❝sobre el crimen y el castigo❞
𝓕ue difícil llegar hasta el segundo piso sin tambalearme, evitando parecer un borracho que prefirió beberse todo el whiskey a las seis de la mañana en vez de hacerlo durante la noche. Aunque, en cierta parte, sí estaba ebrio, solo que de recuerdos. Despertarse tarde, alcanzar a lavarse los dientes y tomar medio trago de agua no ayudaba a ahuyentar esa incomodidad que perduraba en alguna zona de mi cuerpo. Tuve en mente que ese estado era transitorio, algo personal que no debía exteriorizarse, pues las angustias eran parte de uno mismo, no de otros.
Sin embargo, al alcanzar el pupitre habiendo sobrevivido a la guerra de madrugada, supe que Suguru se encontraba en la misma situación que yo. Él estaba derrotado sobre el banco, con las manos en medio de las piernas y una nítida sombra en los ojos que se mantuvo hasta que el teléfono del profesor sonó. «Saldrá antes que todos nosotros del aula», pensé, y así lo hizo. Gran parte de los estudiantes recogieron sus cosas con rapidez, se levantaron y retiraron en silencio sin acomodar las sillas debajo del banco tal y como se encontraban al inicio de las clases. Ninguno de los cuatro hizo el ademán de moverse del sitio. Nadie parecía tener la intención de dar una vuelta corta por el campus antes de entrar al último teórico.
Con inseguridad saqué el teléfono de la mochila y lo dejé sobre el banco, apagado, aguantando las ganas de revisar los mensajes que me habían llegado durante la noche. A pesar de que no hablaba con mucha gente, siempre había algo. Suguru pasaba el dedo por la pantalla, apoyado en la pared, utilizando el caño de mi silla para apoyar los pies sin moverlos. Fruncía el ceño al leer los cien mil artículos de breakingnews.com a los que ingresaba al no tener otra cosa más interesante que hacer. La página era segura. Es decir, los reporteros más jóvenes de la ciudad viajaban a muchos más lugares que los experimentados con tal de sacar una buena nota que diera en el blanco.
Algo como eso sucedía con regularidad. Pero, en cuanto tuve la intención de decir en voz alta que saldría al pasillo para tomar un poco de aire, pues sentía que dentro de mi propio cuerpo me asfixiaba, Suguru pegó un salto sobre la silla y su teléfono rebotó en el pupitre cuatro veces seguidas, hasta que se detuvo.
Hubo silencio después de ese gesto que nos tomó por sorpresa. Mai se quedó con la boca abierta mirando el teléfono aún encendido a mitad de una nota periodística, y Maki se quitó los lentes para limpiárselos con la camiseta. A pesar de todo, no mostró sorpresa alguna. Dijo con un poco de gracia:
—¿Te rechazó alguna chica linda?
Suguru no respondió.
—¿Estás bien? —le pregunté, dudoso.
—Satoru..., hubo un asesinato en el callejón Kabukicho, durante la noche —murmuró.
—¿Y qué tiene? Matan gente todos los días —dijo Maki, restándole importancia.
De tan solo escuchar la dirección sentí que mi cuerpo se congelaba. Su teléfono había caído dado vuelta sobre el banco. Toda la parte frontal del equipo estaba apoyada en la superficie, pero desde los bordes veía aún el resplandor de la pantalla encendida. Algo lo empujó a tomar su teléfono de los bordes y darle la vuelta, revelando aún la página con la nota a mitad de leer. Bajó por los testimonios con el dedo índice, hasta llegar a una fotografía. Reconocí en ella a un hombre joven.
Un hombre asesinado de cabello rojo sonreía con los ojos llenos de vida al costado de una estructura congelada, probablemente en Sapporo durante el Festival de la Nieve. Llevaba una campera inflable, botas negras, pantalones oscuros y lentes de sol que no pegaban con la época. Aun así, de simple vista, quitando la nota que describía su ausencia en el mundo, hubiese pensado que podía tratarse de un tipo común y corriente que podría formar una amistad con cualquiera.
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𝐌𝐎𝐎𝐍𝐋𝐈𝐓𝐄 | 𝐠𝐨𝐣𝐨 𝐬𝐚𝐭𝐨𝐫𝐮
Fanfiction𝐌𝐎𝐎𝐍𝐋𝐈𝐓𝐄 | +18 Como eras cuando estabas acostada, como la doble página de una revista, en un negligé en la cama. Por la ventana, en carne iluminada por la luna. Tan demacrada que tu piel se veía tan azul y húmeda. Eras mi chica, mi cosa. Qui...