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-¡Buenos días! ¿Estarías interesado en comprar mis galletas?

El chico de adorables mejillas lo seguía viendo con una enorme sonrisa, haciéndolo sentir incómodo.

-No, gracias.

-Pero son caseras y te prometo que te van a gustar-insistió.

-Niño, dije que no-trató de no ser grosero, pero fracasó.

Le dio una última mirada y cerró la puerta en sus narices.

-¡Ten un buen día!-gritó a través de la puerta aún con una sonrisa, y segundos después, se fue.

Spreen se giró al escuchar la voz del chico al otro lado de su puerta con una mueca, pareciéndole extraña toda esa felicidad.

-Niño raro...-susurró para sí mismo antes de subir a su habitación.

Juan era un chico muy alegre y positivo de dieciséis años, Spreen era un chico un tanto gruñón de dieciocho.

A Juan le gustaban las galletas.

A Spreen no.

A Spreen no

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