RIVAL [Paul Lahote]

02. The Quileute Council

Capitulo dos

El consejo Quileute

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Sus manos se aferraron a las sábanas, sujetando con fuerza el cobertor. Gotas de sudor brotaban de su frente, navegando por su piel hasta perderse entre sus cejas, las cuales se mantenían fruncidas y tensas. Su pecho subía y bajaba con irregularidad, mientras su cuerpo se mecía a los costados sin poder mantenerse quita. 

Su mente era un lío. Morfeo no estaba siendo piadoso con ella una vez más. 

El sonido del metal chocando; gritos de guerra, de dolor y de enojo. Esa escena solo era una de las tantas que se reproducían en su cabeza, nunca era constante, siempre cambiaban. Empezaba por la menos dolorosa, siguiendo en escala, recordándole sus penas y dolores, las traiciones y las perdidas, siendo estas las que más la marcaban; alguna veces era la muerte de Nía y otras veces la de Aiden, o la de ambos juntos.

Sus dientes aprensaban sus labios sin piedad, impidiéndole gritar, pero pequeñas quejas escapaban de sus labios.

Y al final se levantaba, sobresaltada y asustada. Su corazón se comprimía en dolor, recordando los rostros de su hermana y del chico que ama, muriendo, agonizando frente a ella sin poder hacer nada. Cuando la luz del sol comenzaba a alumbrar por su ventana, Aura se encontraba sentaba, con la cara enterrada en sus piernas, sintiéndose angustiada y culpable; culpable de seguir viviendo.

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Cuando Derek bajó, dando un largo bostezo, se sorprendió al encontrar a la castaña preparando tortitas (Lo único que podía hacer sin que se le quemara). El hombre lobo intuyó que de nuevo había vuelto las pesadillas, que era lo único que la hacía levantar tan temprano.

—¡Al fin despiertas! —Aura dijo, con un tono de voz elevado. Mantenía un expresión animada, aunque en sus ojos se podía notar su dolencia. 

—¿Otro mal sueño? —inquiere él, agarrando una taza de la vitrina.

Ella formo una mueca. —Esta vez no te desperté, así que no estuvo tan mal.

—Ajá —musito, analizándola. 

—Cómo sea. El lunes es mi primer día de instituto —Formó una mueca de pereza— y mi auto aún no llega.

—Si, tendré que llevarte, lo que significa que tengo que levantarme temprano —dijo con fingido sufrimiento.

—Eh —Aura lo miró mal—. Soy buena compañía.

—Lo que tú digas —hizo un gesto de desdén con la mano.

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El cielo se tiño de colores anaranjados dando inició al atardecer, haciendo que el aire fresco se volviera más frio que el de las mañanas. Aura terminaba de arreglarse, poniéndose unos jeans holgados, una camisa blanca ajustada y encima su cazadora negra, agregando unos tenis converse.

Bajó a la planta baja donde Derek la esperaba impaciente, pues llevaba diez minutos gritándole que bajara.

—Te juro que iba a dejarte —mascullo al cerrar la puerta de entrada. Bajo la escalinata junto a una burlona castaña—, para que te perdieras en el camino.

Aura rodó los ojos. —Qué adorable.

La casa de Billy Black se encontraba a medio kilómetro del de ellos; ahí se reuniría el consejo. Llegaron justo a tiempo, siendo recibidos por un hombre en silla de ruedas, quién se presentó como Billy Black el líder del consejo.