1. Introducción

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"Obedece y no reproches"
"Calladita te ves más bonita"
"Siéntate y guarda silencio"

Desde niña fui educada solo para cumplir los deseos de los demás sin importar los míos, a solo responder con un "sí" a todo lo que se me pedía, proponía u ordenaba.

Crecí en un orfanato, fui criada bajo estricto órden religioso por unas hermanas que más que educarnos para valernos en la vida nos prepararon para seguir el camino de la abnegación y sumisión totales. Cuando cumplí la mayoría de edad por fin fui libre de aquel régimen lleno de opresiones pero fue demasiado tarde, el daño ya estaba hecho.

No tardé mucho para conseguir mi primer empleo, pero en vez de evolucionar en él, me quedé estancada en las sombras y fui siempre superada por compañeros y compañeras más valientes que yo, pues en mi mente siempre estaba esa inseguridad y las palabras de mis criadoras: "no hagas nada a menos que te lo pidan", así que no di un paso más allá de lo que se me exigía y poco a poco fui relegada.

Cansada de ser tan solo una simple mensajera que hacía los mandados en la oficina, decidí probar suerte en un prestigioso despacho de construcción, el puesto de asistente del director de dicha empresa estaba disponible, y muy independientemente de mi crianza restringida, tuve una buena preparación académica, así que decidí postularme para dicho empleo. Imaginen mi sorpresa cuando fui contratada para estar al servicio del afamado arquitecto Diamante Black.

En un principio todo marchaba de maravilla como lo es cualquier relación cordial entre jefe y empleada. La verdad es que el hombre en cuestión era un poco frio, pero por alguna razón que ni yo misma comprendo, algo me atrajo de él y comenzamos a salir hasta que, después la convivencia y el conocernos más a fondo, nos convertimos en marido y mujer en medio de múltiples obstáculos y señalamientos de la sociedad, entre otras cosas porque Diamante es diez años mayor que yo, y porque su situación sentimental no era la que yo creía.

Jamás me importó la diferencia de edad pues, pese a ello, Diamante luce bastante bien. Es un hombre bastante elegante, siempre cuidando su apariencia para dar una buena imagen a sus clientes.

Cuando me casé con Diamante creí que mi vida sería color de rosa, pero no lo fue del todo. Sé a la perfección que todas las parejas pasan por diversos problemas, y los nuestros comenzaron cuando tuve que dejar mi satisfactorio empleo para convertirme en una ama de casa dedicada, pues aún cuando eso me hacía feliz, era impropio que la esposa del gran arquitecto Black tuviera la necesidad de trabajar.

—¿Qué crees que dirán mis socios, mis clientes y nuestros conocidos? A partir de hoy, tu lugar es en la casa. No tendrás que preocuparte por nada pues tengo lo suficiente para solventar cualquier gasto o imprevisto así como para darte la vida de reina que te mereces— fue lo que dijo y lo acepté. La verdad no estaba muy de acuerdo con su decisión, pero, ¿quién era yo para contradecirlo? Además, si lo analizaba bien, él tenía cierta razón, ahora yo era su esposa y ya no me gobernaba sola, tenía que hacerlo feliz de todas las formas posibles, y esta era la primera de muchas.

Después de un tiempo, todo transcurrió normal, teníamos algunas diferencias pero nada que no se pudiera solucionar, aunque la principal cosa que nos provocaba rencillas hasta la actualidad era mi aparente infertilidad. Desde que nos casamos supimos que queríamos ser padres, pero por más que intentábamos sin cuidarnos, no he logrado concebir. En ocasiones eso es tan frustrante, sobre todo cuando llegan sus reproches, pero en ocasiones lo olvida y las cosas mejoran un poco.

—Serena, debo viajar a Alemania, mi socio y yo logramos expandir la compañía y debemos mudarnos para ocuparnos de la nueva sucursal— esas palabras fueron el inicio del cambio en mi vida, pues aunque no estuve de acuerdo, él se fue, preparó todo y un mes después llegué yo a su encuentro a una ciudad que no conocía, donde no tenía amigos ni nadie cercano.

Confieso que lo extrañé mucho, fui inmensamente feliz cuando lo volví a ver, y creí que ese cambio de aires nos caería de maravilla, y así fue, al menos para mí.

Con tanto trabajo, Diamante pasaba la mayor parte del día fuera de casa, dejándome en la completa soledad. Ni siquiera se me permitió tener un perro para acompañarme pues Diamante seguía diciendo que en cuanto yo tuviera un hijo, cualquier mascota saldría sobrando. Mi soledad siguió así hasta que un día encontré la compañía de alguien, de un joven diez años menor que yo que hacía mi vida más divertida y que me enseñó a descubrir cosas de mi misma que ni yo sabía que existían y que podía hacer.

Siempre fui sumisa, abnegada, obediente, la que se sacrificaba por todos. Siempre fui la chica que cortó sus propias alas para complacer al mundo entero antes que a mí... Hasta que alguien me enseñó a volar...

... Y en medio de ese vuelo, tropecé y caí directo del cielo al pavimento, pues todo mi mundo se desmoronó cuando mis deseos más prohibidos e inmorales y mi infidelidad salieron a la luz.

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