Capítulo 19

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Las anheladas vacaciones de diciembre recién habían llegado y Mi-suk se encontraba muy feliz, al fin tendría un respiro aunque se sentía un poco vacía. Usualmente, cuando escuchaba a personas quejarse de tener relaciones a distancia, pensaba que era complicado y aún más cuando veía a su prima Sun Hee contar los días para ver a Chenle. Nunca dijo nada, pero no pensó que extrañaría tanto a una persona.

A Mi-suk le parecía incómodo las pruebas de amor que se daban cuando recién se veían y la urgencia que se sentía en el aire, que llegó a pensar que era un poco exagerado; pero ahora más que nunca extrañaba los besos de Jeno.

Cuando su cuerpo tocó su cama, inmediatamente quiso dormir mucho; las semanas que pasaron fueron realmente agotadoras, pensó en dormir un buen rato, aún era muy temprano y deseaba que ya se hicieran las 10:00 pm para poder hablar con Jeno en videollamada. Odiaba la idea de llevar 9 horas de diferencia pero nuevamente, la emoción de poder verlo y hablar con él, aunque sea a través de una pantalla, llenaba su corazón de alegría y expectativa.

A las 12:01 a.m., Mi-suk despertó sobresaltada, sacudida por los ecos de una pesadilla que se desvanecía rápidamente en la luz del día. Por un momento, se permitió olvidar el terror nocturno, pero un pensamiento urgente la golpeó con la fuerza de un rayo: ¡Había dormido demasiado! La angustia la invadió; estaba previsto que a las 10:00 p.m. tuviera una conversación importante con Jeno, pero ya habían pasado dos horas desde entonces. Su corazón se aceleró al ver las siete llamadas perdidas de Jeno en su teléfono, un recordatorio palpable de su descuido.

Con las manos temblorosas, consideró devolver la llamada, pero la incertidumbre la detuvo. ¿Y si Jeno estaba ocupado ahora? No quería causar más interrupciones. Así que, con un suspiro resignado, optó por enviarle un mensaje, esperando que las palabras pudieran transmitir su arrepentimiento y cariño. Escribió con dedos vacilantes: 

"Lo siento mucho, me quedé dormida... Ay, quería hablar contigo. Por favor, no olvides alimentarte bien y cuidarte. Te amo, cariño". 

Presionó 'enviar', y mientras el mensaje viajaba a través del éter digital, Mi-suk se prometió a sí misma que haría todo lo posible para compensar su error. La espera de una respuesta se convirtió en una eternidad de segundos, cada tic del reloj un recordatorio de su ansiedad y esperanza entrelazadas.

20:00 pm.

La castaña, nunca había sentido tal grado de enfado hacia Jeno como en aquel momento. Era inusual para él no enviarle un mensaje si se encontraba sumergido en sus ocupaciones, y viceversa. Pero la preocupación de Mi-suk crecía con cada minuto que pasaba sin noticias de su novio. Habían transcurrido más de 19 horas desde la última vez que supo de él, y aunque intentó llamarlo, el teléfono de Jeno permanecía apagado, sumiéndola en una mezcla de ansiedad y confusión.

Exhalando un profundo suspiro, la castaña se acomodó en su escritorio; a pesar de estar en vacaciones, su mente estaba lejos de descansar. Dedicada y ambiciosa, había investigado exhaustivamente para obtener una beca que la acercara a Jeno, aunque había enfrentado rechazos previos, su esperanza permanecía intacta, aunque no podía negar que un velo de desánimo comenzaba a nublar su habitual optimismo. Jeno, incluso a la distancia, seguía siendo una figura importante, y aunque ella confiaba plenamente en él, no podía evitar sentir un atisbo de celos en ciertos momentos.

En el fondo, sabía que Jeno la amaba y que su silencio no era indicativo de un cambio en sus sentimientos. Quizás había surgido un imprevisto, o tal vez necesitaba un momento para sí mismo. Decidió que lo mejor sería darle espacio, confiando en que pronto recibiría noticias suyas; la espera se hizo más llevadera al enfocarse en sus estudios. Ella se sumergió en libros y artículos, era una distracción bienvenida.

10:15 pm

Mi-suk, agobiada por la incertidumbre, decidió que era hora de desconectarse del mundo virtual y buscar refugio en su cama; aunque la idea de dormir parecía una utopía, sin saber nada de su novio y su teléfono mudo como testigo de su soledad. Se dejó caer en su cama, envolviéndose en un abrazo de sábanas, mientras las manecillas del reloj danzaban hacia la medianoche, marcando el inicio de su cumpleaños. Si no fuera por el recordatorio de su hermana, el día habría pasado inadvertido, sumido en la sombra de su preocupación. Quizás, reflexionó, era momento de regresar a su casa verdadera, donde los abrazos de su hermana y madre podrían tejer un manto de consuelo sobre su corazón atribulado.

La soledad se hizo más palpable con cada minuto que pasaba, y al cabo de una hora, la sed la llamó a la cocina, pero su marcha se vio interrumpida por el sonido de la puerta, que se abría con sigilo. El miedo se apoderó de ella, y sus manos buscaron frenéticamente un arma improvisada, encontrando solo la pelota de baloncesto que Jeno, su novio, le había obsequiado antes de irse. Sin embargo, el pánico se disipó tan rápido como había llegado al reconocer en la figura que se adentraba, el rostro del ser amado. Había imaginado un reencuentro lleno de reproches y besos, pero se encontró paralizada, con lágrimas trazando ríos salados en sus mejillas.

Él, con voz cargada de emoción, confesó su deseo de estar con ella al llegar la medianoche, Mi-suk, sin decir palabra, tomó el pastel y las rosas rojas que él sostenía y se fundió en su abrazo, permitiendo que sus lágrimas hablaran por ella. Jeno, abrumado por la intensidad del momento, se limitó a acariciar su espalda, intentando transmitirle tranquilidad.

- Estaba aterrada- susurró ella entre sollozos-temía que algo terrible te hubiera ocurrido.

- Cariño, yo...- Jeno intentó hablar, pero las palabras se ahogaron en el beso apasionado que Mi-suk le robó.

Jeno la mantuvo en un beso prolongado, quizás el más extenso y significativo que jamás compartieron. Ese beso, cargado de meses de anhelo acumulado, marcó el fin de su separación. Era palpable el deseo que habían contenido, una necesidad que se respiraba en el aire, casi tangible en su intensidad. Cada segundo que pasaba, cada suspiro entrecortado, reafirmaba la profundidad de sus sentimientos. 

La pasión que se desbordaba no era solo producto de la ausencia, sino también del conocimiento profundo que tenían el uno del otro. Sus corazones latían al unísono, como si el tiempo y el espacio se hubieran alineado perfectamente para este momento. Las palabras eran innecesarias; sus almas hablaban el lenguaje del amor puro y sin restricciones. 

La noche avanzaba, pero ellos se encontraban en un mundo aparte, donde el tiempo parecía detenerse. La luna, con su luz suave y serena, bañaba la escena, otorgando un brillo místico a su encuentro. Era como si cada elemento del universo hubiera conspirado para crear la atmósfera perfecta, un santuario para su amor inquebrantable.

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Entre odiarte o amarte es la segunda opción/ •°JENO°•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora