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—흐드러진 세상을 열 master key.
El gimnasio esta vez estaba bastante lleno. El olor a sudor envolviendo el no tan pequeño sitio.
Todos, con excepción de Yuna, Younghoon y Kevin estábamos en nuestro entrenamiento de rutina. Ellos tenían clase hoy en sus universidades.
Y bueno, Sunwoo y yo teníamos otro entrenamiento aparte prácticamente.
Mientras Sangyeon tutoreaba a los demás, adivinen quién estaba con nosotros dos.
Exactamente, Hyunjae nos estaba haciendo sudar a gotas gordas con una rutina que parecía haber sido sacada de las mismísimas tropas especiales.
-Vamos, les quedan diez tandas más, no sean flojos.- El pie de Hyunjae contra la pared, los brazos cruzados sobre su pecho y su usual tonalidad absolutista conformaban la postura actual del susodicho.
La mirada puesta en ambos cuerpos sudorosos y ya abatidos por la intensa carga física que llevábamos recibiendo en muy poco tiempo.
-¿Qué?- el chico castigado no podía creer lo que estaba escuchando y francamente yo tampoco.
-Nos faltaban ocho, ya hicimos doce tandas- pronuncié luchando contra el sube y baja de mi cuerpo que mantenía mi respiración pesada.
-No intenten tomarme el pelo, yo se las llevo contando desde el inicio.- otra vez ese tono altanero que daban unos deseos increíbles de reiniciarle la vida de un solo guantazo.
-Te pusiste a hablar con Sangyeon hace un rato y no nos prestaste atención- protestó el moreno, subiendo y bajando un par de veces más para completar la reciente tanda.
-Menos palabras y más lagartijas Kim Sunwoo.- casi relincha el mencionado, dejando caer su pecho al suelo antes de darse un pequeño susurro alentador cargado de molestia y continuar con el próximo set.
Decidí por una vez en mi vida guardar silencio y continuar, las quejas justo ahora tendrían peso nulo.
No han leído mal, nos está haciendo hacer veinte tandas de diez lagartijas y rara vez nos está permitiendo descansar.
En serio debía reconsiderar el hecho de hacer de las mías muy a menudo, el dolor corporal me está empezando a cobrar factura por ello y no creo que Sunwoo piense diferente al respecto.
-Hyaara pareces gelatina, mírate.- y tenía razón la voz jaranera que de repente se hizo escuchar entre todos los presentes.
Mis brazos estaban temblando de forma casi sísmica.
Bueno, no los culpo, ¿ciento veinte lagartijas apenas tomando un respiro entre cada grupo? Tenía suerte de no desplomarme aún con todo el malestar corporal tras el maltrato que recibí de pies a cabeza hace unas horas en la misión.
