CARRETERA AL INFINITO

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CARRETERA AL INFINITO

En torno al diez de agosto tiene lugar todos los años la popular lluvia de estrellas de las Perseidas o "Lágrimas de San Lorenzo". Las cálidas noches de este mes son un marco excepcional para contemplar este espectáculo nocturno.

Todo estaba preparado para una nueva noche de lluvia de estrellas. A eso de las once y media, Thomas y sus dos hijos, Orsson y Jack pasaron en su coche a recoger a su tío Frederick. Como cada noche iban ilusionados puesto que era uno de los acontecimientos del año más esperados por todos ellos. Acostumbraban a llevar algún tipo de refrigerio para comer mientras charlaban de temas de miedo o de cosas mundanas.

Emprendieron el camino y se adentraron en la total oscuridad de aquella noche, lo cual hacía prever que el espectáculo sería formidable. Tenían varios sitios a los que iban normalmente, pero aquella noche el destino quiso que Orsson tuviera la ocurrencia de buscar un lugar nuevo, más oscuro si cabe todavía, para contemplar el firmamento. Así que su padre se desvió del camino habitual tomando un sendero que se adentraba entre las montañas.

Comenzó a circular por aquel camino pedregoso que estaba lleno de curvas y flanqueado por la ladera de una montaña en un lado y por un pronunciado terraplén al otro. Esperaban encontrar algún lugar en el que el camino se hiciera más amplio a uno de los lados para poder detener el coche y tener unas buenas vistas, pero por lo pronto solo había curvas, así que continuaron.

El tiempo pasaba y no había forma de encontrar un lugar donde pararse y lo que era peor, ni siquiera un lugar donde poder dar la vuelta para volver y redirigirse hacia donde siempre veían la lluvia de estrellas.

Como calcularon que ya llevarían conduciendo cerca de media hora por ese camino, decidieron parar el coche para tomar una decisión acerca de qué hacer.

Se bajaron del coche. La oscuridad era total. Sin embargo, algo llamó la atención de todos, puesto que no se veía ni una sola estrella y enseguida notaron algo, si cabe, todavía más escalofriante: no se oía absolutamente nada. Les extrañó mucho, debido a que en las anteriores excursiones que habían hecho siempre habían podido oír los sonidos de la naturaleza -búhos, el cric cric de los grillos zapateros, incluso el sonido del mismo viento-. Pero en aquel misterioso lugar ninguno de esos sonidos se escuchaba y la calma que reinaba helaba la sangre. Por si fuera poco, intentaron dar marcha atrás pero debido a lo sinuoso del camino y lo resbaladizo del terreno, a la primera de cambio casi se despeñan.

Decidieron hacer dos grupos, uno caminaría siguiendo el sendero, y el otro escalaría la ladera para intentar divisar que había tras la montaña. Pasada media hora, ambos grupos deberían volver al lugar de partida independientemente de que pudieran comunicarse por el móvil. Y así fue como empezó la caminata de cada pareja.

Thomas y su hijo Orsson fueron los encargados de seguir adentrándose en el camino buscando alguna zona en la que se pudiera maniobrar para dar la vuelta. Llevaban andando unos diez minutos cuando por fin el camino dejó de ser tan sinuoso hasta que se hizo completamente recto. El problema es que tras andar otros cinco minutos este seguía igual, como ya llevaban quince minutos y la vuelta requeriría del mismo tiempo, decidieron emprender el regreso.

En tanto, Frederick y su sobrino Jack habían ascendido a lo alto de la colina pero lo que vieron les dejó sin palabras, una oscuridad total y absoluta invadía el horizonte, nada podía divisarse -ninguna luz, ningún camino-, pareciese que la montaña se desvaneciera al llegar a la cima puesto que más allá de ella solo había una oscuridad infinita. Así pues, emprendieron el camino de regreso para encontrarse con Thomas y Orsson tal y como habían acordado.

Cuando habían pasado treinta minutos desde la separación de ambos grupos, todos se reunieron de nuevo en el punto de partida. Thomas y Orsson explicaron que el camino que estaba lleno de curvas luego se tornaba recto y parecía no tener fin. Por su parte, Frederick y Jack comentaron que al llegar a la cima de la montaña no habían podido divisar nada puesto que una oscuridad total se apoderaba del paisaje.

La preocupación empezó a cundir entre todos; no obstante, Thomas sugirió que regresaran andando para pedir ayuda. Emprendieron la marcha a través de las numerosas curvas y cuando llevaban una hora andando el camino se volvió de nuevo recto, lo cual les asombró porque cuando ellos se adentraron en él no recordaban ningún tramo recto. Siguieron andando otra media hora pero la recta no terminaba nunca y ahora, definitivamente, el pánico cundió entre ellos.

Habían intentado seguir hacia adelante, subir hasta lo alto de la montaña y volver por donde habían venido pero todo había resultado en vano. Inexplicablemente estaban atrapados en un camino sin retorno al que habían llegado sin saber cómo.

Se sentaron para descansar y estuvieron hablando durante horas hasta que dieron las seis y media de la mañana; sin embargo, el cielo seguía igual de oscuro que cuando llegaron por la madrugada. Aquello terminó de atemorizarles. Estaban en medio de un camino infinito en una noche infinita.

RELATOS DE MEDIANOCHE / VOL. IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora