III
Cumpliendo lo pactado, Itachi atravesó la barrera de Konoha y se internó cinco kilómetros en el espeso bosque con dirección al norte. Al sentir que estaba cerca, se situó por encima de la copa de un enorme árbol y divisó la cúpula oscura del templo mayor de los Uchiha.
Aceleró el paso y en cuestión de minutos se encontraba frente la entrada. Activó su sharingan y realizó un par de sellos, al instante, la enorme y pesada puerta de piedra se abrió para permitirle la entrada. Itachi ingresó a la antecámara y encendió la luz rojiza del farol. La llama iluminó parcialmente la habitación y dejó ver una serie de pinturas de batallas épicas en cada una de las paredes.
Y él las reconoció al instante.Eran cada una de las batallas que sus antecesores habían librado y ganado desde el origen del Clan. En ellas explicaban la ascendencia de su poder, otorgado directamente del Sabio de los Seis Caminos y la majestuosidad del orgullo Uchiha. Itachi por otro lado, solía ver en aquel solemne Templo, el origen de la pretensión de los suyos.
Omitiendo las estatuas que sostenían las armas representativas de su Clan, Itachi atravesó la estancia y los seis pilares que sostenían los cimientos de la edificación y llegó al trono patriarcal, observándolo detenidamente. Al hacerlo no evito pensar que ese sería el lugar que ocuparía una vez que su padre declinara al cargo cediéndoselo como nuevo líder. Era para ello para lo que lo estaba preparando, para ocupar el sitio que por derecho le correspondía.
Preparando, se dijo, sí, eso era lo que su padre había estado haciendo con él todo ese tiempo. Lo preparaba para atacar Konoha como lo preparaba para ascender como nuevo líder...Mas no era algo que se le había preguntado si deseaba hacer, únicamente lo habían estado preparando. Pero no importaba.
Nada ya importaba.
Itachi cerró los ojos con pesadumbre y al abrirlos nuevamente, tenía activado el mangekyou sharingan que fulguraba intensamente junto a la llama cobriza que sostenía; sin parpadear, clavó su mirada carmesí en el símbolo de fuego que se hallaba por encima del trono y al cabo de un instante, el trono patriarcal se hizo a un lado, dejando ver una serie de escaleras que daban a una cámara subterránea.
Con el farol por delante, Itachi iluminó el camino. Y justo en el fondo, vestido con ropas austera de estilo tradicional, una figura oscura y desgarbada lo esperaba, ligeramente encorvado. Estaba sentado en un bloque enorme de piedra caliza, que Itachi había reconocido al instante como el centro de ofrendas y a su lado descansaba un arma de extraña procedencia.Itachi frunció levemente el ceño. No tuvo que acercar el farol a la altura de su rostro para identificar que llevaba una máscara que dejaba un único ojo a la vista, que brillaba con la misma intensidad que los suyos.
―Nadie en muchos años ha pisado este lugar. Solamente los portadores del Mangekyou Sharingan tienen permitido la entrada, pero incluso entre ellos, este lugar es ignorado. ¿Cómo lo has encontrado? ―preguntó el intruso, el mismo que él había detectado semanas atrás andando por los alrededores y que el escuadrón ANBU no había podido identificar―. ¿Y cómo supiste de mi?
―Fuiste capaz de superar a los guardias de Konoha e investigar la piedra oculta del templo Nakano. Sólo los Uchiha saben donde se encuentra ―dijo Itachi, finalmente, ignorando la primera pregunta―. Al investigarte y seguirte descubrí que clase de persona eres, y qué clase de ideales tienes.En ese momento, aquel hombre vestido enteramente de negro, inspiró hondo y de un salto se incorporó avanzando junto a él.
―Así será más fácil de explicar ―dijo llanamente―. Sabrás que soy un Uchiha que odia a su clan y también a Konoha.Itachi guardó silencio, escuchando la propuesta que el extraño le presentaba sin decir nada. Una vez que terminó, prosiguió él con sequedad.
―Tengo una condición ―contestó con temple―. Podrás saldar las cuentas con el Clan, pero a cambio no le harás nada a la aldea... Ni tampoco a Sasuke.
Madara, como se había presentado ante él, no le contestó con palabras. Solamente había aguardado un instante y finalmente le había extendido la mano, aceptando el trato. La cabeza del Clan Uchiha a cambio de la aldea y de su pequeño hermano era algo simplemente tentador. Ya podría encargase del resto más adelante.
Una vez acordado la ejecución del plan para esa noche, Itachi se dispuso a abandonar la cámara, pero antes de hacerlo, Madara lo detuvo.―Espera... ―le dijo. Itachi se quedó parado, dándole la espalda, pero indicándole que le escuchaba― Sé que no tienes a donde ir después de esto... puedes seguirme y unirte a mi organización
Itachi le escuchó, pero sin decir nada más, retomó su camino; mas aquel silencio no era una negativa, como tampoco una afirmación.
Pero otorgaba. El silencio otorgaba. Y Madara, al igual que Itachi, lo sabía.IV
El resto de la tarde pasó con lentitud desquiciante. El bochornoso aire que pronosticaba el final de la primavera y el comienzo del verano mecía las ramas verdes de los hayas y le cubría, con su aire caliente el cuerpo. Itachi miró por la ventana y el sol ya coronaba con luz dorada las copas de los árboles.
No faltaba mucho para que la tarde cayera y la noche rayara; no obstante, él seguía con los pies pegados al suelo y la vista anclada a la ventana.
Sus padres no se encontraban en casa, y tampoco Sasuke. Todo los Uchiha se encontraban reunidos en el Templo Nakano y tardarían un poco más en regresar, y su hermano posiblemente se encontraría en la academia entrenando, como recientemente veía que lo hacía hasta tarde.
Sasuke, mamá, papá...
Itachi permaneció en silencio, pensando en ellos una vez más. Sin embargo, al tercer graznido que escuchó del cuervo, supo que tenía que ser ahora o nunca. Y lo hizo.Abrió uno de los cajones y sacó de su interior su equipamiento ANBU. Se colocó los protectores metálicos en los antebrazos y se aseguró la pechera al igual que la bandana alrededor de la frente y se ató el cabello como de costumbre; y con la katana en mano, desapareció de la casa y del Barrio Uchiha.
Aún le quedaba algo que hacer. Una última persona de la cual despedirse..
Levantó la cabeza y se paró firme, posando una mano sobre el tronco grueso, donde otras veces se había quedado para observar a Sakura en silencio desde el jardín de los Haruno. Esa noche, a diferencia de las anteriores, las cortinas estaban echadas y las luces apagadas, sin un ruido que desencajara del ambiente sosegado del lugar. Y a pesar de que todo indicaba que nadie se encontraba en el interior de la casa, Itachi estaba seguro que Sakura sí se encontraba ahí.
Completamente seguro, sin ser capaz de explicar cómo ni por qué.Sólo lo sabía.
Con la cabeza gacha y los ojos cerrados, peleó por largos minutos en su interior contra sí mismo, y finalmente derrotado, se dijo que sería la última vez que lo haría.Y pensando que de aquella manera se despojaría por un instante del peso que llevaba consigo y de la soledad, se dejó guiar por sus impulsos. De un salto se posicionó en el alfeizar de la ventana y la corrió, adentrándose a la habitación.
El cuarto se encontraba parcialmente a oscuras, sutilmente iluminado por una diminuta vela que resplandecía débilmente sobre el buró, lo suficiente para dejar el cuerpo de Itachi oculto entre las sombras y lo necesario para permitirle observarla mientras dormía. Algo que lo sorprendió, y le inquietó por igual.
Sakura no solía dormir a esas horas, era demasiado persuasiva para permitir que la acostaran temprano; pero no fue sino hasta que escuchó su respiración agitada sonar de manera irregular en medio del silencio cuando entendió el significado real de inquietud y alarma.
Itachi se acercó a la cama y la contempló con preocupación. Sus cabellos rosados se encontraban desperdigados por toda la almohada y un rubor intenso teñía sus mejillas haciéndolas brillar y lucir acaloradas. Al colocar una de sus manos sobre la frente de Sakura, sintió como sus dedos se impregnaba del sudor frío que perlaba su piel, y no fue necesario ser un genio para que dedujera que tenía fiebre.
Con el ceño fruncido, se preguntó qué sería más importante para Kizashi Haruno que su propia hija como para dejarla completamente sola y en ese estado. En toda respuesta, Kizashi ingresó a la habitación de Sakura sosteniendo un cuenco de agua y paños limpios, y con el rostro visiblemente sorprendido.―Itachi... ¿qué estás haciendo aquí?
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- Recuerdos de una Noche Roja -
FanficItachi recibe su última misión. Tiene que asesinar a su clan, y eso lo obligaba a renunciar a la nueva vida que empezaba a imaginar, a olvidar sus planes, sus aspiraciones ya un futuro con sus padres, con su hermano y con Sakura. La pequeña de cabel...