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Juan estaba seguro de que ese había sido el mejor cumpleaños de su vida, luego de la charla con Spreen, todo había mejorado de sobremanera. Ari lo miraba con orgullo, sintiéndose sumamente feliz, sabía que spreen podría cuidar de su pequeño hermano, podría darle mucho cariño y apoyo cuando más lo necesitara, porque ella también había visto cualidades en Spreen más allá de su físico que nadie más se tomaba las molestias de ver, y estaba feliz de que Juan tuviera la oportunidad de tenerlo a su lado, algo con lo que ella había fantaseado en varias ocasiones.

Pero eso ya no importaba en lo absoluto.

A eso de las siete de la noche, Juan se despidió de Spreen, siendo éste el último en irse. Cerró la puerta tras él con una enorme sonrisa llena de ilusión, sintiendo un revoltijo en su estómago a causa del pequeño y dulce beso de despedida.

Estaba enamorado, y era un hecho.

-Ari, mira-sacó el contenido de la bolsa de regalo que mandó la señora Buhajeruk-¡Son moldes para mis galletas!

Juan le mostró a la rubia los pequeños moldes de diferentes formas, emocionado por usarlas.

-Deberías llevarle algunas a la señora Buhajeruk-sugirió con una sonrisa-Pero hazlo mañana, ¿quieres comer lo que quedó de pastel y vemos una película?

El de anteojos asintió rápidamente, viendo a su hermana desaparecer en la cocina. Suspiró aliviado, trató de tocar el tema de Spreen con ella, pero cuando empezó a hablar, ella lo detuvo, repitiéndole que todo estaba bien, que lo seguía queriendo como siempre y que nada iba a cambiar entre ellos, dejándolo totalmente satisfecho y aliviado, no quería perder el amor y cariño de su hermana por algo así.

-Gracias por este día-le dijo a la rubia un rato después mientras veían una película animada.

-Lo mejor para mi lindo hermanito-pellizcó su mejilla de manera divertida.

Juan sonrió, no cambiaría los eventos de ese día por nada del mundo.

-¿Ya todo está bien con Juan?-preguntó Robleis mientras comía por primera vez en el día una de las galletas que Spreen había hecho

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-¿Ya todo está bien con Juan?-preguntó Robleis mientras comía por primera vez en el día una de las galletas que Spreen había hecho.

-Si, todo bien-asintió, probando sus propias galletas, haciendo una mueca de disgusto ¡Qué asco!-escupió lo que había mordido-¿¡Por qué no me dijeron que sabían tan mal!?-exclamó hacia sus mejores amigos que simplemente sonrieron apenados.

-No están tan mal, solo un poco-demasiado saladas respondió Carre- ¿¡Cómo confundiste la azúcar con sal, Spreen!?

-No puede ser, esto es tan vergonzoso-cubrió su rostro con sus manos-Le di como cinco a mi gafitas-lloriqueó mientras pataleaba.

-Por lo menos el pastel estaba bueno —comentó Robleis, tratando de
animar a su avergonzado amigo-Estoy seguro de que entendió todos tus
dibujos.

-¿Ustedes creen que le haya gustado?

Ambos chicos asintieron, causando que spreen se sintiera más tranquilo por su horrible fracaso con las galletas.

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