Capítulo IX

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La mente de Cristofer trabajaba a toda velocidad. Les ordenó a dos de los dobles que vigilaban a Malcolm que se alejaran a inspeccionar los alrededores; era una ingenuidad dar por sentado que estaban solos. Elisa no se atrevería a afrontarlo sin, primero, cerciorarse de que estaba protegida. Todavía le quedaba la esperanza de que fuese una estúpida engreída.

¿O soy yo el que se confía más de lo que debe?

Elisa había perdido su arma y tanteaba el piso para encontrarla de nuevo.

⸺Aunque encontraras el cuchillo no podrías hacer mucho contra tres pistolas ⸺dijo Cristofer. Hundió el cañón en la frente de la muchacha⸺. Responderás todo lo que yo te pregunte o te mueres, ¿entendido? He matado a más gente de la que podrías contar y te aseguro que eran mucho más fuertes e inteligentes que tú.

Pese a su máscara de seguridad, un pensamiento intermitente golpeaba a Cristofer. ¿Qué pasaba con Malcolm? Lo que acaba de ocurrir era una prueba definitiva: él y Elisa eran cómplices.

⸺¿Quién es Leandro? ⸺Elisa no contestó. Cristofer retiró el cañón y disparó hacia arriba⸺: ¡¿Quién es Leandro?!

⸺Es mi hermano, ya te lo dije.

⸺¿Desde cuándo estuvo enfermo?

⸺No... no lo sé. Es de nacimiento, creo. Tengo recuerdos borrosos de la casa de mi padre, pero incluso entonces él ya era un niño muy débil. Papá no era bueno con él, eso sí me acuerdo: lo golpeaba, no paraba de insultarlo y hasta lo dejaba días enteros sin comer. Cuando nos rescataron de allí fue una bendición; no tienes idea de lo terrible que era vivir con él. Pienso en mis recuerdos de esa edad y sólo hay miedo, el temor constante a no seguir viva para el siguiente día. Él... ⸺Elisa lloraba y hablaba bajito⸺. Él me abrazaba, no era como con Leandro. Me abrazaba, y me tocaba y me besaba...

A Cristofer se le revolvió el estómago. Nadie, incluso alguien como ella, merecía que le hicieran algo así. Deseó tener al padre de la chica enfrente para matarlo sin pensarlo dos veces.

⸺No pongas esa cara; está muerto. Lo llevaron a la horca en cuanto se descubrió lo que nos hacía. Fui tan feliz cuando me enteré. ¿Tienes idea de cómo reía? Nunca bailé, salté y canté tanto... Por fin el maldito estaba muerto.

⸺Me alegro ⸺dijo Cristofer. No siguió preguntando; era evidente que Elisa seguiría soltando información por sí misma.

⸺Pero Leandro seguía enfermo. Papá lo había golpeado tanto que ni siquiera podía caminar. Le contrataron profesores particulares para que siguiera educándose. Pensé que no lo lograría... y lo hizo. Sus notas son excelentes, sabe mucho más que cualquiera de nosotros.

» Pero su vida se acababa. Un día, cuando yo lo cuidaba, empezó a convulsionar. Y yo fui una inútil. ¡Una maldita inútil! No lo ayudé, no hice nada para impedir que saliera lastimado. ⸺Elisa respiró hondo⸺. Se cayó de la cama, se destrozó la lengua. Y yo sólo gritaba. Los enfermeros llegaron para ayudarnos. Me ofrecieron agua y un calmante. Ahora me arrepiento de haber tirado la taza que me ofrecía la enfermera y de salir corriendo como una loca.

» Cuando llegué al instituto, lo primero que hice fue contarles a Álex y a Malcolm lo ocurrido. Son las únicas personas de ese miserable sitio a las que les guardo confianza. Dijeron que habían descubierto algo que tal vez me subiría el ánimo. No sabía qué era, pero tenía curiosidad.

» Álex me contó que, a unas calles del instituto, hay una alcantarilla que lleva cerca de las montañas. La descubrieron mientras exploraban en la noche. Me esperaba algo así de Vleick, no de ellos. Me llevaron aquí, a este bosque y fue donde me encontré con la verdad sobre las luces nocturnas. No eran más que plantas, sin embargo, Malcolm y Álex pensaban que eran un espectáculo increíble. Decidí llevarle una a Leandro.

Cazador de BrumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora