Sombra 20

9 6 0
                                    

(si el vídeo de arriba sigue vivo y su dueño no lo ha privatizado, veréis a Leon y Ashley. Ignoradles 😆. Lo único que importa es la criatura 🐻)


P: 1400



*Ene. 5 / Noche/ Laberinto*



"¡Cabezotaaa!" Escuché a Miranda de más a menos a medida que iba cayendo.



Caí a la parte inferior donde el agua solo me mojaba los tobillos. Pero no era un pozo corriente, en la pared vi una verja entreabierta.



Al atravesarla, me llevó a un pasadizo que, a su vez, conectaba con otros. Algunas ratas correteaban guiándome por las zonas más turbias. Como en un sistema de alcantarillado, la humedad cubría las paredes y el suelo.



Algo frío cayó por mi mejilla y, al levantar la mirada, me percaté de que había tanto moho en el techo que parecía que estuviese hecho de eso. Sentirlo de cerca me producía un bienestar como cuando duermes con las sábanas recién cambiadas, después de jugar toda la noche a videojuegos, tras cenar pizza, después de ducharte, tras hacer ejercicio. Esa sensación producía el moho: bienestar.

Sin embargo, me encontré con algunas zonas algo decoradas y con símbolos antiguos parecidos a los que usan los jerarcas. Como si ese subterráneo conectara toda la aldea. Aunque tenía toda la pinta de ser un lugar olvidado y abandonado.


Avancé con esa creencia por una zona con celdas y, en un rincón habían velas encendidas. Era un altar. El movimiento de las sombras de las velas llamó mi atención y, al mirarlas, vi un muro de piedra con un relieve de cuatro manos. Formaban una X como el símbolo de las alas negras.




Sobre el altar había una nota:

¡Oh, señor, somos tu ganado! ¡Oh , señor, somos tu martillo! ¡Que los vivos reciban tu juicio! ¡Que los muertos se consagren a Lord Saddler!




"¿Otra vez?" Susurré mirando el papel. "Estás muerto. Yo... te vi morir."



Mi pecho se vio atravesado por una espina que creía extinta. Dejé caer el papel como si quemara y retrocedí aterrada como si ese altar estuviera poseído.



Me alejé tan rápido como mis temblorosas piernas lo permitían pero no sabía por donde iba. Ya hacía rato que no sabía cómo podía salir de allí de necesitarlo. Era como salir de un mal sueño para pasar a otro peor. Lo supe al escuchar unas cadenas siendo arrastradas. El origen debía estar delante de mí, justo por el pasadizo por el que iba. Quién sea que hiciera ese ruido me demostró que, si alguna vez pudo considerarse humano, ya perdió esa condición. Llamarlo animal sería más acertado.

 

Mi cabeza imaginaba fantasmas atormentados siguiéndome. Prisioneros ancestrales que en un pasado muy lejano fueron torturados en esos laberintos gritando tanto de dolor que perdieron la cordura. Ideas que, de ser realidades, traumatizarían a un niño de forma que ni el mejor psiquiatra le podría curar.

INVIERNO DE SOMBRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora