El principio del caos Parte 1

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10:08 AM

No había pasado ni una semana del incidente con el espejo, y el moreno tenía unos pocos recuerdos de los eventos de dicha semana. La visita de sus amigos se había ido en desastres y una que otra borrachera que habían hecho que las noches se fueran volando y, al mismo tiempo, las mañanas de resaca se le hacían eternas. 

No era un ritmo de vida que estuviera acostumbrado a llevar, al menos no desde su juventud y, sobretodo, no después de haberse propuesto dejar la bebida después de aquella temporada en que México llegaba a la casa ahogado en alcohol cuando el español lo visitaba. No quería ser un mal ejemplo, al menos mientras la nación más joven estuviera presente.

En eso se hallaba su mente hasta que se dio cuenta que iban a dar las 10 de la mañana y aún no se había ni levantado. Hizo un esfuerzo sobrehumano por sentarse y alcanzar su celular. Era lunes, el primero después de que Francis y Gilbert volvieran a sus hogares, sólo para viajar a Estados Unidos el fin de semana para una reunión. Razón por la que el ojiverde se encontraba en su presente situación: sentado al borde la cama, en una habitación de hotel con la vista más americana posible.

Sentía que le iba a estallar la cabeza. Decidió tomar una ducha, con la esperanza de lavarse la pesadez y las naúseas de su ser, pero nada funcionaba. Sabía a quién llamar para pedir ayuda con la resaca, pero definitivamente no iba hacerlo, no después de haberle prometido que dejaría de beber. Así que con todo el pesar del mundo, se vistió, bajó el edificio y pidió un taxi para llegar a la reunión, sí es que llegaba.

12:30 PM

La sala era un desastre, como de costumbre. Alfred había llegado una hora antes y el archivo con la presentación se había perdido, así que la reunión aún no había empezado. Por si el dolor de la cabeza de Antonio no fuera suficiente, los gritos y reclamos que inundaban la sala no estaban ayudando. Con la mirada buscó algún baño cercano, para tenerlo localizado en caso de que sus náuseas volvieran, y se dispuso también a buscar el lugar más apartado y escondido en donde no llamara la atención para poder descansar la cabeza. Recibió un par de miradas extrañas, ya que definitivamente estaba más apagado de lo normal, pero esperaba que no fuera algo notorio.

En su camino, divisó a lo lejos tres figuras, dos de ellas muy conocidas. Gilbert y Francis caminando y charlando plácidamente y, unos pasos detrás de ellos, una figura bajita ensimismada en los papeles que sostenía como si la vida le fuera en ello. No era un país, eso estaba claro. Probablemente se trataba de uno de esos chicos que Francis encontraba en universidades públicas, ofreciéndoles un prestigioso puesto de practicante sólo para ponerlos a hacer el trabajo que no quiere hacer. 

España esforzó un poco la mirada y logró reconocer al muchacho, era bajito, de cabellos castaños y piel morena. Nunca había hablado directamente con él pero lo había visto muchas veces, lo cuál era extraño, ya que los practicantes de Francis nunca duraban tanto.

—Triste, ¿no?

España se sobresaltó por la voz a su lado.

—¿Cómo dices?

—El practicante. Debe estar muy desesperado para haber durado tanto.

—Lovi, no seas duro con el chico.

—No me llames Lovi, idiota.

—¿Ya lo conociste?

—Nah, lo observo desde lejos cuando estoy aburrido. Es cómo ver Animal Planet. Nunca sabes qué lo va a asustar o con qué se va a tropezar.

—A veces puedes ser tan cruel. Dale un respiro, Francis no es un jefe fácil de complacer.

El español siguió con la mirada al trío, tratando de llamar la atención de sus amigos pero logrando únicamente hacer contacto visual con el chico. Lo saludó con la mano mientras éste seguía caminando mientras echaba la cabeza para delante mientras forzaba la vista, tratando de reconocer al ojiverde. El chico estaba tan ciego que era casi divertido el que no lo notara.

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⏰ Última actualización: Jul 23 ⏰

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