II

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Un chillido suspendido. Los ojos saltones de la bella joven de escasos recursos que terminó por trabajar en un burdel para cubrir los gastos de su hijo pequeño, se zarandearon de un lado a otro, siempre cayendo inevitablemente en la dentadura de su perpetrador, que como un trofeo, exponía abiertamente. El repulsivo hedor que salía de su boca llegaba a las fosas nasales de la prostituta, causándole un revoltijo en su estómago; desesperada incrustó sus dientes en la mano que ahogaba su llanto e impedía pedir auxilio. Estaba esmerada en querer perforar esa piel callosa, pero no veía ningún cambio en el rostro frío del hombre.

Ella se preguntaba si estaba viviendo de verdad esto. ¿No era esto una ciudad protegida? ¿No es el Sector Galante seguro para todas? ¿Qué le deparará a mi niño? Al parecer desconocía lo peligroso que continuaba siendo su labor pese a la evolución de la sociedad. La Ciudadela Sixta, el único lugar donde la especie humana había evolucionado para olvidar sus prejuicios, su naturaleza maliciosa y su torpeza, dándole paso a una nueva mentalidad. No obstante, La Ciudad de los Pecadores poseía el índice criminal más alto a pesar de ser mínimo para naciones externas. ¿Por qué? Su necedad. Una terquedad y presión en los habitantes por, avanzar.

Había comenzado con unos tragos, el hombre se hizo pasar como un habitual cliente, se sorprendería uno al saber la cantidad de gente que va a resguardarse allí, o a ahogar sus penas con alcohol, una dulce compañía o una breve instancia de placer, todas esas emociones negativas siendo originadas por estrés en el trabajo, un matrimonio fallido o sencillamente por la insensibilidad de la sociedad moderna. Y ella, acoplándose al régimen hipócrita que tenía que seguir, acompañó al melancólico hombre a un lugar privado. Era claro que la tentación de sacarle mucho más dinero estaba ahí; se dice que cuando uno está ebrio, el dinero cae a la mano.

Por algún mórbido motivo, el perpetrador se desesperó, soltó a la chica luego de empujarla hacia atrás, a la espera de que la chica se defendiera, pero tan pronto se encontró desconcertada en esa situación, se dio media vuelta y quiso echar a correr. Sin embargo, todo movimiento suyo fue detenido al instante, solo se bastó un golpe en su cabeza, a mano desnuda. Se oyó como el cráneo se quebró.

—Ella... ¿murió? —se hizo esa pregunta. Tan sumamente extrañado que pareciera que él hecho de morir fuera una acción sorprendentemente ajena—. Oye, hey... ¿Es en serio?

La llamó. Al no obtener respuesta se agazapó al cuerpo, sujetó su cabello y alzó su cabeza, su boca entreabierta a la espera de moscas le hizo alzar una ceja. Les echó un vistazo al brillo café de sus ojos, que ahora permanecían estáticos y apagados. Como los de una muñeca de trapo vieja. Unos segundos más tarde, un hilo de sangré comenzó a brotar de la herida en su cabeza a través de su cuero cabelludo.

—Ah, de verdad está muerta... —musitó él. Se apresuró a rascarse la cabeza, confundido por su próximo movimiento—. Tenía un montón de ideas nuevas...

Nuestro depredador se sentó encima de un contenedor de basura, totalmente en calma se dedicó a echarle un vistazo al cuerpo sin vida de la mujer que rondaba los veintisiete años de edad, y que su amor por su hijo la hizo continuar en esa labor. Tenía una semana que había escuchado de los problemas que un hombre le causó a una compañera suya obligándola a abandonar su distrito. Una mujer como ella que vislumbraba una brillante carrera en enfermería tuvo un tropiezo... No, una trágica casualidad donde unos compañeros de su universidad la emborracharon en una fiesta, y la violaron. Pero, ¿de verdad fue una casualidad? Para empezar, ¿se le puede llamar una violación orquestada por terceros, como casualidad?

Era algo mucho peor. Lugh la llamó una causalidad, y el Hombre de Gran Fe la llamó una coincidencia. ¿De verdad fue así? Si el chico que tuvo la idea de violarla no hubiera tenido resentimiento luego de haber sido rechazado por ella, no habría sucedido. Entonces, si la chica no hubiera consolado amablemente al chico luego de la ruptura este no habría tenido una fijación por ella. De ser así, si la novia del chico no hubiera decidido terminar esa relación ese día que la desafortunada chica salió de sus clases, no se habría encontrado con su violador. ¿No? Pero de ser así entonces si el estricto padre de la novia no hubiera pensado que esa relación era dañina gracias a que encontró patrones similares con la relación que tuvieron sus padres cuando era un niño, no habría exigido a su hija alejarse. Y en cuyo caso, si el abuelo de la jovencita no hubiera sido iluminado por ese supuesto Dios que causó un exigente reglamento matrimonial y violencia, nada de esto, de todo lo que desencadenó, habría ocurrido.

El Abismo de las Entidades: Aka SavantDonde viven las historias. Descúbrelo ahora