"¿Sabes lo que verdaderamente buscaba?
Qué me notes, así como solías hacerlo...
¿Lo recuerdas?
Justo antes de que todo esto pasara, antes de que nuestros caminos se hundiesen en lo más profundo de un pozo, encerrados y apartados del exterior...
Sol...
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El suave aroma a flores primaverales comenzaba a flotar en el ambiente, envolviendo cada zona y cada rincón de la Aldea Oculta entre las Hojas, marcando así el inicio de una nueva etapa para la vida. Atrás habían quedado los días friós y grises del invierno, así como los ardientes y sofocantes atardeceres del verano, junto al dorado otoño.
El paso de los años había cumplido su inevitable cometido. Muchas cosas habían cambiado, desde la vida de los habitantes hasta los propios paisajes. Incluso algunas áreas y estructuras de la aldea también habían experimentado variaciones.
En una de aquellas mañanas, el dulce aroma primaveral se coló a través de la ventana semiabierta de la habitación de Ino, interrumpiendo su apacible sueño de más seis horas. Ella sabía perfectamente lo que eso implicaba. Era el momento de la "Recolección de flores de primavera". Aunque ella había decidido la noche anterior que llevaría a cabo esa tarea al atardecer, puesto que se encontraba a punto de enfrentar un supuesto día muy agotador.
Pero a pesar de ello, se levantó de su cama con regocijo, acomodó sus sábanas, y dejó caer su pijama hacia un lado, para vestirse rápidamente con su ropa habitual. Luego, se encaminó hacia su baño para cepillarse los dientes y peinar su desastroso cabello rubio, cortesía de haber dormido teniéndolo totalmente suelto.
El baño de su habitación era modesto y acogedor, al igual que el resto de su casa. Las paredes lucían de un suave color blanquecino, acompañado de una pequeña ducha y un espejo no tan grande enmarcado sobre el lavamanos.
Mientras Ino se peinaba, un pequeño rayo del sol se filtró por un orificio en la pared, proyectándose y revelando su reflejo en el espejo.
Su cabello, ahora era largo y fluido, le recaía hasta la parte superior de su cintura, realzando y mostrando todos los cambios físicos que había atravesado a lo largo de los últimos tres años. Aquella niña pequeña de cabello corto y aspecto inocente había quedado atrás, en su lugar, se reflejaba una joven de doce años, cuya apariencia recalcaba su edad.
Aparte de su cabello, su el estilo de vestir también había evolucionado de cierto modo. Ahora prefería usar blusas y faldas, a las que complementaba con mangas en sus brazos, y vendajes alrededor de su abdomen y de sus piernas. Sobresalía mucho por su belleza e inteligencia entre los demás jóvenes de su edad.
Pero, a pesar de todos esos cambios, algo más profundo se había reestructurado en su interior. Ya no era aquella niña dulce de carácter amigable que una vez ayudó a sus antiguos amigos. Puesto que ahora su atención estaba centrada en sí misma, en su apariencia y en cómo los demás la percibían y miraban.
Incluso había adquirido y desarrollado cierta superficialidad que contrastaba de manera llamativa con su temperamento escandaloso, amenazador y defensivo, características de ella que no cambiaron.
No obstante, detrás de todos los cambios que atravesó, se ocultaban los verdaderos orígenes y raíces tras la tristeza e impotencia de haber perdido a su principal destinatario. La ausencia de alguien a quien mostrar todo su auténtico ser le arrebató la posibilidad de ser ella misma.
