𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐈𝐍𝐂𝐎

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nauseabundas






𝔈n contra de todo clima, caminaba con una gran nube de lluvia encima, incluso si un sol enorme esparcía los retazos de algo colorinche. Y no era únicamente yo quien rebobinaba al callejón como una radio que emitía las mismas voces al recibir la señal tras mover las antenas; éramos dos los sobrevivientes de una escena catastrófica. Pero nuestro cuerpo no recibió el daño de dagas o balas de un cañón. Despertábamos ilesos, caminábamos sin ganas y nadie podía saber lo que cargábamos dentro.

—¿Y bien? Pensar de más en las cosas hace daño, pero si te sirve de algo, creo que una amiga mía conoce a una psicóloga.

—¿Existe mejor terapia que una buena cita que termine en sexo?

—Eres asqueroso —dijo Maki, esquivando el humo del único cigarrillo prendido en el círculo. Estaba cruzada de piernas y le daba igual tener una falda puesta, pues se había puesto un short debajo—. No entiendo qué te ven de atractivo las chicas. Además de arrogante, tu sentido del humor es pésimo.

Suguru esbozó una gran sonrisa.

—¿Quieres que juguemos a destacar defectos? Que tu sentido del humor gire en torno a lo absurdo no es culpa mía. Nadie se ríe leyendo historias sin sentido.

—Suguru, ¿sabías que las mujeres prefieren a los feos graciosos antes que los guapos sin humor? Lamento ser yo quien te lo diga, eh. Me sabe mal, pero...

—¿A quién le interesan las preferencias personales? —Se encogió de hombros. Maki bufó, limpiándose los lentes con el borde de la camiseta para volver a colocárselos—. Busco sexo y eso es todo. Lo del romance es fetiche.

—Creo que el fetiche es...

—Maki —habló un chico que solo miraba la ronda y no se movía. Solo tenía los ojos en ella; una clase de mirada atenta que pudo ser por falta de interés en los demás o, más bien, vergüenza.

—Eh, Toge. Justo a tiempo —recalcó. Al lado suyo había un hueco, aunque se corrió un poco más, arrimándose sobre el hombro de su hermana, hasta que era obvio que estaba dándole asiento. Pensé que, incluso sin haberse movido, Toge hubiese entrado sin problemas en ese espacio debido a que era un chico con un cuerpo pequeño. Por más de que sabía su nombre, esperé pacientemente a que Maki hablara sobre él—. Toge Inumaki. No estudia en nuestra universidad, es de la Tecnicatura en Fotografía, pero nos conocimos debajo del viaducto Ningyo.

Apartándose los pelos de la cara, Suguru tosió intencionalmente colocando un pie por encima del otro, estirados sobre el césped y por su expresión hermética supe que se avecinaba algún cuestionamiento hecho a base de curiosidad. Cuando preguntaba cosas de ese estilo, se olvidaba de las respuestas en cuestión de días.

—¿Y qué hacían en un viaducto? —Luego levantó las cejas, y Mai se carcajeó.

Ella le lanzó la zapatilla, pero se quejó cuando Suguru lo detuvo en el aire y le sacó el cordón. Se lo enredó entre los dedos y seguía mirándola con diversión, pero Maki no tenía intención de levantarse para recoger lo que era suyo. Toge veía la escena, inexpresivo, arrancando yuyos con un poco de aburrimiento y desviando los ojos hasta sus zapatos de lona sin cordón. Pensé, mirándolos: anticuado. Aunque yo tampoco sabía vestir lo suficientemente bien como para llamar la atención.

—Fui a ver si era cierto lo de las pinturas mitológicas para poder grabar algún corto. Llegar ahí es un dolor de huevos. Debajo de las columnas hay un hueco en el monte que debieron pasar de largo y los pandilleros dejaron grafitis por doquier, pero hay varios dibujos mitológicos al fondo. Es oscuro como la mierda.

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⏰ Última actualización: Jul 26 ⏰

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𝐌𝐎𝐎𝐍𝐋𝐈𝐓𝐄 | 𝐠𝐨𝐣𝐨 𝐬𝐚𝐭𝐨𝐫𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora