Capítulo 4-Vloger

12 1 0
                                    

Narra Andy

Esta vez no desperté por la luz del autobús, no tenía necesidad de levantarme ya que ese día no habría concierto. Fue el ruido de Mandy en el piso de abajo lo que me obligó a abandonar mi mundo de los sueños. Ese ruido, ese ritmo... lo conocía perfectamente bien. Llevaba tres años despertando con ese bajeo repetitivo. Me levanté de la cama y bajé las escaleras para encontrar a Mandy, aún en su pijama de Bob Esponja, haciendo el desayuno mientras cantaba y bailaba la música de cumbia que tenía de fondo a un volumen considerable.

—¡Hola, buenas! —me saludó en cuanto me vio—. Estoy haciendo huevito a la mexicana por si quieres.

—¿Podrías bajar el volumen de esa cosa? Ese bajeo está demasiado fuerte, estás haciendo que retumbe todo el autobús —me quejé.

—¡No, señor! ¿Escuchas quién es? Es Selena, aquí le rezamos tres veces al día. Es pecado bajarle a su música.

—Vas a despertar a todos.

—¡Mandy! —Jake apareció—. Baja el volumen.

—¡Qué delicados! —indignada, se dirigió al estereo y bajó el volumen solo un poco—. Pero entiendo, no todos están listos para experimentar la música creada por Dios.

—Solo es cumbia —Jake no pudo guardarse su opinión de infravalorar.

—No es cumbia, es un estilo de vida que pasa y seguirá pasando generación tras generación. La cumbia será lo único que puede prevalecer tanto como La Biblia o Chabelo.

—¿Quién es Chabelo?

—Si no eres de México te va a perturbar saberlo —expliqué con lo que sabía por Mandy basado en mi percepción cultural y luego me dirigí a ella—. ¿Emocionada por México?

—¡Sí! —exclamó y brincó de felicidad—. Ya quiero ir a celebrar el cumpleaños de CC allá. Por cierto, Jake. No deberías quejarte, si quieres hacer vlogs en México vas a tener que acostumbrarte al ruido y esta clase de música tronando las bocinas a todas horas.

—¿En serio? —preguntó él con cierto hartazgo.

—Bueno, no a todas horas pero en la calle sí. La Ciudad de México es muy ruidosa y hay sonidos muy particulares por todos lados, ya lo verás.

Y mientras hablábamos, apareció nuestro chofer del autobús al fondo de este a través de las cortinas.

—¿Qué pasó, señorita Mandy? ¿Por qué le bajó a la música? —le preguntó en español.

—Ya ve, señor Carlos. Gringos —le respondió en el mismo idioma bromeando con él.

—Se van a quedar varios días en México. A ver si le pueden llevar el paso por toda la ciudad para que conozcan.

—Si no aguantan mejor lo invito a usted aprovechando que también va a tomar sus vacaciones allá.

—¡Híjole, señorita! No se va a poder. Yo me voy a mi pueblo en Tijuana, allá en casa de uste'.

—Si cambia de opinión yo le doy un tour por la ciudad, ya sabe que ahí tiene su casa.

Y de pronto, aún con la cumbia sonando, Mandy se acercó al señor Carlos y comenzó a bailar y cantar con él. Me sorprendió que en ese pasillo tan estrecho ambos mantuvieran ese ritmo tan complicado entre pasos muy largos y vueltas tan rápidas y constantes. No sé qué estaba pasando, pero el piso de abajo se convirtió en un pequeño México y apenas llevaba cinco minutos despierto. La pregunta era: si esto pasaba solo con Mandy y Carlos, el chofer, ¿cuántos mexicanos se necesitan para conquistar todo el país? Eso lo sabría cuando pisara sus tierras.

BVB: La Sexta Integrante-Bring the War (Cuarta Temporada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora