Capítulo 3

62 33 44
                                    


   29/09/22

La alarma de mi móvil fue la culpable de que abandonara el calorcito de mi cama. Era la una de la tarde. Había quedado con mi madre que iría a comer con mi abuela, ya que, como de costumbre, ella no llegaría a casa hasta muy tarde. Me dirigí hacia la cocina para buscar algo que desayunar, la verdad es que no tenía apenas hambre, así que me decante por una manzana. Me tenía que dar prisa, mi abuela comía muy pronto y no le gustaba nada tener que esperar por nadie, mala suerte para mí porque lamentablemente la puntualidad no estaba entre mis puntos fuertes. Me di una ducha rápida, me puse unos jeans, una camiseta blanca y una sudadera azul marino, me até el pelo en una trenza y salí de mi casa lo más rápido posible.

Ya eran casi las dos, faltaban cinco minutos, con un poco de suerte mi abuela todavía estaría poniendo la mesa. Mi abuela vivía a unos quince minutos de mi casa, el problema era que el camino más corto era atravesando un parque lleno de familias perfectas, decididas a pasar una buena tarde en familia en las grandes explanadas del parque o viendo a los patitos del estanque y eso no era lo que más me apetecía ver. Aun así ya había pasado bastante tiempo desde la muerte de mi padre como para poder lidiar más o menos con atravesar un parque lleno de padres que juegan con sus hijos felizmente, pero... si me llegara a dar un ataque como el del otro día en el baño todo mi mundo se vendría abajo por unos cuantos minutos; sin embargo, estaba dispuesta a arriesgarme. Que me diera un ataque era mil veces mejor que ver enfadada a mi abuela.

Comencé a caminar por el paseo del parque, intentando evitar las zonas como el estanque de patos o los parques para niños pequeños. Todo iba bien, ya casi lo había atravesado entero cuando un Border Collie suelto empieza a venir hacia mí corriendo y ladrando. Me quedé paralizada, mi mente quería escapar de aquella criatura con pinta de pocos amigos, pero mi cuerpo no reaccionaba. Quién sabe si fue casualidad o que tengo un radar para detectar cuando él está cerca, pero por uno o por otro mi crush apareció por aquel paseo en dirección hacia mí. Entonces el perro se me abalanzó encima, y me empezó a chupar. Del susto perdí el equilibrio y me caí al suelo.

El perro no paraba de mover la cola y de dar vueltas alrededor mío como si fuera su juguete favorito.

-Parece que le gustaste- dijo entre risas y después me tendió la mano.

No me podía creer que el chico que ocupaba mi mente en todo momento me estuviera hablando.

-s-si- conteste tímidamente y avergonzada por la situación.

Le tomé la mano y él me ayudo a levantarme. Probablemente, no exagere si digo que nunca me volveré a lavar mi mano derecha.

-Me suenas mucho, nos conocemos?-

Esa frase me dolió casi tanto como si me hubieran apuñalado por la espalda. ¿Llevaba compartiendo clase con el dos años, como es posible que nunca se hubiera percatado de mi presencia? Aunque a decir verdad eso solo confirmaba mis suposiciones: mi crush ni siquiera sabe como me llamo.

-vamos juntos a clase...- dije con un hilo de voz

-ah sí?, pues a ver si va a ser verdad que no me entero de nada-

Su risa era contagiosa, y adictiva, sobre todo porque al reírse le asomaban los hoyuelos que lo volvían todavía más irresistible.

-bueno y como te llamas?- prosiguió él

-a-abby-

-encantado Abby, yo soy Adrián-

-ya lo sabía pero encantada igualmente-

Por cada frase que salía de mi boca mi pulso se aceleraba más y más sin control alguno. Todavía no entendía como podía seguir en pie en vez de tirada en el suelo dándome un infarto.

-ahh es verdad que tú ya me conocías...-hizo una pausa en la que ambos nos quedamos quietos jugueteando con el perro sin saber qué decir- bueno Abby ya nos vemos mañana en clase, espero verte a ver si así te ubico mejor en mi cabeza y recuerdo que eres mi compañera-

Sus palabras hicieron que se me escapara una tímida sonrisa y que mis mofletes adoptaran un color rojo vivo.

- Coco vamos!- grito Adrián y el perro se alejó de mí y se marchó con él. Después me saludo con la mano y desaparecieron por el paseo.

Yo me quedé embobada mirando en su dirección, reviviendo en mi mente cada minuto de lo que acaba de pasar e intentando creerme que Adrián Alonso Hernández me acababa de hablar.

Una última nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora