Toni pasó la noche durmiendo. Gabriel pasó la noche en vela pendiente de él, sentía que era la guardia más larga y dura que había vivido. A media mañana, pasó una vez más por el box tres.—Buenos días, si cabe decir —se dirigió a la familia de Toni que bebían café y cruasanes.
—Doctor, buenos días. —Dijo Jordi Puig, el padre de Toni. —¿Tiene alguna novedad? —por algún motivo hasta ahora no habían coincidido.
—Señor Puig, me gustaría decirle algo nuevo, pero no puedo. Su hijo, por así decirlo, se está tomando una siesta muy larga. Entiendo que no se debe a secuelas del accidente. En ocasiones el cuerpo necesita descansar. Posiblemente, la sedación que le aplicamos cuando ingresó haya favorecido esto. Anoche tuvo un momento breve de despertar, aunque no pueda decir que era plenamente consciente. Los informes de radiología no aprecian ningún daño nervioso, pero hasta que no esté completamente despierto no podremos confirmar que haya... —Gabriel parecía nervioso.
—¿Qué doctor? ¿Qué haya qué? —Preguntó Jordi Puig.
—... Que haya algún tipo de daño cerebral.
Ambas mujeres en la sala emitieron un chillido casi unísono al escuchar a Gabriel.
—No, por favor —dijo dirigiéndose a ellas —no es momento de pensar eso. Insisto en que es pronto aún para saberlo. Mire en este tipo de accidente el cuerpo sufre una cantidad de procesos, que no me extiendo a explicarles para no saturarles con información que seguramente no necesitan. —Se acercó a la camilla y sin quererlo apoyó su mano sobre la de Toni. Calambrazo.
En ese momento el monitor al que estaba conectado el bombero empezó a emitir una alarma. Sus pulsaciones se habían acelerado de golpe.
—¿Pero, qué narices? —Gabriel llamó a la enfermera y le pidió a la familia que se retiraran y esperaran fuera. —Goyito... que no se me vaya. Ilumíname.
El doctor y un par de enfermeras se afanaron por estabilizar a Toni. Tardaron unos minutos hasta que se normalizó su ritmo cardíaco.
—Señor Puig, no puede usted estar jugando con mi corazón de esta manera —le dijo Gabriel a Toni con la respiración acelerada y una sonrisa idiota en el rostro —le he cambiado la guardia a un compañero porque le he prometido a su hermana que lo voy a sacar de aquí andando, así que le pido que colabore. No me perdonaría perderte Toni, ni ella tampoco.
Núria se negaba a abandonar el hospital, pese a la insistencia de sus padres. Seguía con la misma ropa con la que llegó, ahora seca.
—¿Lo tomas con leche? —preguntó Gabriel acercándose donde estaba sentada.
—¿Eh? No. Gracias. —contestó Núria
—Menos mal, porque lo he pedido solo. Ten. —Le extendió el brazo con un vaso de papel de la cafetería, mientras se sentaba a su lado.
Ella lo recibió a regañadientes, pero no bebió. —Gracias. Doctor. ¿No se va a casa?
—Te podría preguntar lo mismo, pero me temo que ya me sé la respuesta.
—Despertará ¿Verdad?
—Me gustaría prometértelo Núria, pero sería irresponsable por mi parte. Lo que sí te puedo prometer...
—¿Es que está en el mejor hospital de la ciudad y en las mejores manos? Eso me han dicho...
—Sí, eso también. Tú, ¿cómo te encuentras? No has dormido nada, y seguramente tampoco has comido. No me obligues a ingresarte a ti también.
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Girasoles bajo la Tormenta
General FictionEn la vibrante ciudad de Barcelona, Gabriel Torres lleva una vida dedicada a su vocación médica como director de la Unidad de Urgencias del Hospital Clínic. A pesar de su férrea fe católica, un inesperado accidente de moto en el que se ve implicado...