VI

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La luz de la luna bañaba suavemente los terrenos del palacio, creando un escenario etéreo donde las sombras se entrelazaban con la belleza de la noche, en medio de ese cuadro de luz y oscuridad, Rubius avanzaba encapuchado con pasos sigilosos, con...

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La luz de la luna bañaba suavemente los terrenos del palacio, creando un escenario etéreo donde las sombras se entrelazaban con la belleza de la noche, en medio de ese cuadro de luz y oscuridad, Rubius avanzaba encapuchado con pasos sigilosos, conservando la mirada fija en aquel hombre solitario que yacía a la distancia, Luzu, el muchacho de los ojos carmesís.

Con una expresión ceñuda, Rubius mantuvo su distancia mientras lo observaba de pie al lado de uno de los estanques en el jardín del palacio, su objetivo sostenía una canasta con gracia, repleta de diversas plantas que utilizaría más tarde para estudiar.

Luzu continuó su caminata, perdido en sus pensamientos y encantado con la imagen de la superficie del agua en la que se reflejaba la luz lunar, la cual creaba un conjunto mágico de luces y sombras en su rostro. Después de regresar a tierra, pareció sentir la presencia de Rubius y se volvió hacia él con una sonrisa amable, como si lo hubiese estado esperando.

—No tienes que quedarte en las sombras, acompáñame si lo deseas.

Rubius frunció el ceño, algo perplejo por la invitación que acababa de recibir, pues lo normal habría sido que se asustara o enfadara al darse cuenta de que estaba siendo vigilado. Desconcertado, salió de la penumbra en un momento de indecisión y avanzó con pasos desconfiados, llegando hasta su lado.

—No estoy aquí para socializar. —dijo evitándole la mirada —Estoy aquí para asegurarme de que no tienes intenciones peligrosas hacia mi príncipe.

—No creo que necesites preocuparte por eso, Rubius— Luzu rio suavemente, su risa eran tan cálida que parecía iluminar la noche —No tengo intención de lastimarlo.

—Recuerda que si intentas algo raro, no dudaré en romperte las piernas nuevamente.

—Lo tendré en cuenta, aunque espero que no sea necesario llegar a esos extremos, —asintió con una sonrisa juguetona, sin parecer afectado por la advertencia —pero me parece curioso que estés al tanto de eso

—Es mi deber saberlo —gruñó ligeramente —como su guardaespaldas, debo saber todo acerca de cualquier persona que desee acercarse al príncipe.

Luzu asintió nuevamente, aunque fuera incómodo el que su información personal fuese así de fácil de obtener, entendía que la tarea de Rubius era importante, si él fuera el guardaespaldas de Wilbur, sería incluso más precavido.

A medida que caminaban junto al estanque, el menor compartió detalles sobre el paisaje y la historia del lugar, describiendo cada planta y árbol con una pasión que resultaba contagiosa, cosas que aprendió durante sus largas tardes de estudio.

El guardaespaldas no pudo evitar sentir que algo en la actitud relajada de su acompañante comenzaba a derretir un poco su hostilidad, ni siquiera se dio cuenta cuando su propia sonrisa hizo acto de presencia, pero Luzu sí lo notó, y eso lo tranquilizó.

El ojicarmín tomó una pequeña flor blanca, sus pétalos eran suaves y su centro amarillo, explicó que era una flor con la propiedad de ayudar a disminuir problemas digestivos si se preparaba correctamente en tés, mientras, Rubius miraba con atención, asintiendo tras cada palabra que salían de sus labios, embelesado por la pasión con la que se expresaba.

Limbo ཐིཋྀ LuzburDonde viven las historias. Descúbrelo ahora