Familia Ferous

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Lúmina

(De regreso en Arlington)


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—¡Ah! —Exclamé, con fuerza. —Buenosss díassss compañeros.

Nuevamente, el sol brillaba ante nosotros. Teníamos la suerte de contar con una cama cómoda y un techo sobre nuestras cabezas. Sin embargo, hoy era nuestro último día aquí. Habían pasado ya 7 días desde nuestra llegada a este pueblo. En ese tiempo, tomamos recados sin parar, uno después del otro. Comenzamos con el de Tareo y Tundra, para ayudar a sus amigos Dakrales en el bosque de Bambua. Luego de eso, los recados variaron sumamente. Desde derrotar enemigos cerca al pueblo, recolectar hierva medicinal, ayudar con la construcción y expansión del pueblo... entre otras labores. Fuese lo que fuese, lo hacíamos con gusto. Después de todo, no había mejor sensación que aquella tras ayudar a alguien que lo necesitaba. Las monedas eran bien recibidas, pero... lo principal era el entrenamiento. Forjar el cuerpo en aquellos combates, los sentidos a la hora de recolectar y buscar, la mente y el espíritu al momento de ayudar a los ciudadanos... todo era de suma importancia. Sin embargo, aunque amaba mucho ese estilo de vida, ya era hora de seguir con nuestro camino.

—Ah, por Navilia... —Susurraba Eliord, intentando cubrirse con la cobija, como siempre. —Ni siquiera hoy... ¿Podemos dormir un poco más? Que mujer tan intensa...

—Es justamente por lo que es hoy, que debemos salir temprano. El camino a la capital de Arturia es largo. —Respondí. —¿Verdad que tengo razón, amigo Révilo?

—Ciertamente... —Respondió él. —A más horas del día, más distancia cubriremos. Salir temprano es clave, Eliord...

—Bah, siempre están en la misma página, ustedes dos. —Respondió, entre gruñidos. —Entre raros se entienden, supongo.

Con esto, dejamos aquella posada detrás y nos dirigimos hacia el establo. Nuestros caballos habían tenido una semana de descanso, se les veía listos para regresar al viaje. Habíamos conocido a tantas personas aquí, en tan poco tiempo, era realmente triste decirles adiós. Bueno, lo era para mí, al menos. Eliord no parecía apegarse nunca con nada y Révilo, pues... a veces dudaba que sintiera algo para empezar. Eran tal para cual, honestamente. Aun así, me despedí de aquel bello lugar con una gran sonrisa en el rostro, mientras que lentamente nos alejábamos en dirección al norte. El Dakral volador de Eliord, Alaxia, volaba por los aires para estirar las alas. Era un ser muy especial, podía notarlo. Su Árima era... única, por así decirlo. Solo cuando este hablaba con él, era donde más lo veía sonreír, curiosamente.

Mientras conversábamos y viajábamos por el continente, una sensación de alivio lentamente llegaba hacia mí. Esta semana de prueba había sacado frutos, podía sentir como nuestra fuerza y poder volvía lentamente hacia nosotros. Éramos fuertes, teníamos que serlo... y debíamos serlo aún más, si queríamos tener una oportunidad ante los terribles obstáculos que vendrían más adelante. Ellos lo sabían, por lo que... a pesar de quejarse mucho ante mis métodos, siempre terminaban aceptando y avanzando a mi lado. Agradecía mucho que estuvieran aquí, conmigo, realmente no quería tener que hacer este viaje por mi cuenta... y ese casi llega a ser el caso. Mientras los veía y sonreía, una voz me sacó de aquellos pensamientos.

Val'Halia: Festival De Los Cuatro ReyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora