Sombra 18

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*Ene. 5 / Tarde-Noche / Debajo de un árbol*


Desde aquella noche, pasábamos más tiempo en nuestras casas. Salíamos solo para lo imprescindible como, en mi caso, recoger ciruelas. Los antojos mandan. Y el de comer tarta de ciruelas con mermelada de arándanos y frambuesas es de ley. No podía quejarme, llevaba bien la situación. Pero, desde que escuchó lo de un posible culto religioso, Miranda estaba preocupada creyendo que le iban a robar sus seguidores.


Cuando ya tenía las suficientes, salí de esa arboleda. Tuve que apartar una pequeña valla, lo que me hizo suponer que esos árboles no eran de dominio público. Así que, salí de allí rápido antes de que el dueño me pillara.


Acercándome un poco más al interior de la aldea, crucé un cementerio. Solo uno de los difuntos recibió un visitante. No tenía flores, tan solo una piedra pequeña sobre la lápida. Una mano descansaba sobre un nombre y una fecha, como también lo hacía una cabeza y casi todo el cuerpo.



En esa postura cansada y esa expresión triste, Elena la abrazaba como si no quisiera que se escapara. Sus ojos estaban cerrados y llenos de lágrimas, y su respiración le pesaba en el pecho. Me hacía sentir estúpida sujetar esas ciruelas que, en ese momento, ya no me importaban. Pensé en colgarlas en el árbol para que no llorara él también. Pero era imposible, como a ella, nadie podía devolverle lo que le habían arrancado.




Creí que mi torpeza, al pisar una rama, hizo que levantara la cabeza y mirara a todas partes. Pero no. Fueron unas chicas que iban por ahí discutiendo. Ambas sujetaban un papel. Una lo cogía como si le fuera la vida en ello y la otra tiró el suyo al suelo llorando. Las dos se fueron siguiendo distintos caminos.


Dejé cuidadosamente la fruta sobre un montón de tierra, que contenía también algunas flores. Me di cuenta tarde de que era una tumba.


"¡Como está la gente!" Disimulé. "¿No te parece? Discutiendo por unos papeles." Me senté en el suelo, a su lado, intentando no aplastar otro difunto.


"¿Crees que se las comerá todas?" Preguntó secándose las lágrimas y rió.


"Si lo hace, que aproveche."


"¿Quién te ha dado las ciruelas?"


"Un árbol muy amable, aunque no tanto como ese con el que te besaste."


"Lo digo porque Grigori está en-" Se le enrojecieron las mejillas. "¿Quién te ha dicho eso?"



"Tú."



Se tapó el rostro con las manos. "¿Fue en esa cena?" Asentí. "No debí haber bebido."


"Te lo pasaste genial, además, estábamos borrachos, todos dijimos cosas que ya nadie recuerda."



"¿No? Tú sí te acuerdas." Escaneó mis ojos con su mirada para ver si allí dentro encontraba las excusas/explicaciones que intenté pensar.



"Pero... Te lo pasaste genial." Repetí.



"Por dentro no."



"¿La fiesta no te gustó?"



"No estoy acostumbrada a esos ambientes. Me sentía fuera de lugar."


"Siento oír eso, no me di cuenta de que no estabas bien."


INVIERNO DE SOMBRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora