Capítulo 8

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CLAUD

Since - 2°PromesaCapuario

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Claud dejó de pelear, lamentarse y si quiera hablar desde que fue golpeado, encerrado y sometido.

Yacía en una jaula hacía días. Con mendrugos de pan, un odre de agua y un orinal como única compañía.

Durante los días en el mar, cruzando los torbellinos y en un constante estado de enfermedad, lo único que podía pensar es que no quería morir allí, en el agua y sin los ritos funerarios de su gente. Luego de que lo lanzaran y casi se ahogara; el pánico a volver a estar en alta mar lo mantenían en un estado asustado y traumatizado. Encogiéndose ante cualquier sombra que le prestara demasiada atención.

Hasta que llegaron a un puerto poco transitado a las Costas del reino de las Xhu. En un pueblo costero del que no pudo ver demasiado, cuando lo metieron en una jaula tan pequeña que no pudo ni ponerse en pie.

Fueron días de viaje sobre un carretón con pocas instancias para estirarse, y cuando tuvo el primer arrebato de escapatoria, fue capturado con facilidad pocos metros después, y recibió la primera paliza de su vida.

Adolorido y llorando se quedó silencioso y dentro de su jaula perdiendo cualquier regalo de libertad.

Hasta que llegaron a lo que pareció un mercado con todo su ruido y movimiento. Y del cual no alcanzó a ver demasiado cuando pusieron una piel sobre su celda, y lo desplazaron hacia la oscuridad y el sofoco.

Vinieron a verlo, mujeres, muchas mujeres hablando como si fuera un animal en exhibición. Lo arrastraron hacia estas y fue toqueteado, manoseado y revisado. Inspeccionaron sus dientes, y la textura de su cabello, palparon sus hombros buscando las durezas escamosas que aparecían en su adolescencia, como si ninguna de ellas supiera que era algo con lo que no nacían.

No volvió a ver a Drax, y entendió por las constantes visitas, que este lo vendió a un tipo de mercado.

En lo poco que pudo ver, notó a niños, jóvenes y adultos hombres. Todos esclavos con collares de diferentes colores. Algunos parecían nerviosos y otros hasta aburridos, pero eso no quito la ansiedad de su presencia en el lugar.

Cuando se atrevió a preguntar que ocurría, lo golpearon y cuando imploró simplemente le ignoraron. Lloró hasta que le dolieron los ojos y suplicó hasta que vinieron a golpearlo y amenazarlo.

Le dolió la espalda como si los cardenales no se curaran y olía fatal, se sintió tan cansado bajo el sofoco de la tela, que no entendía porque no le dejaban estar afuera como a los demás.

Y siguieron varias mujeres yendo a verlo. Diferentes túnicas, rostros y miradas condescendientes, le hablaban como si no pudieran entenderlo, y todas terminaban con malas caras a un hombrecillo que parecía algún tipo de vendedor.

Muchas de ellas lo golpeaban como si tuviera la culpa de algo en especial.

«Farsante», «mentiroso» y «ladrón» eran sus palabras favoritas.

Contenedor del Dios de las cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora