Raito

168 25 12
                                    

Tres días antes

Me estaba quedando sin lágrimas, me sentía tan mal, que mi cuerpo solo quería desvanecerse, lo único que me hizo continuar fue el pensamiento de que mis padres irían a buscarme... tenía que mantenerme viva para volverlos a ver, tenía que llegar a ese bosque.

Tenía que ser fuerte.

—¿Cuál de los dos caminos es? —me pregunto.

Trato de recordar que detalles tenían la última vez que camine a ese bosque por busca de manzanas...

No tenía caso, mi cerebro no estaba sirviendo. Trate de relajarme con mucho esfuerzo. Debía recordar...

El sonido de los pequeños colibrís me distrajo...

Cuando me di cuenta, ya había tomado un camino...debía ser instintivo.

¿Cuánto había caminado? No tenía idea, pero debía seguir.

Así que continúe caminando, hasta llegar a un camino, cuando encontré el árbol de manzanas me di cuenta de que había tomado el camino correcto. Agarre una manzana rápidamente y seguí continuando, cuando escuché pasos decidí volver a correr lo más que pude.

—Oye, ¡Ten cuidado! —escucho que me gritan, pero fue muy tarde y caí al lodo—. ¿Estás bien?

¿En realidad me estaba preguntando eso?

Me siento lo más rápido que mi cuerpo me lo permite e intento quitar todo el lodo de mi cara, puedo sentir el lodo en mis piernas, la maldita tela de la falda se me había levantado.

Él hombre desconocido se acerco a mi, quería gritar que no se me acercara, pero no quería llamar la atención de nadie, pero debía darme prisa.

—Te ayudo, dame la mano —dice, baja su mano acercadola a mi cara, así que hago lo que él me pide—. ¿Te lastimaste? —pregunta.

Cara a pecho ya puedo ver mejor su cara, sus ojos verdes no se me hacen tan llamativos, había visto ojos así en la aldea o los visitantes de la aldea, sin embargo la forma de su cabello es bastante singular parece...una piña con esa cola y las puntas todas desgreñadas.

—¿Eres muda? —pregunta.

Me sorprende la pregunta, pero no he hablado para nada así que afirmo con la cabeza.

No debo hablar con nadie desconocido.

—Bueno, tengo que irme, pero no puedo irme sin ayudar a esta muda mi madre me golpearía —dice.

Y quiero decirle que yo también quiero golpearlo, pero no puedo.

Él me pregunta a dónde debo ir y luego se ríe de su propia pregunta.

Imbécil quiero decir, pero no puedo.

Así que escribo el nombre con mi dedo en el lodo, él hace una mueca.

—Demonios, acabo de salir de allí para no escuchar los gritos de mi madre y ahora tengo que volver —se queja.

Puedo ir sola, estoy lista para escribir pero él habla.

—Pero no puedo dejarte ir sola, puede que te mueras, quedaría en mi conciencia y ya no podré disfrutar al ver las nubes.

No puedo morir, me digo.

La Hija De La Bestia (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora