Sentimientos a flor de piel

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Tan pronto como supo que la roomie que habían escogido para ella, o mejor dicho, la que se escogió a sí misma, no era otra que Chelsea, para Ruby fue fácil adivinar que su convivencia sería un tanto caótica. A una semana de que iniciara el semestre, pudo experimentar un pequeño "entremés" de lo que será su vida a partir de ahora, y al menos tres cosas llamaron su atención.

La primera es que Chelsea dedica sus tardes y parte de sus noches al streaming, y aparentemente gana mucho dinero con eso. La segunda, un tanto más extraña, es que algunas veces desaparece temprano por la mañana, sin decirle nunca a dónde va o por qué motivo; al respecto, verdaderamente quisiera averiguar qué se trae entre manos, pero todavía no ha reunido el valor para preguntarle. Finalmente, la tercera tiene que ver con sus endemoniados besos; endemoniados y... sumamente angelicales.

Casi a diario, Chelsea le pide algún favor insignificante tras el que, a modo de "agradecimiento", la atrapa entre sus brazos y la besa con una pasión que solo parece ir en aumento. A estas alturas, la atracción que siente por ella es innegable, y eso le asusta, porque teme que pueda estar jugando nuevamente con sus sentimientos.

—¿Por qué tiene que gustarme la sirena narcisista? —se cuestiona a sí misma, tumbada boca abajo sobre su cama.

—¿Por qué tiene que gustarme la sirena narcisista? —se cuestiona a sí misma, tumbada boca abajo sobre su cama

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«Será porque besa muy bien», piensa, pero en el fondo sabe que no se trata de eso. Lo cierto es que siempre ha sabido apreciar su belleza, y a pesar de las mentiras, realmente sintió que forjaron un vínculo especial mientras exploraban el océano juntas; si acaso, sus besos reforzaron aquello que ya venía sintiendo desde hace mucho.

En cualquier caso, Ruby se voltea boca arriba y comprueba la hora en su celular. Ya debe alistarse para su primera clase, por lo que con un suspiro baja de la cama y se dirige al baño; primero se enjuaga el rostro en el lavamanos, y de cara frente al espejo, se pregunta en dónde estará Chelsea. Al menos con el dormitorio para ella sola, consigue bañarse, vestirse y preparar su mochila en tiempo récord.

—Muy bien... ¡estoy lista para el aprendizaje! —exclama entusiasmada, de camino hacia la salida.

Grande es su sorpresa cuando, antes siquiera de que pueda alcanzar la manija, la puerta se abre por sí sola, y Chelsea le recibe con la sonrisa más burlesca que haya visto jamás.

—Te escuché desde afuera —expresa la pelirroja, conteniendo su risa sin mucho éxito —. ¿Siempre hablas sola, mi pequeña guppy?

Si a Ruby se le presentara la oportunidad de ser tragada por la tierra en ese preciso instante, la aceptaría sin dudar. Sus mejillas sonrojadas delatan la vergüenza que siente, y cuando finalmente se las arregla para responder, lo hace de forma explosiva.

—¡Es un hecho comprobado que gran parte de la población mantiene conversaciones en solitario! —exclama al fin, visiblemente ofuscada.

—Ay, ajá —responde Chelsea, quien parece más interesada en la mochila que carga en su espalda —. Olvídalo. ¿A dónde vas? Tengo una nueva idea para un directo y necesito tu ayuda.

Besos Húmedos [Chelby]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora