Capítulo 3. El trato de la muerte

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Me tenían completamente rodeada y me miraban como si fuera la cena, tenían la forma de pequeños zorros hambrientos; de sus escalofriantes y afilados dientes se desprendía saliva, estaban a punto de lanzarse sobre mí, yo estaba paralizada, completamente inmóvil, además de estar aterrada, mis pies no me respondían, estaban muy adoloridos. Escuchaba sus gruñidos, se estaban acercando lentamente, asechandome, yo era la presa. ¿Qué podía hacer? ¿correr? me alcanzarían, ¿ponerme a lanzar piedras? solo retrasaría lo inevitable, ¿enterrarme bajo tierra? no tenía tiempo, ¿esconderme?, era demasiado tarde, ¿escalar un árbol?, no había, ¿moriría devorada por esas criaturas?, ¿moriría de nuevo?, ¿eso era posible?, ¿a dónde iría mi alma de ser así?, comencé a temblar.

No, yo no quería morir, no quería desaparecer, tenía asuntos pendientes, no podía irme todavía, mi familia, mi hermana, yo, no podía morir...

otra vez...

Tenía que asegurarme de que Jodi no estaba en este sitio.

Hable en voz alta sin darme cuenta.

-¡No quiero morir!, ¡Yo...

Un sentimiento familiar nació de lo más profundo de mi ser y recorrió hasta la última parte de mi cuerpo, fue como si ya lo hubiera hecho antes. El miedo tomó forma, se manifestó en algo completamente diferente, se convirtió en valor.

Estaba muy nerviosa, mi respiración se acelero, no sabía lo que iba a suceder, llevaba las de perder, no tenía ninguna oportunidad, lo único que podía hacer era aferrarme a la absurda idea, de que de algún modo, podría salir ilesa de esto.

Unas palabras acudieron a mi mente, junto con la voz de alguien que me resultaba muy familiar, era de una chica y me repetía constantemente las mismas palabras.

"Ten valor", "ten valor", "el valor lo es todo"

Desesperada, asustada y totalmente acobardada, reaccioné lo opuesto a como realmente me sentía. Quería cerrar los ojos y desaparecer, en su lugar, los abrí de par en par y comencé a caminar, quería esconderme y gritar por auxilio, en cambio, alcé mi rostro lleno de lágrimas de pánico y mantuve mi boca cerrada y me mordí la lengua, quería haber cruzado las enormes puertas doradas que me brindarían un descanso eterno, librándome de todo esto, pero entonces me di la vuelta y tomé otro camino, mi camino.

Entonces recordé algo sobre mí...

Que yo era todo lo contrario a una persona audaz...

Yo siempre...

Durante toda mi vida...

Fui una cobarde...

No me gusto verme, no me gusto mi propia imagen...

El miedo me convertía en otra persona, me hacía ser diferente y tomar decisiones que jamás haría, yo misma me desconocía.

Yo no solía ser tan valiente.

Tomé aire y grité.

-¡¡No voy a morir aquí!! (otra vez...)

Tomé un pedazo de tronco y en contra de mi voluntad, desafiando el miedo y mi pánico, me lancé contra las criaturas que al verme correr hacía ellos, se lanzaron contra mí también.

¿Qué era esto?, ¿está sensación de libertad?, ¿esta adrenalina que encendía todos mis sentidos?

Tenía miedo, pero se sentía bien, estaba desafiando mi propio temor, estaba superándome a mi misma.

En cuestión de segundos, me encontré a centímetros de las pequeñas criaturas que estaban a punto de emboscarme, podía oler su hambre y su deseo de asesinar, pero sobre todo, podía oler la mía propia, un hambre nueva con deseos de hacer algo atrevido y muy loco, algo osado y desafiante, algo que le diera un significado a lo que iba a hacer. Algo que marcara la diferencia entre la persona que era y en la que me estaba transformando, no porque quisiera hacerlo, sino porque no tenía otra opción, el destino me estaba obligando a cambiar, poniéndome retos por delante que estaban más allá de mi capacidad para sobrellevarlos, estaba enloqueciendo de desesperación y terror, pero al mismo tiempo, había algo en mi corazón que me impulsaba a seguir adelante y no rendirme.

Harper (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora