Pasamos por unas curvas más para que al final el campus nos de la bienvenida, el querido sol, que creía ya muy lejos, se ha establecido en el panorama de mi universidad. No sé qué pensaba al creer que iba a estar nublado, pues este es el clima común de este lado de la ciudad. Sin embargo, al analizar lo conversado con mi madre en el auto le pongo buena cara y admiro lo que se me presenta ante mis ojos. Primero, vemos el cartel de Tamasys, que muestra orgulloso el color amarillo y verde representativo de la universidad, junto con la típica tipografía que las universidades de este país adoptan. Sé que esa combinación de tonos puede ser chillante y un tanto escandalosa pero ya se me ha hecho tan familiar que la emoción de volver está comenzando a incrementarse y eso se ve reflejado en la pequeña sonrisa que se me escapa.
Sé que no soy el típico arquetipo de universitaria que goza a más no poder esa etapa de su vida, pero no todo ha sido desgracias en este lugar. Está universidad está considerada como una de las mejores respecto al bienestar del estudiante y su desenvolvimiento, siempre hay actividades, ferias, talleres y un montón de clubes al que puedes unirte. Por ejemplo, yo soy parte del de Arte, siendo una orgullosa copresidenta con mi amiga Liz, estudiante de economía que en sus tiempos libres era una artista etérea.
Llegamos a la larga calle que nos dirige al departamento administrativo, mientras pasamos se exhiben campantemente a los laterales las fraternidades y hermandades, muy mala idea tenerlos juntos en mi opinión, literalmente solo un breve pasaje de concreto separa sus hormonas alborotadas. Recuerdo llegar el primer año y haberme propuesto entrar a alguna de ellas, especialmente a la hermandad Beta Kappa, ya que...
-Mira mi hermandad está ahí- dice mi mamá con tono campante, siempre orgullosa de haber pertenecido a aquel lugar.
-Lo sé, siempre está ahí. Nunca se van a mover es una institución estudiantil emblemática.
La casa de Beta Kappa, no sé cómo pero siempre está perfecta, jamás la vi sin el césped descuidado o con algún borracho de una fiesta circundante que decidiera hacer una siesta momentánea en el porche. Mi mamá pertenecía en su momento y deseó que yo también lo hiciera pero al parecer no encajaba con el perfil académico que estaban buscando. Já, ni yo me lo creía, la verdadera razón era la presidenta Emily Riss, el típico estereotipo de líder tóxica que las organizaciones de este tipo pretendían zafarse. Nuestra estimada, se enfocó netamente en el físico y posición social de sus postulantes, he ahí la razón por la que era imposible que me dieran el ingreso a la hermandad. Claro y el hecho de que me humillara de manera personal en la etapa de admisión. A pesar de ello, no generalizo a las miembros de esa hermandad, aún más teniendo amigas de clase que pertenecen a ella ¡Tampoco soy una retraída social! Aunque debo admitir que entablar conversaciones con mujeres se me hace mucho más fácil.
Giro mi cabeza para no enfocarme en esa casa del terror y me topo con el lado masculino de la acera, específicamente la casa de los Alfa Delta, suelto involuntariamente un pequeño respingo inaudible cuando pienso en quién vive ahí. Pasa menos de un minuto y llegamos a la zona donde los padres dejan a sus hijos, que no son muchos la verdad. Generalmente, este espacio esta plagado de las familias de los de primer año, y bueno, yo y mi mamá. Ella aparca la camioneta y esperamos a que el motor se estabilice para descender. Siento el aroma fresco de las áreas verdes del campus, pero a la vez, la sensación de mis piernas tambaleándose, ya que no decidí participar en la parada a mitad del camino para estirar las piernas y comprar unos piqueos. Pasa un momento y me acomodo mi atuendo, ya que estuve desparramada en el asiento del copiloto por más de una hora. Mis shorts sueltos que me llegan hasta un poco antes de la rodilla se me pegaron como una segunda piel, me percato sutilmente de que nadie haya visto ese vergonzoso momento. Me quito la chompa negra y me la amarro como correa, mostrando mi crop-top blanco con el estampado "Reading is sexy", siempre me han encantado las camisetas con mensajes de ese estilo, esta era mi favorita.
Hace tal calor, que me hace imaginar si Tamasys está en el Sahara y no en el este de la ciudad. Finalmente, me suelto mi cabello y miis rizos salen a la luz, como toda persona que tiene este tipo de cabello sabe que ellos tienen su propia personalidad y el día de hoy amanecieron un poco enojados. Sin embargo, los camuflo con mi nuevo flequillo. Todo el mundo está en lo cierto que cuando una mujer quiere cerrar ciclos el único damnificado será el cabello; en este caso siento que me favorece y me da una vibra interesante, bueno eso creo. Finalmente, busco mis lentes de sol en la guantera, perfectos para utilizarlos como una diadema improvisada, verifico que todo este bien y me dirijo a donde está mi madre, cerca a la maletera.
-Llegamos y el sol lo sabe.- menciona riéndose.
-Ni que lo digas. Oye muchas gracias por acompañarme todos los años, soportar mi cara y mi personalidad mañanera.- Agarrando su mano acariciándola.
-Oye soy tu madre, estos momentos son los que vienen como imprescindibles en el manual de maternidad.
Nos reímos y ayudamos a bajar las maletas y mochilas. Creo que metió una de más, cosa que hace que me enoje un poquito teniendo en cuenta que Tamasys tiene como norma que es hasta aquí donde llegan los padres. Osea yo tengo que mover todo esto hasta mi habitación en el segundo piso del pabellón C, muy lejos por cierto ¡Genial!
-En el bolso amarillo te puse cosas extras de sorpresa, ya sabes lo que vas a necesitar y que es probable que una universidad con un rector hombre no tenga a disponibilidad, como: toallas femeninas, chocolates de los que te gustan y los dvd's de mi colección de las mejores comedias románticas.
-Gracias- lanzándome hacia ella para darle un fuerte abrazo.
Mi madre me apachurra más fuerte de lo usual, provocando que recuerde cuando lo hacía de pequeña. Aunque tengamos nuestros altibajos, sé que es uno de los pocos amores verdaderos que tendré en la vida.
-Te voy a extrañar y lo sabes- dije aguantándome la lagrimita que se me había formado en el ojo izquierdo.
-Oh cariño, sabes que existen las videollamadas ¿No?- intentando reconfortarme, pero al final me pongo a llorar como una magdalena.
Me besa la cabeza y movemos el equipaje a la acera. Nos despedimos como otras mil veces más. Ahora no me preocupa nada parecer una novata, solo quiero sentir el calor de mi madre antes que se vaya con su playlist ochentera.
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Autora comenta: Ahora sí ¿Están listos para lo que viene queridos lectores? Pronto actualización...
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Perfecta manifestación
Roman d'amourA August siempre le han comentado que la universidad es la etapa más inolvidable que una persona puede vivir, donde empieza la independencia y descubre quien quiere ser; pero a quién queremos engañar también es para experimentar el primer amor, o má...