Capítulo 04 (Editado)

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→ D A V I D ←

Viernes. Al fin viernes. Y no es un black friday, no. Es viernes.

Conduzco hacia mi trabajo con la tensión acumulándose en cada jodido músculo del cuerpo, no sé por qué me siento tan incómodo con la idea de tener una secretaria nueva, pero no dejo de darle vueltas al mismo asunto.

No soy fan de los cambios, ya lo dije antes, y este es uno de esos porque yo no elegí cambiar de secretaria, al contrario, fue Avril en el momento en que dejó que un grupo de espermatozoides hambrientos llegasen hasta sus óvulos.

Ah, mierda...

Estaciono en mi lugar predilecto y acomodo bien la corbata de mi traje, hoy opté por usar uno de color verde oscuro y me he dejado el cabello al natural, con suerte lo he peinado con los dedos después de ducharme, pero no luzco nada mal. En el espejo retrovisor veo que mis pestañas ya no están húmedas y aun así mis ojos verdes se dan a lucir. Joder, no puedo negar que luzco espectacular. Quizás pueda salir de fiesta más tarde, ya saben, uno tiene que aprovechar la juventud y la belleza antes de que se acabe.

Me bajo del coche tras haber tomado las cosas que necesito y activo la alarma de mi Mercedes-Benz antes de entrar al edificio. El elevador se toma su tiempo, como si me estuviese haciendo la contra, y me exaspera. Cuando las puertas se abren no dudo en entrar, no va demasiado lleno, y lo agradezco, pues, no hay amontonamiento como en otros días.

Presiono el botón de mi piso y me acomodo metiendo las manos a los bolsillos, las puertas se cierran y el silencio habitual se instaura, solo una leve música llena el espacio, parece ser jazz. Sin embargo, se imaginarán mi sorpresa al momento de sentir una mano tanteando descaradamente uno de mis glúteos. Me volteo en automático con el ceño fruncido para terminar cruzándome con los ojos grises de una mujer de cabello castaño, quien sonríe y comienza a teclear en su celular como si nada.

Su rostro se me hace familiar, aunque no tengo demasiado tiempo para analizarlo, las puertas se abren en mi piso y salgo de allí sin dudarlo.

Eso fue raro.

Es la primera vez que esto me sucede en la empresa, pero lo dejo pasar porque tengo prisa. Saludo a quienes me cruzo y llego hasta mi oficina, aunque... no hay nadie en el puesto de Avril, ni siquiera ella. Sin embargo, destaco la presencia de una caja sobre el escritorio con su nombre escrito a un lado y también su bolso colgando del respaldo de la silla. Okay, por lo menos sé que todavía sigue por aquí, seguro ha de estar orientando a la nueva.

Bien... Hagamos esto de una jodida vez.

Suspiro y me encamino hacia mi oficina, abro la puerta y me detengo en seco cuando descubro que dos personas se encuentran dentro. Una escena un tanto... extraña aparece frente a mis ojos: Avril recoge unos papeles del piso a toda prisa y levanta la cabeza hacia mí, mientras que otra mujer sigue levantando los que quedan dando la espalda en mi dirección. Frunzo el ceño y Avril se pone de pie como un resorte.

—Buen día, gerente —saluda la rubia y la chica que está de rodillas da un respingo antes de levantarse.

Gira tan rápido hacia mí que todo el cabello le queda en la cara y, con su mano libre, aparta los mechones, hace una especie de reverencia en la cual su frente casi le toca las rodillas y se yergue luego.

—¡Buen día, señor! —vocifera.

Aprieto los labios para no soltarme a reír, la muchacha suena muy nerviosa y el cabello le sigue cubriendo parte de la cara. Está hecha un desastre. Se aparta el pelo y su rostro se revela para mí... Ojos cafés, grandes y brillantes, los cuales transmiten sus emociones igual que ese día. Ella también me reconoce y la sorpresa se refleja en esos orbes que posee.

La chica de los sueños locos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora