☔³: Entre sueños y pesadillas🌧️

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Selene

Cuando éramos pequeños nuestros padres nos aseguraron que los sueños podrían volverse realidad, pero se les olvidó mencionar, que las pesadillas también son sueños.

El mundo puede llegar a ser un lugar aterrador. Cuando finalmente abres los ojos es difícil volver a cerrarlos. Estás ahí; frente a una cruda realidad que no puedes aceptar. Pero que el mundo te golpee no significa que debas rendirte. Ese es el momento en el que levantarte y luchar es tu única opción. Puedes hacer eso, o simplemente dejarte hundir por la desesperación.

Lo último que recuerdo fue haber perdido el conocimiento después de mi enfrentamiento con aquella extraña criatura, que según el libro de mi abuela, es un yoūkai. Una especie de demonio con millones de años de antigüedad. Después no fui capaz de volver a despertar. Me encontraba atrapada en una espesa niebla que lo cubría todo a mi alrededor. Pude sentir como alguien me tomaba en brazos, pero no podía ver nada, no tenía forma de escapar o defenderme.

Solo escuchaba voces, poderosas y estridentes que me hablaban a mí, o a alguien más… hace mucho, mucho tiempo…

"Mujer, toma este relicario, encierra aquí la oscuridad."

"Tú noble corazón ha sido traicionado."

"Volverás a nacer. Te daremos la oportunidad de vivir en otros tiempos."

"Será tu decisión"

Largos cabellos blancos, ojos púrpuras y brillantes, siempre sonreía dulcemente esa mujer; a pesar de estar completamente sola.

Un alma entregada a la causa del bien. Aunque sus heridas fueran profundas anteponía a los demás antes que a sí misma.

— Mujer. Eres realmente ridícula. —dijo aquella arrogante voz. Aún lo recuerdo, esos ojos fríos mirándome.

— Mientras pueda ayudar a los demás no pienso rendirme.

— Esa ingenuidad tuya será la que te mate.

Cuánta verdad tenían esas palabras.

— ¡Ah! —me desperté sobresaltada sosteniendo mi abdomen. Cómo si una herida invisible tentara con abrirse. ¿Qué fue eso? ¿Una pesadilla?

— Con este ya son tres días. Creíamos que no lo lograrías. —la voz apagada de una chica me hizo reaccionar. Pude reconocer a los pasajeros del tren que iban en el mismo vagón que yo, y a otros tantos que desconocía.

— ¿Dónde estamos? —pregunté tratando de sonar calmada.

— Bienvenida al vertedero humano. La cúpula cuarenta y dos.

Aquel hombre parecía sacado de una película de acción. Una enorme cicatriz le surcaba el rostro desde su frente hasta el final de la mejilla. Su aspecto tosco decía a gritos que era él quien tomaba las decisiones en el lugar. Iba vestido de militar. Puede que sea un marine o un capitán.

— ¿Perdona? Creía que aquí vivían los más pobres de la zona y… los rebeldes. —enfaticé un poco nerviosa. Tal vez haya sido imprudente tocar el tema.

— Y no te equivocas. Pero hace meses que no podemos contactar con nuestros compañeros en la ciudad. Ellos y el mundo entero desconocen lo que realmente está sucediendo en esta cúpula. En otras palabras, a la mayoría no les interesa.

— Sin embargo aquellos que saben… se encargan de mantenerlo en secreto y de tomar provecho, por supuesto. —la mujer que lo acompañaba iba vestida igual. Era rubia y llevaba el pelo recogido en una coleta demasiado estirada.

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