Un día antes.
¡Corre! Dice una voz en mi interior y es lo que hago, empiezo a correr como nunca antes lo había hecho, viendo el hombre empieza a hacer lo mismo, trato de perderlo metiendome en un callejón.
Claramente no fue una buena idea.
—No importa cuando corras ratoncito, el gato siempre gana —me dice el hombre.
Me agacho cubriendo mi cuello con una mano y con la otra discretamente agarro una piedra.
—Eso no te va a servir —dice con diversión—. No tengas miedo te aseguro que ir con nuestro jefe es lo mejor que te puede pasar.
Él hombre me toma del brazo y lo golpeo con la piedra en la cara.
—¡Maldita puta! —grita a mis espaldas—. Te haré mía a la fuerza pequeña zorra.
Sigo corriendo rápidamente, pero no me doy cuenta cuando él otro hombre se abalanza sobre mí.
—¿Él inútil de mi compañero no pudo atraparte? —pregunta, mientras pasa su lengua por mi mejilla, me muevo todo lo que puedo.
—¡Suéltame! —grito con impotencia.
—No creo que mi jefe se enoje si me quedo contigo ¿Verdad? No eres su tipo.
—¡Agarra esa zorra y no la sueltes! —grita el hombre al cual le pegue con la piedra, su mano tapa su ojo ensangrentado.
—¿Qué mierda te paso? —pregunta con burla, mientras sujeta con fuerza con mi brazo.
Quita la mano de su cara y antes de poder ver qué fue lo que hice, me golpea directo en la cara haciendo que caiga hacia atrás.
—¡Oye le vas a quitar lo bonita! —grita, mientras vuelve a tomarme del brazo.
—Le pondré una bolsa en la cara —dice con intenciones de volverle a golpear mi visión está nublada pero veo al que me tiene del brazo interponerse.
—¿Quién te dijo que te la puedes quedar? Es mía.
—Esa zorra me golpeo, me merezco follarla —dice—. De igual manera, sabes que antes de que la toques el jefe debe decir si le gusta o no.
—¿Y toda las que te has follado sin que el jefe dijera que no las quería?
La conversación queda en silencio, para luego ambos tipos soltar una carcajada.
—Esa puta me lastimo el ojo, por lo menos déjame tenerla después.
—Con gusto.
Me levanta en su hombro para llevarme y tirarme en un carruaje todo desgastado, siento algo lastimar mi piel.
Llevo las manos vendadas al igual que la boca y los pies no puedo hacer nada cuando una sábana nos cubre.
Escucho los llantos de las mujeres que están cerca mía, no quiero llorar, pero termino haciéndolo.
No sé cuánto tiempo es el que llevamos en el carruaje, pero sea oscurecido, no puedo dormir.
El día de los sucesos.
Cuando nos tiran agua por encima de la sábana, puedo notar que está sucia porque apesta.
Puedo escucharlos reír y contar lo que harán con nosotras. Quiero soltarme y apuñalar al que pide a la más pura.
Ellos pagan de golpe haciendo que lastime mi cara contra la madera.
—¿Qué demonios? ¡Quítate! —escucho los gritos afuera del carruaje y luego todo se empieza a mover.
Lloro con más fuerza, mordiendo el trapo que tengo en la boca.
El carruaje da vuelta y siento como el aire se me va de los pulmones, algunas de las mujeres y niñas están encima de mi, impidiendo que pueda pararme recuperar el aire.
No puedo morir así pienso, aplastada. Estoy segura que esos malditos hombres usarían mi cadáver para quitarse la calentura.
Empiezo a removerme intentando salir, las mujeres encima de mi hacen lo mismo y eso hace que lastimen cada parte de mi cuerpo.
—¡Hay niñas y mujeres aquí! —grita alguien que se encarga de quitarnos el carruaje de encima.
Son hombres del imperio, tampoco puede ser bueno.
—¡Rápido, levántense! —grita hacía nosotras.
Imbécil, quiero decir ¿No puede ver qué estamos amarradas de la manos y los pies!
Se da cuenta y saca una navaja de su cinturón, empieza a cortar sin delicadeza los lazos.
Veo atrás de él, como patean a los que nos tenían secuestradas, puedo ver al que le lastime la cara, su ojo está terriblemente morado.
Cuando él se acerca hacia mí, corta mi muñeca a la hora de quitarme el lazo.
Veo como la sangre se escurre, en mi brazo.
—¡Vuelvan a sus casas a cocinar y limpiar! Sus maridos no se alimentarán solos —grita el soldando y todos los demás se ríen.
Las mujeres les agradecen incluso besando sus zapatos, me levanto con cuidado intentando agarrar fuerza para salir de allí.
—Ya, ya lárgate —le dice el hombre a la mujer mientras la empuja con su pie.
Cuando intento dar la vuelta para caminar, todo se descontrola.
Lo que supongo es el jefe de los bandidos, intercede atacando a los hombres del imperio, las mujeres gritan aterrorizadas y las niñas corren al bosque.
Antes de siquiera intentar correr siento una katana siento enterrada en mi vientre, no siento dolor al instante, pero cuando la saca siento que me dejan sin aire.
Cuando caigo al suelo, desengrandome. Empiezo a pensar en el pueblo, mi madre y el hecho de que lo mejor sería que muera justo ahora , pero al parecer alguien se empeña en castigarme al no darme una muerte rápida.
Aún puedo oír lo que pasa a mi alrededor, los gritos de las personas, los cortes a sus cuerpos, como entierran sus katanas en las espaldas de los hombres, los golpes en los cuerpos de las mujeres y las pisadas de los niños al correr perdiéndose en el oscuro bosque.
Mi vista se oscurece, pero puedo escuchar a alguien correr hacia a mí.
¿Terminara con lo qué aquél hombre empezo?
—Sarada —susurra una voz que no logro reconocer.
Es una voz muy encantadora y atractiva.
Sí, ese es mi nombre quiero responder, pero caigo a la inconsciencia.
.
.
.
.
.¿De quién creen que es la voz?
Lamento los errores y las fallas. Si notan alguno o muchos por favor díganme. 🥹

ESTÁS LEYENDO
La Hija De La Bestia (Pausada)
FantasyCuando era pequeña no entendía el por qué las personas me miraban de la forma en la que lo hacían. En sus miradas había, odio, desprecio, asco y miedo. Solían llamarme de formas hirientes, bruja, la niña maldita, la niña bastarda o su favorito, la h...