pero al no recibir alguna respuesta verbal, comenzó a jalar rápidamente al guardia con su telaraña, arrastrándolo por la banqueta hacia él, fuera del campo de visión de los ladrones y esperando que el pobre hombre no se despertara por el ajetreo. Una vez que el hombre estuvo lo suficientemente cerca, Quackity se acercó a él gateando por el piso y despegó su telaraña, acuclillándose para cargarlo en sus brazos y preparándose para saltar el perímetro de las patrullas hacia las ambulancias.

Justo cuando estaba preparándose para saltar, una mujer policía se giró hacia él y le apuntó con su arma, gritando—: ¡OYE TÚ, ESPERA! ¿¡Qué crees que estás-...?

Su grito se cortó a medias debido al estruendo de un disparo y después de un vidrio estrellándose; todos los policías se agacharon detrás de las puertas de las patrullas y Quackity aprovechó para finalmente saltar y alejarse, analizando rápidamente mientras volaba en el cielo por su salto que, tal parecía, uno de los ladrones había disparado hacia arriba del ventanal, estrellándolo en el proceso y haciendo que los pedazos de vidrio de arriba cayeran hacia la banqueta, dejando un hueco. Afortunadamente, no había pensado en dispararle a nadie en específico, así que por ahora todos estaban ilesos (además del guardia).

—¡QUÉ CARAJO LES DIJE! —gritó uno de los tipos encapuchados, Quackity suponía que el que disparó—. NO SE MUEVAN, NO HAGAN NADA. LÁRGENSE Y DÉJENNOS SALIR Y NO MATAREMOS A NINGUNO DE ESTOS BASTARDOS.

—¡Deja ir a los rehenes y podremos negociar una solución! —le gritó un policía, uno de los que tenía el uniforme ligeramente diferente y por lo que Quackity pudo concluir que era el jefe—. ¡Les daremos lo que sea que quieran, pero dejen ir a los cajeros!

—¿¡Crees que soy imbécil!? —escuchó que el otro ladrón gritó de vuelta, mientras Quackity finalmente llegaba a la ambulancia y entregaba al hombre en sus brazos a los paramédicos, quienes lo recostaron rápidamente en una camilla y le asintieron en agradecimiento. Alexis se apresuró en volver a escabullirse hasta estar en su posición anterior, al lado de la mujer cuya patrulla estaba en el extremo derecho de la escena, dando hacia los demás locales de esa cuadra—. ¡Ya se los dije, lárgense y dejennos salir en paz y nostros regresaremos a los rehenes sanos y salvos!

—¡Sabes que no podemos hacer eso! —contestó el jefe con exasperación, arma en mano aún pero perdiendo su objetivo mientras se acercaba lentamente—. ¡No podemos simplemente irnos y dejarte! Devuelve al menos a un rehen y veré que puedo hacer con lo que me pides.

—¡NO! —gritó el ladrón, acercánose al ventanal del lazo izquierdo y llevando a una cajera agarrada de los pelos, el arma apuntando a su sien—. Me estoy hartando de ustedes. Si no se van en diez minutos, mataré a esta pobre hija de puta y después seguiré con el otro.

El jefe siguió intentando hablar con él, pero no recibió respuesta, y el encapuchado se quedó de ese lado, apuntando a la mujer y encajándole el arma en el costado de la cabeza, como para hacer énfasis en que lo que había dicho era verdad. Alexis aprovechó ese momento para analizar la estructura externa del lugar: afuera estaba oscuro, los demás locales ya habían cerrado y lo único que iluminaba la calle eran las lámparas públicas y la brillante luz blanca que provenía del banco; y ahora que el ladrón había cometido la estupidez de disparar hacia el ventanal, ahí tenía su puerta de entrada. Puede que, si se movía sigilosamente por el techo, detrás de las (curiosamente) lámparas de araña que colgaban de él, y llegaba hasta donde el otro ladrón estaba más al fondo y lo interceptaba, pudiera arreglar esta situación, pero necesitaba una distracción.

Quackity se acercó a la mujer y le tocó el hombro. Ella volvió a voltear sorprendida apuntándole con su arma, pero Alexis tapó el cañón con su mano, alzando su ceja hacia ella (aunque ella no lo pudiera ver). —Calma —le dijo—, tengo un plan.

—¿Y tú quién carajos eres? —le susurró la oficial, alejando su arma de él.

—Llámenme SpiderMan —dijo, muy a su pesar—. Y tengo un plan para poder rescatar a los rehenes, pero necesito que cooperen conmigo.

—No tienes ninguna jurisdicción —negó la mujer—. No te entrometas, debería arrestarte por siquiera estar aquí. No puedes estar aquí.

Alexis rodó sus ojos metafóricamente en su cabeza, mientras señalaba hacia el ventanal estrellado. —Pero soy el único que puede entrar por ahí —dijo.

Y pudo ver en los ojos de la mujer, cómo ella entendía lo que quería hacer, para después decir. —Mierda.

Una vez que le explicó su plan a la oficial, que básicamente consistía en que el jefe se acercara al ladrón que estaba por el otro ventanal y lo convenciera de que supuestamente ya se iban a retirar, pero que necesitaba que asegurara el bienestar de la mujer, para distraerlo y que no lo notara mientras se colaba.

Trotó hasta estar a unos cuantos locales del banco, y una vez que tomó una respiración profunda, se pegó a las paredes y comenzó a avanzar hasta que estuvo por arriba del ventanal del banco. Cuando estuvo frente a él, gateó hasta estar boca abajo agarrándose del techo y avanzó lentamente, escuchando de fondo las burlas y los gritos del otro ladrón. Logró llegar hasta topar con pared al fondo del banco, y al ver al otro hombre tan cerca sin aún notarlo, no pudo evitar sentirse con suficiencia. Lanzó una telaraña para cubrir el cañón del arma, y cuando el ladrón volteó a verla confundido por el movimiento, lanzó una a su boca para sofocar los gritos que daría. Rápidamente le pegó una patada en el pecho y lo lanzó contra uno de los escritorios que tenía detrás de él, rompiéndolo y noqueando al hombre en el proceso. Por el estruendo, el otro ladrón volteó rápidamente hacia él y Alexis colocó al otro rehén detrás de su cuerpo, protegiéndolo lo más que pudo con su silueta, y alzó las manos ante el hombre que le apuntaba con su pistola.

—¿Quién mierda eres? —preguntó, apuntándole y jalando a la cajera bruscamente por el brazo hacia él—. ¿Qué mierda quieres? ¿¡Quieres que te mate!? ¿¡QUIERES QUE LA MATE A ELLA!? —gritó, apuntándole nuevamente con el arma y jaloneándola—. ¡PORQUE SI NO TE LARGAS ES LO QUE VAS A LOGRAR!

—Yo... —dijo Quackity, y jo-der. Estar en una situación con rehenes era más difícil de lo que pensaba y, ciertamente, se había adelantado a la situación sin tener bien pensado su plan. Se devanó los sesos en milisegundos, pensando en qué hacer, algún plan elaborado, alguna maniobra inteligente, hasta que finalmente optó por un...—: ¡Cuidado! ¡Ese policía te va a disparar!

—¿¡DÓNDE!? —volteó el ladrón, y Quackity realmente no pudo creer que esa estupidez funcionara. Cuando el hombre se volteó y alejó el arma de la cabeza de la mujer, Quackity se impulsó clavando telarañas a cada pared y salió como resortera, atinando un golpe certero con sus piernas a la espalda del tipo y tirándolo contra el piso. Una vez ahí, Quackity aprisionó sus manos con telarañas al suelo y alejó el arma de él de una patada, para después voltear a ver a la mujer al lado de él, estupefacta,

—¿Te encuentras bien? —le preguntó.

