Capítulo 6

941 142 12
                                    

El camino a casa fue extraño. Diez meses habían pasado desde que Cellbit se había ido de la isla. En su no tan corta caminata los amigos conversaban de todo lo que había pasado últimamente en sus vidas.

Y aunque en su mente el ojiazul deseó con todo su ser el no toparse a nadie, sus súplicas no fueron escuchadas. Pero, así como lo suponía ninguna de esas personas lo saludó. De hecho al verlo, solo desviaban la mirada y fingian no haber visto nada.

Cada mirada con desprecio dolía más que la anterior. Eran sus vecinos, sus amigos. Su familia. Y ninguno era capaz de mirarlo como antes.

—Ellos están muy dolidos con todo lo que pasó, Cell—le susurró Pac.

—Lo sé, los entiendo. Pero duele—sus ojos se llenaron de lágrimas.

Siguieron caminando hasta la casa del mayor, casa que ya desde fuera se veía abandonada y polvorienta. Nada del amor y cariño que antes la llenaba estaba ahí.

El llanto lo invadió por completo, su hogar ya no lo parecía. Pac lo abrazaba fuerte, evitando que cayera. Entraron a los pocos minutos, y el corazón de Cellbit se rompía con cada mirada que le daba a la casa.

Ni siquiera pensó en pisar el segundo piso, no ver las cosas de Roier ahí terminaría con él por completo.

—¿Irás a ver a Roier?

—Hoy no creo, estoy muy borracho y sensible como para afrontar esa situación. Solo quiero dormir e intentar descansar aunque sea un poco.

—Está bien. Cuídate, cualquier cosa me hablas.

Se despidieron y Cellbit se encontró solo de nuevo.

Siempre había disfrutado de su soledad, pero esta se sentía diferente. Esta dolía, porque no era por su voluntad, era una soledad obligatoria. No tenía a nadie.

No desarmó su maleta, no comió ni bebió nada. Al llegar la noche se recostó en el sofá y se durmió. Esperando que la noche fuera larga, solo para no afrontar lo que haría al otro día.

[...]

La mañana había llegado, el sol ya brillaba iluminando toda la isla. Los pájaros cantaban alegremente. Un chico se levantaba sonriendo por un nuevo día, unas casas más lejos otro chico se negaba a levantarse y vivir aquel día.

El sonriente muchacho desayunaba con su familia. El otro, no desayunó.

Cuando tocaron la puerta, el mundo volvió a juntarlos.

—Hol- Cellbit.

—Roier—Intentó acercarse, pero el otro solo se alejó más.

—¿Qué haces aquí?—su voz sonaba dura.

—Debemos hablar, ¿lo sabes, no?

—Cellbit, yo... yo no sé si quiero hablar contigo ahora mismo—ni siquiera levantaba la mirada mientras hablaba—Podrías haberme avisado.

—¿De verdad no puedes, Roier?—dio un suspiro pesado—Fuimos novios todos estos años y no puedes hablar conmigo, ¿enserio?

Cuando Roier levantó la cabeza para mirarlo fijamente a los ojos luego de escuchar esas palabras, supo de inmediato que la respuesta que recibiría sería dolorosa.

—Oh, que te has acordado que éramos novios. Porque parece que se te había olvidado todos estos meses en los que no estuviste aquí.

Para Roier tampoco esto era fácil. Tenía enfrente a quién consideraba el amor de su vida. Tenía a esos ojos hipnotizantes a los que amaba que lo miraran. La cara de Cellbit reflejaba arrepentimiento, el joven castaño siempre supo descifrar lo que el mayor sentía.

Las barreras invisibles que Roier fue creando entre los dos, cada vez eran más altas y más grandes.

—¿Ya no me amas?

—Y tú, Cellbit ¿Sigues amándome como lo hacías antes?

—Dios, claro que si. Ni siquiera deberías dudarlo, me conoces.

—No, no te confundas. Yo no te conozco, tu no eres el Cellbit del que me enamoré—alguna que otra lágrima rebelde cayó—Ahora vete de mi casa.

—Pero, Roi-

—No hagas esto más difícil, porfavor—susurró suplicando.

Ninguno dijo nada más, ya no había nada que hacer por ahora.

Mil amores | Q!roier OneshotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora