Capítulo 14

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-Ey, realmente no tienes que inquietarte por mí-  dijo Jeno con una voz calmada a través del teléfono, intentando aliviar la preocupación de Mi-suk. -Honestamente, no esperaba que mi padre insistiera en que volviera hoy- A pesar de sus palabras, Jeno podía percibir la decepción en el silencio de Mi-suk. 

Habían planeado juntos asistir al cumpleaños de Jiho, pero ahora Mi-suk tendría que ir sola además, las circunstancias parecían conspirar para mantenerlos separados aún más tiempo; era probable que Jeno no regresara hasta el lunes en la madrugada, lo que significaba que no tendrían la oportunidad de encontrarse hasta la semana siguiente. La razón de este retraso era una responsabilidad académica importante: el semestre de Jeno junto a sus compañeros del octavo semestre, participarían en un programa intensivo ubicado a tres horas de distancia; este compromiso no solo era crucial para su carrera, sino que también ponía a prueba sus conocimientos. 

Mi-suk, con una voz serena y un suspiro de resignación, intentó transmitir tranquilidad a través del teléfono.

-No te preocupes, todo estará bien- dijo, aunque en su corazón, la incertidumbre tejía una red de dudas. La llamada se cortó abruptamente, no por falta de palabras, sino porque Jeno, su novio, estaba muy ocupado y en unos minutos saldría de su departamento.

La joven de cabellos castaños dejó caer su teléfono sobre el sofá, como si con ese gesto pudiera también soltar el peso de sus preocupaciones. Se recostó en él, permitiendo que los cojines abrazaran su figura cansada; su mente, un torbellino de pensamientos, consideró la posibilidad de rendirse ante el llamado del sueño o tal vez, enfrentar la lista de tareas pendientes que parecía crecer con cada segundo, además no sé sentía bien del todo, andaba un poco mareado.

La indecisión la envolvía, pero el mensaje de Jiho, claro y conciso, resonaba en su cabeza: "No faltes". La dirección adjunta era como un ancla, recordándole que había compromisos que incluso la apatía no podía ignorar. La habitación se llenó de un silencio reflexivo mientras Mi-suk contemplaba sus opciones. La idea de sumergirse en las sábanas y dejar que el mundo continuara sin ella era tentadora, pero sabía que las responsabilidades no se disipan con el sueño, además, las tareas, esas constantes compañeras de la vida estudiantil, le ofrecían una  bienvenida, una oportunidad para sumergirse en algo más que sus propios pensamientos. Con un suspiro, Mi-suk se levantó; la decisión estaba tomada, por ende, no permitiría que la preocupación y la indecisión dictaran su día, es por ello que se prepararía para ir, seguramente allá despejará du mente y se sentirá mejor.

Preparada para la celebración, Mi-suk se encaminó hacia el cumpleaños de Jiho. Para su sorpresa, el trayecto fue inusualmente rápido, gracias a que la dirección coincidía con la del departamento de Jeno, un camino que le resultaba familiar y fácil de seguir. Al llegar, se detuvo un instante, contemplando la vasta multitud que se extendía ante ella. La popularidad de Jiho era conocida, pero la escena que tenía delante superaba todas las expectativas; parecía que medio campus había decidido asistir. 

El estruendo de la música vibraba en el aire, tan potente que podía sentirlo en sus tímpanos. Mi-suk había imaginado algo muy tranquilo, no el bullicioso evento en el que se encontraba. A pesar de la sorpresa inicial, decidió adentrarse en la fiesta; observó las caras conocidas, algunas sumergidas en conversaciones animadas, otras entregadas al baile desenfrenado; Jiho, el anfitrión, destacaba entre la multitud, saludando a los invitados con una sonrisa que irradiaba gratitud y alegría. 

Mi-suk, llevando consigo un regalo escogido con cuidado junto a Jeno, se abrió paso entre la gente para felicitar a Jiho. Su saludo fue recibido con un cálido agradecimiento, y aunque la conversación fue breve debido a la llegada de más invitados, el intercambio fue genuino. Pronto, Mi-suk se encontró sola, una isla en medio de un mar de alegría ajena, aquella sensación de desubicación la embargó, y la idea de regresar a la tranquilidad de su cama se convirtió en un deseo necesario, no sé sentía físicamente bien y cómoda, así que, luchando contra la marea de cuerpos, logró escapar al exterior para respirar la calma de la noche aunque se sentía muy mareada y acalorada.

Entre odiarte o amarte es la segunda opción/ •°JENO°•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora