Capítulo 2

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Bajo del avión y voy a por mí maleta. Voy hacia donde salen las maletas y me vibra el teléfono. Es un mensaje del Capitán. Nada más llegar veo mi maleta, la cojo y salgo. Hay bastante más gente de la que me esperaba. Veo a un chico algo más joven que yo con un cartel con mi nombre. 

-Soy tu chica-le digo al joven.

- ¿Perdone? -pregunta.

-Soy Helena García-me presento.

-La estaba esperando. Me llamo Dave Campbell, pero puede llamarme D.C. Es un honor ser su nuevo compañero.

Mi nuevo compañero, es más joven que yo bastante más alto que , aunque eso tampoco es muy difícil, rubio, con ojos azules y bastante en forma. El típico chico americano.

- ¿Mi nuevo compañero? -pregunto extrañada.

- ¿No te han contado nada? -niego.-Te lo resumo un poco por encima. Han habido varios asesinatos en Madison, Wisconsin.

-Perdón que lo interrumpa, ¿Ha dicho Madison?

-Si, ¿hay algún problema? -niego de nuevo. -Bueno, como le iba contando la policía de allí y el FBI sospechan de una mafia que lleva toda la vida ahí. -Nos paramos en un semáforo y me pasa una carpeta marrón clarito con varios papeles dentro. -Ahí tiene el informe.

En las dos horas que dura el trayecto me da tiempo a aprendérmelo entero. Llegamos al pueblo y los ojos se me llenan de lágrimas.

- ¿Todo bien agente? -asiento.

-Son los recuerdos, nada más.

- ¿Ha estado aquí antes? -pregunta asombrado. Asiento y no vuelve a insistir. -Si le parece bien, vamos directamente a la comisaría para presentarte a todo el equipo.

-Si no te importa, prefiero ir a dónde me voy a alojar.

-Como usted quiera. -Como estábamos en el centro del pueblo, y el hotel estaba allí, no tuvo más que dar la vuelta al Capitolio, el segundo más grande de los Estados Unidos.

Madison es una ciudad universitaria, hay 388 edificios por toda ciudad relacionados con la universidad y la mascota de la universidad es una mofeta y se llama Bucky, también hay muchísimas estatuas de el por toda la ciudad. Aquí pasé los dos mejores años de mi vida. Cuando me despido de mi nuevo compañero, entro al hotel y me registro, subo a la habitación y empiezo a deshacer la maleta con música de fondo. Acabo y llamo a mi mejor amigo. Responde al tercer tono.

- ¡Hombre! -dice a modo de saludo.

-Hola, ¿Cómo estáis? -pregunto con las lágrimas cayéndome por las mejillas.

-Bastante cansado-responde seguido de un bostezo.

-Pero si solo son las seis de la tarde.

-Son las seis para ti, pero la una de la mañana para mí.

- ¡Es verdad!, perdonarme, ya hablamos mañana. -Nos despedimos y salgo del hotel para ir a la calle. Me abrigo porque en el norte de Estados Unidos hace bastante frío en noviembre.

Dani lleva siendo mi mejor amigo desde que tengo uso de razón, crecimos juntos, fuimos al mismo cole, mismo instituto, misma universidad... Cuando acabamos la carrera de Derecho, decidimos opositar para inspectores de homicidios. Siempre habíamos sido unos amantes de las series de asesinatos. Dani era unos meses más joven que yo, yo era de febrero y el de junio. Era moreno de pelo y piel, ojos verdes y musculitos. Todas las chicas estaban loquitas por el en el cole, pero el siempre ha tenido ojos para la lista de la clase en la universidad, Sara, su mujer.

Doy una vuelta por el Capitolio y me paro delante del que fue mi sitio durante tanto tiempo, el parque James Madison. No sé qué me pasa, pero desde que he llegado aquí, no he parado de llorar. Tantos recuerdos bonitos y dolorosos a la vez acaban pasando factura después de doce años. Decidí coger un autobús, me di cuenta de que el sistema de transporte público sigue siendo igual de malo que cuando estuve aquí, y me dirigí a la casa  de la que fue mi familia durante ese tiempo tan poco, pero que a mi me recompuso de tantas maneras.

Un mafioso por navidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora