QUINTO CAPÍTULO: BANDERA ROJA

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«Las personas viven atadas a lo que ellos consideran como "correcto" y como "verdad", es así como definen la "realidad". ¿Pero que significa lo correcto y la verdad? No son más que simples conceptos vagos. La realidad puede ser una mera ilusión. ¿Podemos considerar que el mundo vive ahogado y atado a sus creencias?»

Itachi Uchiha.

La vida de cada persona es tan diferente como las huellas de sus manos. Es como un universo propio dentro de cada mente. Entre las comprensiones de los sucesos y las formas de transmutar la realidad a la ficción propia, llegamos a perdernos en nuestras mismas ideas, y ciertamente esto no es del todo malo...

La vida es tan larga que nos da el tiempo necesario para aprender todo lo que "ella" considera necesario. Y se presta para que aquello que hemos olvidado aprender, se atraviese en nuestro camino, y sea en su momento una lección cursada. Una de esas tantas cosas que se aprenden, es precisamente la importancia de la precepción individualista de la realidad.

Aprendemos con los años, incluso, de las percepciones propias y ajenas llevamos a cabo cambios que permiten dar un giro a la realidad que vivimos y/o pensamos.

No hay tiempo para lamentaciones en la vida y en todo aquello que hemos decidido, pensado y hecho «realidad».

I

Era más de media tarde. El celaje había perdido el tono azulado que lo adornaba, y sus nubes, anteriormente blancas y espesas se habían pintado de un bello color cobrizo. Y cerca de la elevación más alta que vislumbró, la tarde dejaba sus huellas tiñendo la zona de un anaranjado brillante con matices rosa similar al salmón.


El prado lucía tranquilo, al horizonte, los últimos rayos de sol se ocultaban entre las montañas y el crepúsculo proyectaba sombras largas y difusas en medio de las ramas de los verdes pinares que cubrían el área.

La mirada de Itachi escudriñó los alrededores y se posó de inmediato, casi inminentemente en el pequeño cuerpo de Sakura que seguía postrado sobre él. Sus mejillas estaban tan rojas como dos amapolas y con el dorso de la mano frotaba la comisura de sus ojos. Su rostro, anteriormente apacible relucía quebrantado: con los orbes vidriosos y levemente enrojecidos, Itachi percibió al instante que había estado llorando.

Con pesar recargó su espalda sobre el tronco grueso y respiró hondo sintiéndose culpable. Más culpable de lo que se había sentido con anterioridad.

Y lentamente, desvió la vista al cielo, ocultando su preocupación entre su semblante de neutralidad aparente.

Al cabo de unos minutos Sakura se levantó y se sentó a su lado, con las piernas juntas y la mirada baja. En medio de los dos se había alzando una muralla de silencio denso. Un silencio casi doloroso.

—Itachi-san —murmuró ella con la miraba escondida entre sus cabellos. La suave voz que emitió seguido del sufijo "san" atrajo la atención de Itachi al instante. El aura intrínseca de confianza que emanaba de ambos se había desquebrajado con aquella barrera ávida de respeto— ¿Sigues molesto conmigo? —musitó queda.

La pequeña apoyó la barbilla sobre sus rodillas y las rodeó apegándolas a su cuerpo. Itachi la observó con desconcierto y el pecho le punzó. Su expresión destilaba un vestigio de tristeza y él se sintió más culpable que nunca.

—No, Sakura —dijo sin voltear a verla—. Ya no sigo molesto contigo.

Sakura soltó un suspiro, y su cuerpo tenso se relajó, mas no fue capaz de apartar la mirada del suelo. Era como si sus ojos estuviesen anclados a la hierba y se negaran a observar otro punto que fuese contrario a la dirección de sus pies.

—Esta mañana... —hizo una pausa y bajó levemente el tono de su voz. El cuerpo de Itachi se puso tieso y su atención se clavó en las palabras que fueran a salir de su boca rosa— Yo sé que ellos mienten —comenzó—. Tú no serías capaz de lastimar a Shisui-san, no eres capaz de hacerle daño a nadie. Shisui-san era un hermano para ti, para Sasuke, para mi. Simplemente, tú no harías algo así... y yo te creo.

Pero ninguna palabra salió de él, ni de su interior, ni de su mente.

Se quedó callado, con los ojos opacos y los labios secos. Sakura ladeó la cabeza y por primera vez vio el rostro de Itachi con los parpados ligeramente caídos y la mirada perdida y afligida.

—No deberías estar aquí —se oyó a sí mismo y le dolieron las palabras secas que brotaron de su garganta. Se negó a mirar los orbes verdes de ella por miedo a encontrarlos asaltados por la confusión. Y se odió aún más por lo que estaba a punto de hacer—. Es tarde, es mejor que te vayas a casa, que no estaré siempre para cuidar de ti. Tengo otras cosas que hacer que preocuparme por lo que diga mi clan, o lo que creas tú.

Sakura miró al suelo una vez más y curvó los labios en una sonrisa trémula.

—Lo dices porque saldrás de misión, ¿verdad? —dijo en voz baja— Me imagino, necesitas tiempo para prepararte.

—Lo digo porque es la verdad —soltó despectivamente—. ¿No escuchas? No estaré toda la vida cuidándote. Tendrás que aprender a hacerlo sola a partir de hoy, y dejar de ser una carga... —dijo Itachi removiendo una parte de sus recuerdos. Bajó la mirada, dudó una fracción de segundo y se tragó el malestar punzante que había en sus cuerdas bucales para proferir— tienes que dejar de ser una molestia.

Sakura sintió como su corazón se oprimió y se encogió dolorosamente. Sus ojos se abrieron de par en par y un brillo desdeñoso comenzó a picarle como si tuviese espigas en los parpados: le ardían intensamente. La sorpresa no daba señal de que fuese a desaparecer de su cara, como tampoco las lágrimas que descendían por sus mejillas. Y una sensación agria semejante a un escozor se acunó en su pecho.

Era el dolor de saber que Itachi había olvidado su promesa.

—... Así que Sasuke-kun me gritó frente a todos que no soy más que una molestia —murmuró despacio, en algo más que un susurro. Itachi la observó arrugar el entrecejo y mirar el asfalto. Entonces soltó un suspiro.

—¿Y por eso estás así? —preguntó con interés. La pequela alzó su mirada verdosa y tomó la mano de Itachi dócilmente para de comenzar a caminar de manera lenta.

—No —contestó, y enfatizó negando con la cabeza. La voz suave de ella guardó silencio y cuando comenzó a hablar sonaba diferente, Itachi percibió un rastro de abatimiento—. Dijo que tú pensabas lo mismo, que lo oyó de ti. Y que me hacía un favor dándome la nota de voz de tu parte.

—Entiendo —habló Itachi en un tono inexistentemente serio. Sakura apretó más la mano de él y sus mejillas se inflaron. Itachi rió ante la nueva ocurrencia de su hermano que Sakura le contaba, y siguieron caminando hasta detenerse metros adelante debajo de un árbol de arce. El joven de cabello azabache, quien había escuchado atentamente se inclinó a su altura para murmurarle con una sonrisa ladina:

—Jamás serás una molestia para mi, Sakura-chan —y dulcemente le había desordenado los cabellos—. Te lo prometo.

«Jamás, »
resonó nuevamente en su cabeza.

«Jamás...»

Y el momento finalmente había llegado. Porque el error común de las personas es eternizar lo etéreo, empleando palabras como "siempre", "nunca" y "jamás".

—Mientes —dijo ella en voz baja, algo en su interior le decía que no era verdad—. Tú no eres Itachi.

La pequeña de ojos verdes hizo una pausa y aferró más las piernas contra ella, en un reflejo por detener sus lágrimas. Itachi la observó de soslayo respirar entrecortadamente, el sollozo le impedía hablar con normalidad y él tuvo que ahogar todo rastro de preocupación. Sus facciones se endurecieron y los rasgos serios que empleaba en sus misiones y recientemente con su clan, salieron a flote.

—Es tu problema si no quieres ver la realidad, Sakura —ella lo miró perpleja. Las palabras de aquel Itachi se iban haciendo lastimeras. Sus ojos lloraban y sus labios titubeaban.

Y a él no le importó. Ni un ápice de arrepentimiento. Nada. Absolutamente nada.

Su voz, sus palabras... su todo travesaban el estrecho camino que conducía directamente a emociones haciendo en mil pedazos su interior: deshaciendo algún vestigio de sentimientos que guardaba en su pequeño pecho, destinados totalmente a él. Y a pesar de estar a su lado, Sakura lo sintió más alejado de lo que nunca antes había estado. Sus manos temblaban y su labio trémulo parecía querer decir algo.

Un grito. Una llamada de atención en un intento absurdo para regresar al viejo Itachi. Un grito de auxilio para que aquel mal sueño que vivía terminase.

—¡No! —exclamó negando con la cabeza— ¡No te creo! ¡Escúchate, no puedes ser tú, Ita-chan!... Este no eres tú...

—¡No!, ¡escucha mejor tú! y deja comportarte como una niña, Sakura —replicó, y ella se quedó inmóvil. El llanto dejó de correr y sólo lo miraba con los ojos hinchados y el rostro demacrado por las lágrimas— Es hora de que te des cuenta que me cansé de ti, de que me estés siguiendo a cada rato como si creyeras de que me importa tu compañía. No esperes nada de mi, porque no lo conseguirás. Simplemente es hora de que comiences a madurar.

El viento fresco de una tarde de primavera se llevó lejos, de sus oídos y de su entorno, la voz de Itachi. Sus palabras habían calado donde dolía, habían dado en el punto exacto. Justo ahí, dónde sólo él tenía acceso.

La brisa meció el follaje del árbol de cerezos y las ramas dejaron caer sus hojas especiándolas por doquier. Una brisa suave, similar a un mimo acarició el rostro lánguido de Sakura que contemplaba a Itachi ensimismada, y veía como un muro infranqueable se erguía para separarlos definitivamente.

- Recuerdos de una Noche Roja -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora