18 de Diciembre, interior del palacio del Rey Ratón
No sabía cómo, pero alguien había filtrado información de la enfermedad de su abuela a todos los medios de comunicación locales el día anterior, y no contentos con eso, habían logrado que la noticia llegara un par de horas después al resto del mundo, así que todos sabían lo que estaba pasando con la Reina Madre. Arrugó el periódico y estuvo a punto de echarse a llorar de la rabia que sentía en ese momento, aunque bien sabía que eso no sería posible porque era el gobernante de la nación y si perdía el control las cosas sólo se complicarían más, y ya tenía demasiado problemas encima.
Se llevó una mano al rostro, un dolor de cabeza empezaba a manifestarse, uno de esos que lo acompañaría por el resto del día si no tomaba algo para calmarlo. Pero antes de que pudiera decidir que hacer, hubo un par de toques a la puerta y el sonido de que esta se abría sin que la persona al otro lado esperara por una respuesta.
—Su majestad, lamento molestarle pero ha llegado una invitación diplomática que creo vale la pena aceptar— volteó a ver un poco molesto al recién llegado, sabía que él no tenía la culpa de nada, pero en ese momento en verdad deseaba estar a solas un momento. Además, había entrado de una forma demasiado impertinente.
—Puedes dejarla sobre la mesa, me aseguraré de contestar en cuanto pueda— intentó sonar casual, e internamente agradeció el hecho de que todos sus ayudantes fueran Betas, de lo contrario la nube de feromonas que expresaban su enojo lo hubieran delatado. Escuchó al hombre acercarse un poco para dejar la carta donde le habían indicado y luego salió apresurado golpeando la puerta un tanto fuerte al hacerlo.
Cerró los ojos con frustración y decidió que lo mejor sería utilizar supresores ese día, y tal vez un collar para ocultar su aroma, tenía la agenda llena de reuniones y sabía que la mayoría estarían plagadas de Alfas que podrían malinterpretar su capacidad de controlar sus feromonas y eso no sería para nada bueno . Así que dejó el maltrato periódico sobre la mesa, ya se encargaría luego de abrir un investigación para confirmar quien se había atrevido a filtrar la información de su abuela.
Ajustó su chaqueta antes de emprender el camino a su habitación, sabía exactamente qué tipo de supresores tomaría y el collar que pondría en su cuello, tenía un par de horas antes de ir a la primera reunión del día así que podría ir a ver a su abuela con tranquilidad. Pasó al lado de la mesita donde el impertinente de antes había dejado la carta y por el rabillo del ojo pudo distinguir fugazmente el sello estampado en la parte de atrás. Se detuvo de golpe y la tomó apresuradamente para comprobar que sus ojos lo no estaban engañando, que el sobre tenía el emblema de los lobos negros, y sus manos temblaron ligeramente al comprobar que no se había equivocado.
Abrió la carta casi con desesperación y leyó el contenido con los ojos bien abiertos, con el corazón latiendo cada vez más fuerte a cada palabra, y cuando terminó sintió como si todo su cuerpo palpitaba al mismo ritmo… porque en sus manos había una solicitud para que fuera en tres semanas al territorio de los lobos negros para negociar los términos de una posible alianza.
La esperanza brilló en su rostro, la doctora había dicho que sólo en ese territorio su abuela podría recibir el tratamiento que podría salvarla, así que si aceptaba la invitación y daba el sí a cualquier demanda que le hiciera para unir los territorios… al fin tendría una oportunidad para al menos intentar curar su enfermedad.
Sonrió, cómo no lo hacía desde que su abuela había caído en cama, y con renovadas fuerzas corrió a su habitación para tomar sus supresores y el collar. Terminaría todas sus reuniones lo antes posible porque así podría reunirse con el ministro de relaciones exteriores para empezar los planes para el viaje. Sabía que probablemente habría muchos opositores debido a lo mala que era la reacción con los lobos negros hasta el momento, pero él no iba a permitir que le negaran esa oportunidad.
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El Arreglo
FanfictionCuando tocas fondo dicen que sólo puedes salir hacia arriba, pero para el joven Rey de una nación en bancarrota las cosas parecían hundirse más y más cada día. Los tesoros se acababan y con su abuela en cama enferma decidió al fin ver las ventajas s...