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El chico rubio frente a él lo miraba con una sonrisa, una hoguera iluminaba tenuemente su rostro y los grillos cantaban de fondo, aunque el sonido se escuchaba lejano. Parecía que el cielo, repleto de estrellas, los arropaba aquella noche, en el bosque y en silencio. Mitsu bajó su mirada hacia los labios de aquel rubio, quien acercó su mano hasta su mejilla, los dos cada vez más cerca. Sentía su tacto, su pulgar retirando un mechón rebelde de su cabello, y su respiración mezclándose con la suya propia. Sus rostros estaban cada vez más cerca, tanto que sus narices casi chocaban, tanto que Mitsu tuvo que inclinar ligeramente su cabeza, tanto que sus labios estaban apunto de rozarse...

El sonido de su alarma le hizo levantarse de golpe, y por ende, darse un buen porrazo para comenzar bien su mañana. Su madre entró en la habitación segundos después, mientras el pelinegro seguía tratando de procesar lo ocurrido.

—¿Estás bien, cielo?

Había sido un sueño... Otra vez.

Asintió como respuesta y se levantó del suelo, bostezando mientras se acercaba a abrazar a la mujer. Recargó su cabeza en su hombro perezosamente, cerrando los ojos, deseando volver a dormirse.

Por algún motivo, sus sueños últimamente involucraban a cierto chico y Mitsu siempre despertaba antes de besarlo. No se explicaba por qué, y realmente le gustaría haber seguido durmiendo para descubrir a dónde llegarían, pero...

—Mitsu, vamos, si no vas a vestirte llegarás tarde a clase. Hoy es el primer día.—fue reprendido.

Soltó un quejido y negó con la cabeza, abrazando a su madre más fuerte en lugar de soltarla. Se negaba a ir a clase, quería dormir. Quería volver a tener ese sueño...

—Hay tortitas para desayunar.

Y eso fue suficiente para convencerlo, pues se separó al instante para comenzar a buscar su ropa.

Apenas terminó de darse una ducha y cambiarse, bajó a la primera planta con la mochila en el hombro, yendo directamente a la cocina. Allí, un plato repleto de pancakes lo esperaba junto a una taza de té y un bote de sirope de arce. Sus dos madres estaban ya sentadas, con un café en la mano y unas tostadas.

—Buenos días.

Dijo, y se sentó junto a ellas, comenzando así los tres a desayunar.

—Buenos días, cariño... ¿Te has caído de la cama?

—Sí... La alarma me asustó.

En realidad, la alarma no fue el único motivo de su sobresalto... Pero sus progenitoras no tenían por qué saberlo.

Su plato de tortitas duró menos de diez minutos y tras beberse el té, fue al baño a lavarse los dientes y peinarse. Mientras se miraba al espejo, pensó en que quizás necesitaba un corte de pelo...

—¡Mitsu, Erik está aquí!—escuchó desde la planta de abajo.

Erik Johnson, un año mayor que él, era el mejor amigo de Mitsu y quien lo llevaba a clases cada mañana. Un chico alto, algo introvertido, de cabello oscuro y con el cuerpo tonificado. Ambos estaban juntos en el equipo de rugby y eran amigos desde que eran pequeños. Hasta sus familias se llevaban bien.

Bajó las escaleras corriendo y se despidió de sus madres con un beso en la mejilla, agarrando su mochila y saliendo por la puerta con una sonrisa.

—¡Hey, tío!—gritó el mayor desde su descapotable.—¡Sube, vamos a por Fletcher y su novia que se nos hace tarde!

Y así hizo. Se subió en el asiento del copiloto, saludó a su amigo con un choque de puños, y de allí fueron a por el resto con destino al American Western South College. Al llegar, Erik aparcó frente al edificio, justo diez minutos antes del comienzo de las clases. Prácticamente todos los alumnos miraron hacia el vehículo. Primero se bajó Fletcher, también jugador del equipo, y luego su novia, que era animadora (para variar). Lo siguió Erik, quien dio la vuelta para ayudar a Mitsu con su mochila.

—Nos vemos luego, tíos.—se despidió Fletcher, pasando el brazo por los hombros de su chica y marchándose.

Los dos hicieron un gesto para despedirse.

—¿Qué tienes a primera hora?—preguntó Erik.

—Literatura con el Señor Harrison, ¿y tú?

Comenzaron a caminar mientras seguían con su charla, ignorando las miradas de sus compañeros. Estaban acostumbrados, después de todo, eran bastante populares...

—Álgebra, por desgracia.

—¿Con la Señora Moore?

—Sí...

—Qué pereza.

—¡Chicos!

Se escuchó tras ellos, haciéndolos girar al mismo tiempo. Alana Peterson, la capitana del equipo de animadoras, los saludaba con una sonrisa mientras se acercaba. Era la chica más popular del instituto, siendo considerada también de las más atractivas. Mitsu a veces no lograba comprender por qué la mitad de los estudiantes querían su atención. Quizás era porque ellos eran amigos y no se idolatraban entre sí...

—Hey, Alana.—saludó Mitsu.

—Cuánto tiempo, Alana.—añadió Erik.

—Sí, pero ya sabes, estuve visitando a mi familia en Florida.

—Vi tus publicaciones... ¿Cómo está tu tía Heather?

—¡Genial! Te manda saludos, por cierto, dijo que te extraña.

—¡Alana!

Una de las animadoras la llamó al otro lado del pasillo. Con eso, se despidió de los chicos y se fue, dejándolos solos. Mitsu acompañó a Erik hasta la puerta de su aula, así que durante el resto de camino por los pasillos siguieron conversando sobre sus horarios.

—Cambiando de tema, hoy dan los números de taquilla... Espero que no me toque cerca del rarito de Scott otra vez.—resopló Erik.

—¿Ayu Scott?

—Ese mismo... El amiguito otaku de Evans y Williams. No sé cuál es más rarito de los tres.

No pudo evitar desviar la mirada hacia el interior del aula al escuchar el primer apellido. Sentado al fondo, un chico rubio, alto, con gafas y vestido de azul miraba a la mesa con una expresión neutral, absorto en su propio mundo (o quizás terminando de despertarse). Uno de los "raritos", Toki Evans. Introvertido, callado, con aspecto perezoso, buenas notas y comportamiento tímido.

El chico pareció notar que lo observaban, pues alzó su mirada hacia él y Mitsu se ruborizó de golpe al verse descubierto, devolviendo su atención a Erik.

—... Y me dijo que se vengaría, ¿te lo puedes creer?

—Sí...—respondió, completamente perdido.

—¿Estás bien, tío? Pareces un tomate, ¿tienes fiebre?

—Sí... ¡No! Estoy bien, es alergia.

—Eso es que no estás bien, vamos a la enfermería.

—Estoy bien, Erik.

—Pero...

Casi como en una película, la campana del inicio de clases los interrumpió, salvando a Mitsu del resto de la conversación. Llegó dos minutos tarde por entretenerse, pero por suerte el Señor Harrison todavía no había llegado cuando entró en el aula. Fue a sentarse a su sitio habitual, en la tercera fila junto a Fletcher, y preparó sus cosas para la clase de literatura con el propósito de prestar atención.

Le fue difícil concentrarse pensando en el contacto visual que había tenido con Toki. Como si los sueños relacionados con él no fueran suficiente martirio para su cabeza, ahora había sido descubierto mirando su cara como el bobo que era, y eso era suficiente para hacerlo sobrepensar durante horas.

Vaya primer día...

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