La mujer volteó a ver al ladrón en el suelo (el hombre que había estado amenazando su vida por alrededor de media hora), después a él, luego nuevamente al hombre tirado, hasta que finalmente se avalanzó sobre él con los brazos abiertos y gritó: —¡Gracias, gracias, SpiderMan!

Casi le sacó el aire del pecho con el impacto que tuvo contra su cuerpo cuando lo abrazó, y de no ser porque en estos momentos era tremendamente homosexual por un hombre que ni siquiera le correspondía, esta sería una escena de película; con la mujer rubia, con su camisa blanca destrozada, guapa y alterada abrazando al héroe.

Si tan solo sus delicados brazos fueran los fuertes que lo habían sostenido tan cómodamente por su cintura; si tan solo esos dedos delicados con manicure fueran los callosos y mucho más largos que los suyos que le habían recorrido las mejillas la noche anterior... si tan solo fuera Rubén, nuevamente, sosteniéndolo fuerte y haciéndolo volar con el toque de sus labios contra los suyos sin necesidad de superpoderes para hacerlo literal.

Alexis alejó a la mujer de su cuerpo segundos después cuando ingresó la policía a esposar a los ladrones inconscientes. Se llevaron rápidamente a la mujer hacia una ambulancia y el otro rehén la siguió de cerca con otros policías, el hombre simplemente le agradeció con un gesto de la cabeza. Y a pesar de que no fue una gran escena como lo había sido el abrazo arrollador de la mujer, Quackity pudo ver el agradecimiento en su mirada, y eran esas pequeñas cosas las que lo motivavan a seguir siendo SpiderMan.

Suspiró, dejando salir un poco del estrés que al final de cuentas sí había experimentado, y se apresuró a salir por la puerta aprovechando la distracción de los policías con los ladrones. Si bien puede que necesitaran que diera su declaración o lo que fuera, bien podrían también detenerlo para arrestarlo, y él no pensaba arriesgarse. Se escabulló rápidamente hacia el fondo de la calle oscura donde ya todos los demás locales estaban en penumbras, y se adentró a un callejón para ocultarse y tomarse un momento para respirar.

Había sido una situación peligrosa, aunque ciertamente no había sido la más loca que había experimentado en todo su tiempo como héroe, pero se alegraba de haber ayudado.

Ahora, simplemente tenía que escalar las paredes para poder saltar por los tejados hasta llegar a su recá-

—¡Mono araña! —le gritaron, y todo su cuerpo se tensó. Cada fibra, cada célula de su cuerpo se quedó quieta, congelada en el momento en el que esa ronca y deliciosa voz lo había llamado por...—, ¿u hombre araña? ¿SpiderMan? No sé realmente cómo te gusta que te llamen.

Quackity tragó saliva y todavía no se dio la vuelta para enfrentarlo. Temía el momento en el que volvería a ver esos ojos verdes con toques de café, esa mirada profunda y suave que le diría que... que no recordaba nada de lo que había pasado entre ellos o que... que todo había sido simplemente un juego.

—¿Te... te interrumpo o algo así? Sé que es de locos hablarte en un callejón en medio de la madrugada pero, yo realmente quería decirte algo.

Quackity finalmente se giró a verlo y... y lo que vio en sus ojos fue... nada.

Pero no un "nada" malo, simplemente... nada. Un mero reconocimiento, una mirada curiosa que esperaba expectante a que dijera algo y, oh.

Oh.

Entonces recordó que a quien ese hombre había besado con tanta pasión y anhelo, al que había tomado entre sus brazos con tanta necesidad y deseo había sido a... Quackity. No a ese personaje con máscara y gorro extraño que estaba a punto de trepar como el exorcista las paredes de las calles de Massachusetts.

Se aclaró la garganta y se acercó un poco a él, juntando sus propias manos. —¿Es importante? Yo realmente necesito irme ahora —murmuró, tratando de hacer sonar su voz más gruesa.

—Será rápido, lo prometo —dijo, alzando sus palmas en señal de honestidad—. Es que yo estaba caminando por aquí y, vi todo lo que pasó. Vi cómo salvaste la noche, y la vida de esas personas, y no pude evitar recordar que yo... necesitaba agradecerte. Por salvar la mía, también, hace tantas semanas.

Quackity frunció el ceño por detrás de su máscara y negó con la cabeza. —No necesitas agradecerme —aseguró—. Simplemente deja de meterte en problemas, como ese día. O como hoy, que estabas aquí y pudiste terminar involucrado. No necesitas que ni yo o tus amigos te salvemos. Puedes cuidarte solo.

Con eso, se giró, pero volvió a tensarse y detenerse cuando escuchó a Rubén decir: —Es tan obvio...

Volvió a girar hacia él y lo miró. —¿Perdón? —dijo.

—N-no, nada —murmuró Rubén, agitando sus manos y con un rubor creciendo en sus mejillas—. Simplemente me preguntaba si... era tan obvio que siempre era yo al que tenían que salvar y que yo no... soy nunca el que salva a sus amigos.

Quackity volvió a fruncir el ceño, a pesar de no poder ser visto, y se acercó nuevamente a él. —No sé exactamente a qué te refieras —contestó—, pero creo que no tiene absolutamente nada de malo ser salvado, pero creo que es mil veces mejor salvarse a uno mismo. Lograr las cosas por mérito propio, ser tu propio héroe, salir adelante. Estar lo suficientemente bien como para ser el que salva a los demás —dijo—. No sé si esa sea tu pregunta, pero no veo que seas débil. Simplemente te gusta... estar en el peligro, al parecer. Lo mejor sería que te cuidaras a ti mismo y dejaras de preocupar a los demás. No es lindo, sentir que tuviste la oportunidad en tus manos de salvar a alguien y que no lo pudiste lograr. O que ellos no quisieron ser salvados... En fin, hasta luego.

No dejó espacio para que le diera una respuesta, y salió disparado hacia arriba, logrando volar hasta medio edificio para comenzar a escalar hasta el techo a partir de ahí; pero aún así alcanzó a escuchar cómo los suaves labios de Rubén murmuraban: —Gracias otra vez, mono araña.

Y a pesar del frío aire de la noche que le raspaba aún a través de su traje, a pesar de la rápida carrera que emprendió camino a su campus y a su cama, pudo sentir cómo sus mejillas se calentaban al procesar la idea de que tuvo otra vez enfrente al único hombre capaz de acelerar sus latidos y que, peor aún, después de ese beso no habían disminuído siquiera un poco. Todo lo contrario.

Mierda, pensó.

Mierda, mierda.

No importa si es como Quackity o como Spiderman, Rubén, ¿qué me has hecho?

¿Qué voy a hacer con esto?

[...]

¡Hola, hola! Sigo viva, sí, gracias. Feliz navidad, año nuevo, san valentín, día de la primavera, etcétera jajaja.

Ya no me voy a disculpar por las tardanzas, porque sería muy hipócrita de mi parte, simplemente quiero decir que... soy una persona muy lenta.

Creo que mencioné que ya había iniciado este capítulo desde el anterior (jeje), sin embargo llevaba como 1,000 palabras y apenas ayer escribí las otras casi 5,000; no tengo perdón.

Como sea, este capítulo siento que estuvo bastante aburrido y no tuvimos interacciones en sí, sin embargo es necesario un poco de lore y aventuras del quackity spiderman. Díganme, ¿qué les pareció? ¿Qué creen que pasará después? El siguiente capítulo lo escribiré desde el punto de vista de Rubén :), así que espérenlo con ansias (y espero que pronto).

Sin más que decir, Soff.

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⏰ Última actualización: Apr 09 ⏰

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Quackity: a través de nuestros corazones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora