Mamá

955 68 1
                                    

- ¿Qué has hecho? Dijo Sam molesta con su asistente quien acaba de derramar por accidente la taza de café sobre ella.

- Discúlpeme señora jefa. Le pidió disculpas casi al borde de las lágrimas.

Sam se había vuelto una persona aún más fría, más cerrada y más cruel con los que la rodeaban.

- Tengo una reunión en cincuenta minutos ¿Se supone me voy a presentar así? Señalando su ya arruinado atuendo.

- Señora jefa, iré a su casa por un cambio, o puedo ir al centro comercial a comprarle algo nuevo.

- Como si tuvieras buen gusto, déjalo, iré yo misma. Sentenció después de verla con desprecio. Sam tomó sus llaves y se marchó de la oficina, mientras todos sus colaboradores la veían con miedo.

Su cabeza iba como siempre dando vueltas, pensando y sobre analizando cada cosa que veía, con su extraña manera de percibir el mundo. Había elegido un traje gris para no variar su color favorito. Un blazer entallado con hombreras abultadas que remarcaban su esbelta cintura.

Estaba en el centro comercial a punto de cruzar la acera para subir a su auto, iba caminando de prisa musitando cosas con molestia cuando sintió unos diminutos jalones a su pantalón.

- Mamá, mamá, eres tú. Dijo la pequeña voz.
Sam miró hacia abajo y al ver a esa pequeña niña, miró hacia todos lados confundida.

- Mamá, mi mommy se pondrá feliz.

- ¿Niña estás perdida? ¿Dónde está tu mamá? Sam se agachó para hablar con la niña, de vez en cuando su bondad y dulzura se aparecían.

- No, aquí estoy mamá. Dijo tierna y emocionada la pequeña.

- ¿De qué hablas? Yo no soy tu mamá. Dijo asustada y un tanto ofendida, no sabía que el que alguien le llamara de esa forma podría causarle esa extraña sensación.

- Si mamá, siempre te veo en la fotos y mommy me cuenta de ti.

Sam no sabía cómo procesar lo que está pequeña y confundida niña le decía.

- Mamá, eres muy bonita. La niña se arrojó a sus brazos. Sam no pudo más que rodearla con sus brazos de vuelta para detener a la niña de caer y también intentando encontrar su propio equilibrio.

- Sumi, ahí estás. Se escuchó una voz agitada.
Esa voz que Sam reconocía a la perfección. Sin soltar a la pequeña volteó con los ojos totalmente abiertos para cerciorarse que su mente no le estuviera jugando una mala broma.

- Mon. Dijo con un hilo de voz.

Mon se frenó al ver los ojos de Sam, esos ojos que eran tan familiares que le atemorizaba. ¿Qué hacía abrazando a Sumi?

- Mommy, mira, encontré a mamá.

Sam la miro con asombro, no podía procesar todo.
Uno, ahí estaba la que había sido su esposa, el amor de su vida, la persona que a la fecha le causaba un vacío inmenso.
Dos, su pecho estaba oprimido ¿Cómo es que Mon, su pequeña Mon era madre de una niña?
Tres. ¿Qué hacía aquí? Ella vivía en Londres desde la separación.
Cuatro ¿Por qué esta niña no dejaba de llamarla mamá?

- Amor ven, me asustaste. No debes separarte nunca de mi, lo sabes. Mon ignoró todo por un momento, no había nada más importante que el bienestar de su hija.

- Es que vi a mamá y corrí para abrazarla.

- No debes molestar a extraños amor, vámonos. Mon tomó con prisa la mano de la pequeña y comenzó a caminar.

Sam se incorporó de pie, y aunque quería detenerla y hacerle mil preguntas no pudo reaccionar, sólo las observó partir. La pequeña no dejaba de intentar voltear para verla y despedirse agitando su tierna manita.

¿Qué fue todo eso? Pensó Sam.

Algo en común Donde viven las historias. Descúbrelo ahora