"Nunca estarás solo mientras sujetes mi mano".
En un mundo donde los lazos se forman en la lucha contra lo desconocido, Kamala Kahn, una joven heroína con la capacidad de cambiar de forma, vera como su vida da un giro de 180° cuando se convierta en...
Las calles de la ciudad se extendían en un intrincado entramado, llenas de vida y movimiento constante. Las luces de la ciudad parpadeaban como estrellas urbanas en la penumbra de la noche. En el corazón de esta encrucijada, un parque amplio y bien cuidado se alzaba como un templo de serenidad en medio del bullicio.
Bancos de hierro forjado y madera fina, perfectamente alineados, invitaban a los caminantes cansados a tomar asiento y disfrutar del espectáculo.
Los árboles alineados a lo largo del sendero principal se alzaban majestuosamente hacia el cielo, sus hojas danzando en la brisa nocturna. A medida que la luna se alzaba, sus rayos plateados se filtraban a través de las hojas, creando patrones en el suelo adoquinado.
En un rincón del parque, una fuente de agua se alzaba con gracia, sus aguas brillaban bajo la luz tenue de las farolas cercanas. Una figura solitaria se sentó en uno de los bancos cercanos a la fuente, sumergida en sus pensamientos mientras observaba cómo las luces de los edificios cercanos se reflejaban en las aguas tranquilas.
Un aura de determinación y curiosidad irradiaban de aquella joven. Su cabello era castaño pero tenía un mechón teñido de rojo, su peinado caía en cascada sobre sus hombros en un contraste sorprendente con su piel cálida y morena.
Vestía una chaqueta de mezclilla que parecía ser su compañera fiel, adornada con pines y parches que narraban pequeñas historias de sus aventuras y gustos. Un par de jeans desgastados y zapatillas cómodas completaban su atuendo, resaltando su enfoque en la comodidad sin sacrificar su estilo adolescente.
Lo más distintivo eran sus ojos: grandes y expresivos, brillando con curiosidad y chispa. Parecían absorber cada detalle del mundo que la rodeaba, como si estuviera siempre buscando nuevas maravillas para explorar.
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Sus manos estaban adornadas con pulseras, que se agitaban con gracia mientras hablaba con sus amigos por su teléfono.
Pero pronto toda esa paz tendría que acabar...
Luego de una larga caminata ella cerró la puerta de entrada con suavidad tras de sí, dejando atrás el bullicio de la calle y entrando en el santuario tranquilo de su hogar. El cansancio del día se posó en sus hombros, pero había algo más que la inquietaba mientras dejaba su mochila en un rincón familiar.
Al dar unos pasos en la sala de estar, el murmullo de voces familiares llegaron a sus oídos. Su corazón latió un poco más rápido, anticipando que la conversación que había evitado durante tanto tiempo finalmente la alcanzaría. La sala estaba iluminada por la suave luz de las lámparas, creando un ambiente acogedor pero también cargado de expectación.
Allí, sentada en el sofá, estaba su madre, su rostro reflejaba una mezcla de cariño y preocupación plasmados en una pequeña sonrisa.
La adolescente pudo sentir cómo la mirada de su madre la llamaba e invitaba a tomar asiento. A medida que se acercaba, la atmósfera se llenó de una tensión que no podía ignorar.
