Capítulo 25 (Edit.)

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→ D A V I D ←

—¡Por fin!

Suelto una risita cuando Camila se tira de espaldas a la cama; parece muy agotada, la miro mientras se quita el calzado y da vueltas sobre el colchón hasta quedar boca arriba con los brazos extendidos hacia los lados.

—Fuiste tú la que sugirió bajar a participar de esos juegos —le recuerdo—, ahora no te quejes de que estás cansada.

—¿Quién está cansada? —inquiere y se levanta prácticamente de un salto—. Solo me alivia haber vuelto al cuarto —miente, la muy descarada.

—Ah, claro, claro —ironizo.

Me dedica una sonrisa como de ángel y gira sobre su propio eje con el fin de llegar hasta el armario para sacar ropa, supongo que busca su pijama, ya pasa de la media noche; en dentro de poco se hará la una de la mañana y tenemos que estar despiertos a las siete para prepararnos para la boda civil de Paulo y Charlotte, lo que quiere decir que debemos estar dormidos cuanto antes sea posible.

—Voy a cambiarme en el baño —avisa y sale casi corriendo como una niña pequeña.

Hace unas horas no parecía importarte que te vea...

Sacudo la cabeza, ¿Qué mierda estoy pensando? No debería permitirme recordar cosas de ese estilo. Me cambio de ropa y me dejo caer sobre el suave colchón, cierro los ojos y suspiro.

Rememoro lo sucedido hace rato sin poder evitarlo...

«Para eso están los amigos ¿O no?». Sí, pero no se supone que vea a mi amiga como lo hago. No puedo evitar observarla sin que ella lo note: no lo pude evitar cuando salimos de la habitación para ir a participar en esos estúpidos juegos y tampoco pude evitarlo cuando ya veníamos volviendo, aunque Simón no dejaba de hablar, eso me distrajo de mirarla.

Pero... mi primo no está aquí ahora y tengo que compartir la cama con ella.  ¿Cómo se supone que pueda dormir en paz sabiendo que Camila está a mi par?

No puedo pensarlo ni mentalizarme por mucho tiempo porque Camila sale del baño: ya se ha cambiado y ahora trae una remera holgada bastante grande que le llega hasta la mitad los muslos y unos pantalones cortos que puedo apreciar cuando se inclina para dejar la ropa —que se ha quitado— de vuelta en el armario.

—¿De qué lado te gusta dormir? —pregunta de repente y me hace levantar la vista de sus piernas para mirarla a los ojos.

—¿Eh?

—En la cama, David. ¿Derecha o izquierda?

—Ah... Para mí es igual. Elige el lado que quieras.

Me están entrando unos nervios muy extraños, ¿Será porque voy a dormir con ella en la misma cama?

Y solo vamos a dormir, ese es el problema.

A veces odio que mi subconsciente esté en mi contra. ¿Por qué me saboteo solo? Soy tan idiota...

—Bien, entonces yo dormiré de este lado —anuncia mientras se sienta del lado derecho.

—De acuerdo.

Nos deslizamos bajo las sábanas y Camila estira el brazo para apagar la luz, la única fuente de iluminación que queda dentro de la habitación son las luces externas que se cuelan por la ventana que da al balcón. Miro el techo sin sentir un gramo de sueño o cansancio. Es más, parece que todo rastro del mismo se ha esfumado en cuanto he tocado las sábanas.

La chica de los sueños locos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora