02 Charlas familiares

723 39 0
                                    

NARRADOR EXTERNO

En la casa de Rosario Montes, la tensión parecía a punto de explotar.

—Cada vez se toman más libertades conmigo, muchachas -exclamó Rosario mientras lanzaba una mirada de reproche. ¿Por qué no me avisaron que Monserrat venía a San Marcos? Es imperdonable.

Monserrat, siempre con su actitud desafiante, no se dejó intimidar.

—Si te molesta mi llegada, mamá, puedo irme —dijo sin rodeos.

Muriel, siempre protectora de su hermana menor, intervino.

—Si ella se va, yo también, mamá.

Rosario bufó con cansancio, como si hubiera escuchado estas amenazas demasiadas veces.

—No empiecen con sus amenazas.

Muriel se cruzó de brazos.

—No son amenazas, mamá. Si tanto te molesta que estemos aquí, podemos irnos a un alojamiento.

Rosario se dejó caer en el sillón, su postura denotaba el agotamiento emocional.

—No es que me moleste que estén aquí. Me tomó por sorpresa, eso es todo. Y odio que se metan en mis asuntos, sobre todo en los de negocios.

Monserrat no se quedó callada.

—El asunto de los caballos tenía que ver con nosotras, mamá. ¿Qué es lo que realmente te molesta?

Rosario lanzó una mirada sombría, su voz se suavizó mientras se victimizaba, como solía hacer.

—No quiero que estén cerca de esos muchachos. ¿Ven lo que me pasó a mí cuando los traté?

Muriel, intentando calmar a su madre, se sentó a su lado.

—Mamá, esos muchachos no parecen malos. Vinieron a disculparse.

Monserrat, por su parte, no ocultó su frustración.

—¿Y cómo querías que te reciban si eras una extraña para ellos?

La actitud de Rosario cambió en un instante, y su voz se llenó de rabia.

—¡No entiendo por qué los defienden! Yo soy su madre, ¡y les prohíbo que se acerquen a ellos!

Monserrat rodó los ojos con exasperación.

—Ya no puedes prohibirnos nada, mamá. Somos adultas y sabemos con quién relacionarnos.

—Si se van a quedar en mi casa, tendrán que seguir mis reglas —respondió Rosario, recuperando un tono autoritario.


Muriel, decidida a no ceder terreno, fue tajante.

—No nos vamos a someter a tus reglas, mamá. Si no te gusta, nos vamos a un alojamiento.

Monserrat asintió y añadió.

𝐅𝐈𝐄𝐑𝐀 𝐈𝐍𝐐𝐔𝐈𝐄𝐓𝐀 - 𝐋𝐞𝐨𝐧 𝐑𝐞𝐲𝐞𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora