La fábula de la costurera

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Hace muchas lunas, en una aldea cercana a los bosques antiguos, vivía una modesta costurera llamada Dhalia. Su aguja y hilo eran sus fieles compañeros, y su talento para tejer historias con telas y encajes era conocido en todo el pueblo.

Una mañana, cuando el sol apenas asomaba tras las frondosos arboles, Dhalia encontró un viejo libro en su puerta. Sus páginas eran de un dorado antiguo y sus palabras parecían susurrar secretos olvidados. Al abrirlo, descubrió que era un libro de hechizos de costura, lleno de conjuros y encantamientos que convertían hilos en hebras mágicas y agujas en varitas.

Decidida a explorar este nuevo mundo de posibilidades, Dhalia comenzó a experimentar con los hechizos. Con un movimiento de su mano y las palabras adecuadas, sus creaciones cobraban vida propia. Tejió capas que se convertían en alas y vestidos que brillaban con estrellas. Sin embargo, un día, su entusiasmo la llevó a tejer un vestido que atrapó el viento y la elevó por los cielos.

Volando sobre bosques y montañas, Dhalia llegó a un reino flotante en las nubes, donde seres altos de orejas puntiagudas convivian en armonía con la magia. Allí conoció a la Reina del cielo, una figura elegante que creaba sus propias telas con hilos de luz. La Reina del cielo reconoció el don único de Dhalia y le ofreció un desafío: crear un vestido que capturara la esencia del viento y la liberara en una danza celestial que ninguno de sus habitantes había visto antes.

Durante días y noches, Dhalia tejió con determinación. Utilizó hilos de nubes y fragmentos de estrellas para tejer un vestido que parecía estar hecho de suspiros y susurros. Cuando lo presentó ante la Reina, un viento suave comenzó a soplar, y el vestido cobró vida, danzando en los cielos y esparciendo fragancias de flores invisibles, aquel espectáculo era único y muchos seres de aquel reino se acercaron para brillar junto a aquel festejo de luces y aromas.

Impresionada por la creación de Dhalia, la Reina del cielo le otorgó un hilo de arcoíris como recompensa. Con este hilo mágico, Dhalia pudo tejer sueños y deseos en sus creaciones, infundiendo cada puntada con un toque de magia.

Al final de su viaje, Dhalia regresó a su aldea con el corazón lleno de experiencias y sabiduría. Sus creaciones mágicas se volvieron famosas en todo el reino, y las personas viajaban desde lejos para recibir sus toques mágicos en sus ropas y accesorios. Pero más allá de su talento, Dhalia había obtenido un regalo, un nombre. A partir de entonces, sería llamada Dhalia Bittencourt.

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