Capítulo 6. La fiesta

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Al cerrar la puerta Mateo se encontró con un largo pasillo en curva hacia su derecha. Tanto la luz como los cantos venían del final de ese pasillo. Mateo lo recorrió muy despacio, con mucho cuidado y casi en estado de pánico, temblando de miedo. El final de ese pasillo daba paso a una habitación enorme, de techos muy altos. Más bien parecía una cueva, ya que las paredes y el techo eran de piedra. Mateo se escondió detrás de una columna para observar. De un lado de esa especie de caverna venía un calor insoportable. Desde detrás de la columna Mateo pudo ver cosas muy extrañas. Había una especie de reunión de hombres de pie en círculo que estaban vestidos con ropas que parecían de origen indio-americano. En seguida juntó esas ropas con las palabras que había leído en la pared de las escaleras: si allí decía "Xibalbá", esos hombres iban vestidos como los antiguos Mayas.
Desde donde estaba escondido, Mateo no podía distinguir qué estaban haciendo esos hombres. Sabía que cantaban o rezaban, pero ni les entendía ni veía nada más. Decidió acercarse un poco. Se agachó hasta casi tumbarse en el suelo y se arrastró hasta su siguiente escondite, unas enormes cajas de madera. Desde ese lugar la vista era mucho mejor. Lo que vio lo dejó paralizado.
Mateo pudo contar a los hombres vestidos de dioses Mayas. Eran 12. Entre ellos vio una cara conocida: ¡Guillermo! También le sonaba otro: el que parecía dirigir las oraciones se parecía mucho...¡al mexicano que llevó al Hotel Arts! ¿Qué demonios estaba pasando?
El círculo de hombres en realidad era medio círculo, con el mexicano que parecía que ejercía de sumo sacerdote en en centro. Todos miraban al mismo lado de la caverna, de donde provenía el calor y cierto ruido de burbujas. Mateo se acercó un poquito más,  todavía bien escondido. Entonces vio que lo que había era un gran agujero en el suelo de la    caverna que contenía un líquido rojo burbujeante que parecía lava volcánica y por el que salía mucho calor. Entre los hombres y el foso de lava había una especie de altar de piedra, parecido a los que se ven en la mayoría de iglesias. Sobre ese altar había una chica tumbada boca arriba, vestida con un vestido blanco, atada con correas en las muñecas y en los tobillos y que parecía dormida. Diós mío, pensó Mateo... ¡era Marina!
Mateo empezó a entender algunas cosas. Cuando estuvo leyendo sobre la cultura Maya unos días antes, le llamó la atención que los mayas creían que el mundo se terminaba el 31 de diciembre de 1999...¡¡¡Hoy!!! También leyó sobre que una parte de los mayas, los más radicales, pensaban que podían evitar el infierno si ofrecían a los dioses del mal un sacrificio humano. Estaba claro: se encontraba ante algún tipo extraño de secta Maya que quería la muerte de Marina como sacrificio esa noche de fin de año. La situación era muy grave y Mateo tenía que hacer algo. Empezó a pensar y a analizar la situación. Quería salvar a Marina pero los hombres eran 12 y él solo era uno. Consideró que, si hacía un numerito acabaría con la misma suerte que Marina y por primera vez y última se daría un bañito de lava. Pasó varios minutos calculando sus opciones. Mateo miró su reloj. Las doce menos 8 minutos. A punto de llegar al año 2000, en una caverna y con la muerte dando vueltas por el lugar. Había estado en fiestas mejores.

La extraña desaparición de la bailarina MarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora