Ruby tiene mucho en qué pensar mientras nada por las costas de Oceanside, luego de haber escapado de tan bochornosa escena. Sabía que tarde o temprano acabaría por confesarle su amor, pero no imaginó que lo haría en medio de una discusión, ni tampoco que saldría huyendo antes de escuchar una respuesta; aún así, debe admitir que se siente más liviana ahora que se ha sacado todo eso del pecho.
Al cabo de un rato, reconoce que se encuentra frente a la pendiente por la que se precipitaron hace un par de horas, y recuerda que el autobús de la universidad hace una parada muy cerca, por lo que decide salir finalmente a la superficie. Su gran tamaño le permite subir sin problemas, y una vez en tierra firme se encoge hasta alcanzar su estatura de siempre; es entonces que se tropieza con los restos de aquella valla publicitaria, y su mirada se desvía instintivamente hacia el Lamborghini, o mejor dicho, hacia donde solía estar.
—¡No puede ser!, ¡pero si lo dejé aquí! —exclama con preocupación.
Dejarlo tan cerca de la carretera fue un gran descuido de su parte, alguien debió verlo y, aunque duda mucho que lograra encenderlo, pudo haberlo remolcado sin mayores complicaciones. Por breves instantes teme haber metido a su roomie en un problema serio, pero se trata de Chelsea, no le sorprendería que la perdonaran por el incidente; además, fue culpa suya que el Lamborghini acabara en el océano en primer lugar.
Con lo anterior en mente, se desentiende del problema y sigue con su camino, marchando cabizbaja hacia la parada de autobús. Por el camino ve los vehículos pasar, y al sol descender lentamente por el horizonte, adornando la playa con un hermoso atardecer.
Ruby se detiene por un momento para apreciar el paisaje, y al hacerlo, descubre que un numeroso grupo de personas se encuentran ocupando la playa, tantas como para llenar un estadio. Casi todos cargan con una bolsa de basura, y peinan la zona en búsqueda de cualquier tipo de desecho; mientras tanto, unos cuantos esperan en un kiosko de aspecto improvisado, y reparten bebidas para que los voluntarios puedan refrescarse.
Es una escena conmovedora, y un recordatorio de que no está sola en su misión de proteger el océano. También, es una oportunidad de oro para distraerse un rato de sus problemas, por lo que decide desviarse de su camino y dirigirse hacia el kiosko.
—Hola, buenas tardes —saluda al llegar, mientras pasea su mirada entre los encargados del puesto —. Me gustaría aportar mi granito de arena para cuidar nuestras playas, ¿tienen alguna bolsa que les sobre?
—No, lo siento. Hace un rato entregamos la última —explica uno de ellos, aunque no parece ser ninguno de los que tiene enfrente, y su voz le resulta extrañamente familiar.
Grande es su sorpresa cuando Connor asoma la cabeza desde el otro lado del mostrador, ofreciéndole una sonrisa cálida, a la vez que le extiende una limonada bien fría.
—Pero digo yo que, luego de salvar a ese pobre delfín, ya aportaste suficientes granitos de arena como para construir un castillo. Así que, bebe esto, relájate y disfruta del atardecer —agrega su ex-novio.
—C-Connor... q-qué sorpresa verte por aquí —tartamudea en respuesta, recibiendo la bebida con una sonrisa incómoda—. ¿Cómo supiste lo del delfín?
—¿Bromeas? Aquí todo el mundo está hablando sobre tu heroico rescate, lo vimos en la última transmisión de Chelsea.
—¡No inventes! ¿Son todos fans suyos o qué?
—Yo no me consideraría su fan, pero es de esperar que estemos al tanto de sus transmisiones; después de todo, es ella quien organiza estas labores de voluntariado.
Ruby enmudece por algunos instantes, sin apartar la mirada de su contrario, como si esperara que en cualquier momento comenzara a reír, o le diera cualquier indicio de que tan solo está bromeando, pero eso no ocurre.
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Besos Húmedos [Chelby]
FanfictionDos años después de su feroz enfrentamiento, Ruby descubre que Chelsea se encuentra de regreso en Oceanside, y que a causa de su derrota ya no es bienvenida entre las otras sirenas, por lo que decide darle una segunda oportunidad para que enmiende s...