6. Diferencias De Hombres

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Darien salió de la casa y me puse en acción para hacer lo que me faltaba. Corrí hacia el refrigerador y tomé lo necesario para hacer un pequeño emparedado que me ayudara a matar el hambre mientras daba la hora de la flamante cena. Una vez que terminé de medio comer corrí a mi habitación y me di una ducha. Salí, me coloqué el vestido que Diamante me había pedido usar y peine mi cabello en un recogido con algunos mechones sueltos en el rostro.

Enseguida, tomé mi maletín y comencé con la rutina de maquillaje, sin olvidar antes colocarme crema limpiadora y mi serum facial, ese que Diamante me había comprado en una prestigiosa tienda para que mi juventud no se fuera tan pronto. Una vez hecho esto, me maquillé lo más natural que pude pues la verdad no me gustaba lucir exagerada o parecer una mujer que estaba dispuesta para la cacería, ya saben a qué me refiero.

Estaba casi a punto de terminar cuando escuché la camioneta de Diamante estacionarse en el exterior. Eran apenas las siete de la noche y mi esposo había llegado una hora antes de lo previsto. Por fortuna solo me faltaban los accesorios y elegir un bolso pequeño.

Pasaron escasos minutos cuando escuché que Diamante abría la puerta de la casa y subía los escalones hasta llegar a nuestra habitación.

—Me alegra que estés lista— me dijo colocándose detrás de mí mientras yo aún estaba sentada frente al tocador.

La verdad es que no sabía si aún seguía molesto pero no quería que lo estuviera, deseaba que esta noche fuera especial así que me levanté y se lo pregunté frente a frente.

—¿Aún sigues enojado?— mi voz sonaba un poco entrecortada.

—Lo siento, Serena. No fue mi intención tratarte de ese modo, es solo que no me gusta llegar tarde, sabes que la puntualidad es más que prioritaria para mi y ya era tarde. Se que no tuviste la culpa de nada y quiero que me disculpes, por favor— en el fondo yo sabía que siempre era así, Diamante se molestaba por algo, discutíamos y luego pedía perdón, pero estaba tan acostumbrada que siempre caía en su juego, una y otra y otra vez.

—No te preocupes, si tu estas bien, yo estoy bien— le dije y corrí hacia el refugio de sus brazos, cosa que él correspondió.

—Hueles delicioso— susurro al percatarse de que me había colocado mi perfume con aroma a durazno. —Si no fuera porque tenemos que irnos te haría mía en este momento, luces tan sexy— me encantaba cuando mi esposo reconocía que después de diez años aún le gustaba.

—No, señor, ya pasa un poco de las siete y no quiero que su obsesión con el tiempo arruine esta noche así que mejor apresúrese a arreglarse— él solo asintió con la cabeza y se alejó de mí.

Mientras Diamante se duchaba me coloqué unos pendientes y una gargantilla que él me había regalado cuando cumplimos los diez años de matrimonio. Luego, le preparé un traje blanco que aún no había estrenado, una camisa azul claro y una corbata oscura.

—Mi esposa sí que tiene un buen gusto— reconoció Diamante cuando salió y vio las prendas que había elegido para él, yo solo sonreí emocionada por la noche que tendríamos.

Unos minutos más tarde, Diamante estaba listo, con su cabello bien peinado y oliendo a esa fragancia que tanto me gustaba. Sé que ya les dije esto una y otra vez pero en verdad, mi esposo era bastante atractivo. Sus cuarenta años no aparentados le daban más seriedad y sabiduría. En verdad estaba enamorada de Diamante, eso no había cambiado con los años. Quedé prendada de él desde la primera vez que lo vi y mis sentimientos seguían intactos.

—Pues vámonos es hora y no quiero llegar tarde— Diamante habló y me ofreció su brazo para salir de la casa. Una vez afuera, me dirigió hasta la puerta del copiloto de su camioneta y de forma bastante amable abrió la puerta para que yo subiera y enseguida lo hizo él.

Deseos prohibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora