XVII

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El césped danzaba con la suave brisa del atardecer, las copas de los árboles se tambaleaban con gracia y las aves comenzaban a regresar a sus hogares volando triangularmente en el cielo

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El césped danzaba con la suave brisa del atardecer, las copas de los árboles se tambaleaban con gracia y las aves comenzaban a regresar a sus hogares volando triangularmente en el cielo. Bajo el cálido resplandor del sol descendiente, Wilbur y Luzu yacían recostados, compartiendo su espacio bajo el grueso tronco del sauce llorón, siendo ese el lugar que eventualmente se convirtió en su propio rincón de paz.

Luzu se acomodó, descansando su cabeza en los muslos de Wilbur, quien acariciaba con ternura el cabello del joven mientras leía uno de sus preciados libros.

Una pequeña caricia del viento hizo que el ojicarmín levantase la mirada, encontrándose con el rostro de su prometido. Contempló cada detalle de él, desde sus ojos centelleantes hasta la pequeña curva que aparecía en la comisura de sus labios al sonreír, cada rasgo de su ser era más precioso que cualquier joya que pudiese haber en el palacio.

Lentamente, cerró sus ojos para continuar disfrutando de esa tarde en compañía, sin embargo, un fuerte golpe en su rostro lo hizo despabilar y levantarse con rapidez. Mientras sobaba su nariz, notó que el objeto autor del golpe que recibió fue nada más ni nada menos que el libro que momentos atrás, Wilbur sujetaba en manos.

Tras admirar el libro por uno o dos segundos, Luzu llevó su mirada a menos de un metro hacia la izquierda, donde Wilbur se encontraba tumbado sobre el césped, hundido en la inconsciencia.

Un suspiro escapó de los labios del menor, quien se aproximó a su acompañante y cambiando los roles, colocó su cabeza sobre sus muslos para que pudiese descansar apropiadamente. Con cuidado le retiró sus anteojos y los guardó en uno de los bolsillos de su saco, no pudo evitar pensar en lo radiante que lucía Wilbur con y sin sus lentes, no era como que su rostro cambiase radicalmente, pero le daba un aire diferente.

Repentinamente, una voz familiar se acercó a ellos con un saludo amable, era Dream, quien se aproximaba cada vez más rápido al ver el estado del príncipe.

—¿Está bien? —preguntó el rubio, poniéndose de rodillas a su lado.

—Otra vez se quedó dormido —suspiró Luzu, omitiendo el detalle de que Wilbur dejó caerle un libro sobre la cara.

Dream asintió, tratando de tomárselo con calma, no terminaba de acostumbrarse y tal vez nunca lo haría. Un mes había transcurrido desde que Wilbur despertó, a pesar de que todo lucía relativamente normal, los desmayos se convirtieron en una secuela que llegaban en cualquier momento o lugar sin aviso previo.

Desde quedarse dormido en medio de la cena, hasta caer inconsciente en medio del pasillo, no había forma de anticiparlo, y ahora era parte de su vida diaria. Era por ello por lo que Luzu decidió que no lo dejaría solo, ¿cómo podía estar seguro de que no se quedaría dormido mientras hacía algo peligroso?

—Vine a traerte algo, Luzu, guárdalo bien —de su bolsillo trasero, Dream extrajo una varita alargada, hecha de madera oscura.

—Esa no es mi varita. —replicó —Creo que te equivocaste...

Limbo ཐིཋྀ LuzburDonde viven las historias. Descúbrelo ahora